sábado, 23 de enero de 2021

12 DE ENERO DE 2021: DUODÉCIMA AUDIENCIA

TERRORISMO DE ESTADO EN EL TERCER GOBIERNO PERONISTA

Una nueva audiencia del juicio por los CCD de las Brigadas de Investigaciones del conurbano bonaerense contó con el testimonio de Laura Franchi, sobreviviente del Pozo de Banfield en el año ’74 y esposa de Mario Stirnemann, secuestrado y asesinado desde la Brigada Güemes en el ’75. A su vez sus hijas María Laura y Silvina relataron las consecuencias del terrorismo de Estado de las patotas de La Bonaerense en el tercer gobierno peronista.




Por HIJOS La Plata

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QUILMES Y BANFIELD EN 1974

La audiencia comenzó con testimonial de LAURA FRANCHI, sobreviviente del CCD Pozo de Banfield que pasó un mes secuestrada embarazada como detenida desaparecida en ese lugar de muerte entre noviembre y diciembre de 1974, en pleno gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón, y que además perdió a su compañero y militante del PRT Mario Alfredo Stirnemann, secuestrado y desaparecido en noviembre de 1975 en Temperley, cuyos restos fueron identificados en 1994 en el sector 37 del Cementerio de Lomas de Zamora.

Laura habló por videoconferencia desde el Consulado argentino en París y, con algunas dificultades técnicas, comenzó aclarando que “es un orgullo estar acá. Este testimonio tarda 45 años en ser escuchado”. Así contó que ella era oriunda de Olavarría pero se tuvo que ir de la ciudad. Su marido, también de Olavarría y empleado de la empresa Loma Negra donde realizaba tareas sindicales, estaba sufriendo persecución política y su cuñado era funcionario del gobernador bonaerense Oscar Bidegain.

Buscando un mejor pasar, con Mario se habían mudado a una casa en Quilmes. El 23 de noviembre de 1974 Laura salió de su casa con su hija María Laura, de 4 años, su panza de tres meses, su cuñado Juan José Stirnemann, una compañera llamada Mercedes Lebozec, y el hijo de ella Homero. Pero la policía los detuvo, los llevaron a la Comisaría de Quilmes, los interrogaron y les dijeron que estaban buscando a Mario. Ya desde entonces la bonaerense les dijo que era un procedimiento contra la subversión y que estaban a cargo de la Policía Federal. En un momento los llevaron al patio de la dependencia donde vieron las pertenencias de su casa desparramadas. Su cuñado fue torturado y su hija fue puesta en una cocina donde efectivos policiales con la ropa manchada de sangre tomaban cerveza y discutían. A ella la interrogaron hombres de civil, le dijeron que estaba acusada de asociación ilícita y tenencia de material subversivo, le preguntaron por Mario en presencia de un médico que le controlaba el pulso. Laura identificó que los roles estaban divididos y el interrogatorio lo realizaron efectivos de la Federal. Luego la pusieron en una celda con un colchón sucio para seguir con los interrogatorios. Desde allí escuchó las torturas que sufría su cuñado y otros presos comunes. Al preguntar por qué había tanto bullicio e interrupciones de electricidad un efectivo de guardia le dijo que los querían obligar a torturar y ellos no querían y que un preso había tenido un paro cardíaco por la tortura. Mucho después de supo que la víctima había sido el marido de Nelfa Suárez, Víctor Manuel Taboada (quien estuvo secuestrado 4 días en el Pozo de Banfield en noviembre de 1974 y luego fue trasladado y asesinado), porque Laura compartió cautiverio con Nelfa en la cárcel de Olmos. 

“Era un momento en que se estaba preparando lo que se vino después, donde las prácticas de tortura se estaban incrementando y se pedía la complicidad de todas las fuerzas de seguridad”, reflexionó Laura. Tras una semana en la Comisaría de Quilmes fue trasladada a la Brigada de Investigaciones de Banfield junto a su cuñado Juan José Stirnemann. Allí la bajaron de una camioneta en un estacionamiento y le realizaron un simulacro de fusilamiento. Del ingreso la llevaron a un primer piso con varias celdas donde escuchaba movimientos de personas pero no pudo reconocer a nadie, salvo un policía que dijo estar preso por no aceptar el trato a los detenidos. En verdad se trataba de un represor que le ofreció escaparse y que era un guardia que trataba de quebrar a los detenidos.

En Banfield la llevaron varias veces a una sala al final de unas escaleras donde la interrogaron entre varios represores sobre su esposo Mario con luces sobre su rostro para que no los viera. Así estuvo 10 días y en una oportunidad recibió la visita de un abogado que dijo venir de parte de su familia, pero ella no le respondió ni dio datos. Luego fue visitada por su familia que le contó que su hija estaba shockeada desde la detención en Quilmes y no hablaba. Luego la llevaron a un pabellón donde pudo comunicarse con otros presos por la mirilla y habló con Juan Alejandro Barry, que estaba confinado allí desde el 15 de noviembre del ‘74 , y le explicó que su mujer Susana Mata estaba allí detenida embarazada. Juan José Stirnemann fue llevado de Banfield a la Unidad 9 de La Plata y luego a la cárcel de Azul, tras lo cual fue liberado con severos trastornos consecuencia de las torturas y el encierro sufridos.

Laura Franchi fue trasladada de Banfield a la cárcel de Olmos en diciembre del ’74 y allí pudo volver a ver a su hija. Tras un tiempo también conoció allí a Nelfa Suárez y a Susana Mata, ambas embarazadas. Mata estuvo detenida en Banfield hasta enero del ’75 y luego fue llevada a Olmos, donde dio a luz a su hija Alejandrina y fue ayudada a amamantar por Laura, ya que Susana estaba muy débil. La pareja Barry-Mata, militantes montoneros que son caso en este juicio, fue liberada en el ’75, se mudaron a Rosario y luego a Montevideo, donde fueron perseguidos, asesinados en diciembre del ’77 y enterrados como NN en el cementerio local.

La testigo dijo que fue una espera insoportable porque no sabía si iba a quedar procesada o no y no se imaginaba que iba a pasar casi 7 años detenida. El proceso penal fue irregular porque la condenaron a 3 años de prisión cuando en realidad ya llevaba 4 detenida. 

Además relató que fue muy traumática la atención médica recibida durante su embarazo, por la cual llegó a perder un riñón, pese a lo cual dio a luz encadenada a su hija Silvina casi sin complicaciones. Aun así Silvina sufrió problemas de cadera que requirieron tratamiento durante varios años.

Franchi contó que se enteró de la desaparición de su esposo por los diarios, porque leyó en noviembre del año ’75 el seudónimo “Carlos Rodolfo Ludwig” que Mario usaba para evitar la persecución política como herido en un enfrentamiento con la policía en Temperley. Sobre la desaparición de Mario dijo que tanto ella como la familia del militante realizaron habeas Corpus y otras presentaciones que nunca fueron contestadas. “Era un hombre de ideas, sindicalista, que siempre defendió la democracia y la estabilidad institucional, que en ese momento era muy precaria”, definió Laura a su esposo. Fue la hija de Mario y Laura, María Laura, quien realizó la investigación del destino de su padre: se acercó al Equipo Argentino de Antropología Forense y pudo dar con el enterramiento ilegal en el cementerio de Lomas de Zamora, en el sector 37, letra Q, tumba 43 junto a otra persona que luego se determinó que se trataba de un feto anotado como “N. Ledesma”. El cuerpo adulto presentaba lesiones de 5 proyectiles de arma de fuego, uno de ellos en el cráneo. Por comparación antropológica y análisis genético se determinó en 1994 que los restos pertenecían a Mario Alfredo Stirnemann.  

Secuestrado el 4 de noviembre del ’75 en Temperley cuando iba caminado al trabajo, el caso de Mario Stirnemann fue parte de la instrucción de la causa 3393/2007 por hechos de los CCD Puente 12 y Cuatrerismo-Brigada Güemes anteriores al golpe de Estado, caratulada “Subzona 1/11” que estuvo sentencia en octubre de 2018 por 125 casos y por los que fueron condenados, entre otros, Miguel Etchecolatz y Federico Minicucci, ambos procesados también en este debate. El caso de Mario quedó por fuera del veredicto porque el subcomisario Fernando Svedas, imputado por el caso, murió impune antes de la sentencia. Pero quedó comprobado el paso de Stirnemann por Brigada Güemes por lo menos hasta el 13 de noviembre del ’75 con otras personas como Washington y Julio César Mogordoy, Noemí Charo Moreno, Norberto Rey, Griselda Zárate y Blanca Frida Becher.

La “Brigada Güemes”, también conocida como “Proto-Banco” estaba asentada en el Puente 12 del Camino de Cintura y Autopista Richieri, de la localidad de La Matanza.

Franchi vivió el golpe de Estado del ’76 desde dentro de Olmos y relató que se sintió el endurecimiento del régimen. Sobre el exilio concluyó que en noviembre del ’76 fue llevada a la cárcel de Devoto, donde sufrió un régimen de encierro de 23 horas por día, se enfermó de avitaminosis por la mala alimentación, y tiempo después consiguió la opción de salida a Francia, donde se reencontró con sus hijas. Para poder salir le exigieron firmar el acta de defunción de su marido para poder llevarse a sus hijas, a lo cual se negó por considerarlo desaparecido. Franchi logró salir del país en febrero del ’81 tras pasar por Coordinación Federal. “Cuando salí me dijeron ‘cuidado con lo que vas a decir porque tu familia queda acá’ ”, dijo la sobreviviente, y agregó que “al llegar a Francia tenía que recuperar a mis hijas que habían quedado en Argentina”, cosa que pudo hacer recién en abril del ’82.

A continuación se escucharon los testimonios de MARÍA LAURA Y SILVINA, las hijas de Laura Franchi y Mario Stirnemann, quienes corroboraron el relato hecho por su madre y agregaron sus recuerdos de la tragedia vivida.

María Laura recordó que el día que detuvieron a su madre ella tenía 4 años y volvían de un picnic en el Delta. Recuerda que su padre estuvo presente y recomendó que volvieran de manera separada por mayor seguridad. Del episodio solo recuerda que fueron rodeados por la policía y los subieron a un vehículo. Agregó que tras el secuestro de su madre sufrió como niña que era una amnesia post traumática, la pérdida del habla y crisis de nervios ante cualquier situación cotidiana, lo que le requirió tratamiento psiquiátrico y le costó mucho superar. Fue a vivir con su abuela materna que trató de acercarla a la religión para superar la situación. Luego pudo volver a ver a su madre presa en visitas de contacto en Olmos, que se cortaron en Devoto y tuvo que ver durante meses a su madre detrás de un vidrio. Además dijo que fue muy traumático reencontrarse con su madre exiliada en París porque estaba acostumbrada a la vida en Olavarría y, ya con 12 años, el hecho significó ser separada nuevamente de parte de la familia con que había quedado. Sobre su padre desaparecido dijo que la familia le había dicho que se había ido a vivir a Brasil con una compañera. “Era una mentira que teníamos que asumir, que mi padre estaba vivo y que nos había abandonado”. Luego de a poco pudo reconstruir la historia de lo sucedido con sus padres, y mencionó que a partir de un hecho traumático que sufrió ya de grande le llegó una imagen de cuando estaban confinadas en la Comisaría de Quilmes fue víctima de un simulacro de fusilamiento de parte de uno de los represores para hacer hablar a su tío Juan José sobre el paradero de su padre. Además dijo que a pesar de ser buena alumna en los estudios siempre le costó mucho tener una proyección de vida, entonces hizo un viaje a Argentina a estudiar antropología, lo que la motivó en la búsqueda de su padre. Tras 4 meses de investigación logró hallar los restos de su padre con el acompañamiento del EAAF. “Como el caso de mi padre no se pudo juzgar porque la causa se dilató tanto que el imputado murió, quería dar mi testimonio porque siento que esta es la primera vez que se hace un poco de justicia por lo sucedido con mi familia”, cerró María Laura.

Por su parte Silvina refirió que tiene muy pocos recuerdos de los primeros años de su vida, y que de niña el mundo le parecía muy ajeno y extraño. “En el jardín de infantes había padres que no querían que jugara con sus hijos porque yo era hija de subversivos”, dijo la testigo, y agrego que “como mi abuela trabajaba mucho y no estaba en casa, con mi hermana nos hicimos un mundo paralelo de niños para refugiarnos de esa situación”. Recordó lo traumático que fue sobrellevar el problema de caderas que tuvo de nacimiento y el tratamiento que tuvo que hacer para no sufrir consecuencias de por vida. Sobre las visitas a su madre en Francia recuerda que como ella estaba acostumbrada a visitar a su madre en la cárcel, aunque no tuviera el vínculo de madre muy claro, le parecía raro que la familia se pusiera emotiva cuando visitaban a su madre en Francia. Pero luego entendió que no era una visita más, sino una situación de exilio que le costó mucho asumir. “Cuando pude abrazarme con mi madre me reencontré con ella y pude dar un sentido a mi vida”, dijo Silvina. Respecto a su padre dijo que no sabía mucho de niña, pero que al reencontrarse con su madre también conoció la historia de su padre y el amor que habían tenido con su madre: “mi cuanto de todas las noches para ir a dormir era que mi vieja me contara cómo se habían conocido con mi padre”. Refirió que su madre le dijo que su padre estaba desaparecido y que eso significaba que estaba muerto, porque trató de explicarle que si para un adulto era complejo entender la desaparición forzada, para una niña era imposible y prefería que lo entendiera así “para poner un límite a esa locura que estábamos viviendo”.

La tragedia vivida por la familia Stirnemann-Franchi en el tercer gobierno peronista tiene consecuencias hasta hoy y es uno de los hechos represivos del genocidio en Argentina que continúan impunes luego de 46 años de historia. 






MUCHO POR JUZGAR

La etapa histórica de los hechos que se juzgan en este debate tiene un punto ciego que muchos sectores aún no han terminado de asumir, o directamente ocultan, y que refiere a la represión desatada durante el tercer gobierno peronista entre los años ’74 y ’75. En la causa por el “Pozo de Banfield” hay 14 casos elevados de personas que pasaron por ese CCD como detenidas desaparecidas en el tercer gobierno peronista, entre el ingreso de Lucía Deón en noviembre del ’74 y el egreso de Eduardo Piva en julio del ’75. Está claro que fueron muchos más, pero la justicia a cuentagotas es prolija en su tarea. En esa etapa la Policía Federal estaba conducida por los comisarios Alberto Villar (mayo a noviembre del ’74) y Luis Margaride (noviembre del ’74 a agosto del ’75), hombres del ministro fascista José López Rega. Pero en La Bonaerense conducida por el burócrata sindical de la UOM devenido en gobernador, Victorio Calabró, ya revistaban importantes personajes que tuvieron a su cargo tareas y centros clandestinos de la fuerza durante la dictadura militar como Fernado Svedas, José Félix Madrid, Roberto Anauati, Guillermo Ornstein, Saúl Omar Mansilla, Carlos Tarantino, Juan Miguel Wolk y Enrique Augusto Barré, estos dos últimos imputados en este debate por varios de los casos previos al 24 de marzo del ’76 que integran la acusación.

Está claro que para analizar el genocidio cometido en nuestro país como una práctica social específica tendiente a la destrucción y reorganización de relaciones sociales, hay que remontarse mucho antes del año 76´ en la construcción de un “otro negativo”, o como dice el sociólogo Daniel Feierstein la fase preparatoria del genocidio, que le dio continuidad y señaló “una fracción social que, por representar determinadas relaciones que cuestionan en cierta forma el modelo social dominante, se constituye en el blanco de prácticas tendientes a su eliminación material” (El Genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia Argentina).

Desde fines del año ’73 y comienzos del ’74 entonces existió una la batería de medidas legislativas, directivas, actas y resoluciones que emanaron del propio Estado, en las cuales se direccionó y sustentó la persecución y aniquilación de grupos tachados como opositores al gobierno. Así se intentó otorgar un marco jurídico a la represión que buscaba eliminar cualquier forma de disidencia política, una legalidad que lejos de ser la suspensión de la violencia resultó su consumación. En la tercera presidencia de Perón, se consolida y operativiza toda una serie de medidas tendientes a aumentar la represión legal e ilegal para eliminar a los opositores ideológicos y políticos. Las dos presidencias de Perón y Martínez de Perón constituyeron en palabras de la historiadora Marina Franco un "entramado de prácticas políticas: algunas legales, otras cuya legalidad sólo procedimental se amparaba en la excepcionalidad de la situación, otras clandestinas y otras de carácter intrapartidario confundidas con políticas de gobierno” (Un enemigo para la nación. Orden interno, violencia y subversión, 1973-1976).

El inicio de este proceso de creación del enemigo interno puede rastrarse en los contenidos del Documento Reservado con el que, tras el asesinato de José Rucci, el peronismo decide iniciar un proceso de “depuración” interna con directivas concretas como exigir a todos los grupos o sectores del peronismo a que se expidieran públicamente en situación de guerra contra el marxismo, excluir de los locales partidarios a todos aquellos que se manifiesten de cualquier modo vinculados al marxismo, a sus posiciones políticas o a sus actos, impedir en las manifestaciones o actos públicos los peronistas por todos los medios que las fracciones vinculadas al marxismo tomen participación, la creación en todos los distritos de un servicio de inteligencia enfocado en esta lucha, o bien “la utilización de todos los medios que se consideren eficientes, a voluntad de los dirigentes de cada distrito” (Documento Reservado del Consejo Superior peronista del 1 de octubre de 1973).

En enero del ’74 se aprobó la Ley 20.642 que modificaba el Código Penaly elevaba las penas ya establecidas para volverlas más severas que bajo el régimen militar de Onganía. La jugada buscaba, en definitiva, acentuar el rigor de las penas por delitos políticos. Su debate en el parlamento terminó con la renuncia de ocho diputados de la JP que objetaban dos artículos (149 bis y 213 bis) de la nueva ley, en tanto castigaban las actividades huelguísticas y de asociación que utilizaran la fuerza para su accionar. Las bancas de los diputados fueron ocupadas por representantes del sindicalismo y la derecha del partido.

El 27 de abril del 74´ se sancionó el decreto N° 1.302 firmado por el propio Perón y su ministro de Defensa, Ángel Federico Robledo, el cual prescribía las directivas aplicables para los conflictos denominados “graves”, el nº1 denominado “Topo” y nº 2 denominado “Yacaré”. En el Anexo I del decreto titulado “Directiva para el Planeamiento correspondiente al conflicto grave nº 1 Topo”, se fija el objetivo: “Eliminar las acciones subversivas violentas y no violentas, las causas que las provocan y consolidar espiritual y materialmente al régimen democrático como ámbito de realización integral del hombre”. La misión encomendada al “equipo interministerial coordinado por el Ministerio del Interior” a cargo de Benito Llambí, fue la de “elaborar un Plan plurisectorial que prevea acciones sobre la violencia, sobre sus causas y que tienda a fortalecer los valores del sistema democrático”. Es un documento histórico de gran importancia que revela la opinión que tenía el entonces Presidente sobre las organizaciones armadas y su intención de combatir a la subversión con la ley y de un modo integral, ya no solo militar.

Entre agosto y octubre de 1974 la CNU La Plata comenzaba a operar con asesinatos selectivos de dirigentes obreros, sociales, sindicales y políticos, como fue en los casos de la familia del reconocido dirigente Horacio Irineo Chavez y de los dirigentes de la UNLP Rodolfo Achem y Carlos Miguel. El resto del año’74 y todo el ‘75 se verá el crecimiento sostenido del accionar represivo de bandas paraestatales por lo menos hasta el golpe del 24 de marzo del 1976 cuando fueron las mismas Fuerzas Armadas las encargadas de continuar y profundizar la labor emprendida por el gobierno justicialista.

El 28 de septiembre del ’74 se sancionó la Ley 20.840 de Seguridad Nacional que versaba sobre las “Penas por actividades subversivas en todas sus manifestaciones”. El mismo subtítulo de la ley daba cuenta de que, para las autoridades nacionales, la categoría de subversivo podía ser adjudicada a cualquier persona que actuara, “por razones ideológicas”, fuera de lo establecido por las disposiciones legales imperantes. En ese sentido, la subversión se expresaba en aquellas personas que “para lograr la finalidad de sus postulados ideológicos, intente o preconice por cualquier medio, alterar o suprimir el orden institucional y la paz social de la Nación, por vías no establecidas por la Constitución Nacional y las disposiciones legales que organizan la vida política, económica y social de la Nación”. 

En ese marco fue que el 6 de noviembre de 1974, el gobierno nacional decretó el estado de sitio en todo el territorio argentino y tuvo el sustento formal para desatar una represión que ya se venía preparando hacía tiempo.

En el proceso de juzgamiento de los crímenes del genocidio ocurrido en nuestro país en la década del ’70 ya hubo 11 debates con sentencia que juzgaron hechos previos al 24 de marzo del ’76, y no casualmente en ninguno de ellos recibieron condena funcionarios políticos. De hecho, además de los hechos de “Cuatrerismo-Brigadas Güemes”, se juzgaron los hechos de la Masacre de Trelew, el secuestro de una menor de edad por Prefectura en Campana llamada causa “Querejeta”, los crímenes de Gendarmería y la policía salteña en causa “Ríos Ereñú”, algunos de los crímenes de la Triple A conocida como causa “Conti-Villone-Yessi”, secuestros y torturas condenados en la causa “Musa Azar IV” en Santiago del Estero, algunos casos previos al golpe en la causa “Subzona 14 II” de La Pampa y otros en la causa “Saint Amant III” de San Nicolás, así como una parte de los asesinatos de la CNU La Plata y de la regional Mar Del Plata de esa banda fascista. Pero además en algunos debates surgieron casos previos al golpe que aún no han sido siquiera elevados a juicio, como los de Diego Mattheus y un grupo de militantes de la Junta Coordinadora Revolucionaria, detenidos en la Brigada de San Justo entre los años ’74 y ’75.  



El juicio continúa el 9 de febrero. Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.













sábado, 16 de enero de 2021

05 DE ENERO: UNDÉCIMA AUDIENCIA

LA ESTRUCTURA DE LA REPRESIÓN

Se escucharon los testimonios de la ingeniera de la UTN Adriana García, que comentó sobre un relevamiento técnico realizado en el edificio del CCD “El Infierno”, y de Julieta Sahade, integrante del área de archivo de la Comisión Provincial por la Memoria que desarrolló sobre la estructura de inteligencia de La Bonaerense en dictadura a través del accionar de la DIPPBA.


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RADIOGRAFÍA DEL INFIERNO

La primera audiencia de 2021 en el juicio por las Brigadas de Investigaciones de Banfield, Quilmes y Lanús (Avellaneda) comenzó con la exposición de ADRIANA GARCÍA, ingeniera y docente de la UTN Avellaneda, especialista en tecnología de hormigón, que fue parte del grupo que en 2016 realizó un estudio e informe sobre el edificio de la Brigada de Investigaciones de Lanús con sede en Avellaneda, CCD conocido como “El Infierno”.

García comenzó explicando que el trabajo consistió en un relevamiento del estado de conservación del edificio con ensayos no destructivos, ya que está afectado a este proceso judicial, y que se realizaron aportes al municipio de Avellaneda para un plan de restauración del predio en vías de su transformación en museo de la Memoria en el lugar donde hasta 2016 funcionó la DDI Lomas de Zamora. 

Así relató que la tarea intentó comparar el contexto histórico del predio con la situación actual en la posibilidad de realizar hallazgos de utilidad para la causa judicial y la conservación del lugar. Básicamente se realizaron registros de imágenes de las distintas zonas de la dependencia si alterar los materiales, análisis de esos registros en la determinación de alteraciones ocurridas con el paso del tiempo y, usando como base los documentos de la obra del lugar se hicieron estudios de termografía infrarroja y de esclerometría para determinar el estado general de conservación.

En principio, y en coincidencia con los planos municipales originales, el edificio es de 1937 y se emplaza en un terreno trapezoidal de 16 metros de frente por 37 de largo y 22 metros de fondo. La fachada, ubicada en calle 12 de octubre n° 234 entre Zeballos y Estrada, tiene un muro antiguo de 45 cmts, una puerta de ingreso en el centro del frente y 9 ventanas a la calle, con modificaciones en el revestimiento realizadas en su momento por autoridad policial y otros más recientes de implante de cartelería realizados por el municipio. La planta original presentaba locales seccionados hacia el fondo en todo el lateral izquierdo y no se declararon construcciones en el lateral derecho. 

La ingeniera detalló que hubo un proyecto de ampliación entre los años ’68 y ’71 realizados por la cooperadora de la Brigada. En lo esencial se determinó que en esos años se agregaron dos escaleras en la planta, una al frente y otra en la zona media sobre la galería semicubierta, que comunicaban planta baja con primer piso de todo el edificio y frente a esta segunda escalera se colocó en el lateral derecho de la planta alta la zona de calabozos y baños. En la planta baja estaban la sala de espera, las oficinas y dos puertas hacia la cochera. La especialista agregó que el plano final de obra es de mayo del ’78. Tengamos en cuenta que el lugar funcionó como CCD por lo menos entre julio del ’76, con el ingreso de Nicolás Barrionuevo, secuestrado en abril de ese año, y el 11 de noviembre del ’78 con el egreso del sobreviviente Luis Ortiz, secuestrado y llevado allí 4 días antes.   

La testigo detalló pormenorizadamente cada una de las habitaciones de interés para la causa, en un predio sobre el cual se realizaron “varias modificaciones no muy prolijas” sobre todo en la zona de alojamiento de detenidos. Recordemos que en el espacio se hicieron dos inspecciones oculares en la instrucción de la causa, una en septiembre de 2007 por el TOF 1 platense y otra en junio de 2010 por el juez Arnaldo Corazza. El sobreviviente Adolfo Paz, que estuvo recluido en “El Infierno” entre diciembre del ’76 y febrero del ’77, dijo que “el lugar a donde me llevaron, lo puedo reconocer, no porque lo haya visto, lo puedo reconocer porque yo nací a dos cuadras de ahí, nací, me crié, cada ruido de ese barrio era cosa de haberlas vivido”. También las sobrevivientes Claudia y Silvia Gorban, recluidas en el CCD entre noviembre y diciembre del ’76, afirmaron que en este lugar se podía escuchar el tren. 

Según informe de la CONADEP la Brigada contaba con un acceso principal subiendo cuatro escalones. Los detenidos y las detenidas ingresaban por un garaje con portón metálico. Silvia Gorban, describió que “el portón era un portón con dos pilotes a los costados pintados de amarillo y negro que parecía ser la parte de abajo o al lado de una Comisaría o del lugar de Avellaneda”. El sobreviviente Juan Antonio Díaz, que estuvo secuestrado en la Brigada por un día el 4 de febrero del ’77, declaró en Juicio por la Verdad que “nos llevaron a un lugar atrás y yo creo que era como un garaje, porque posteriormente me subí un poco la venda y se veían ruedas y gomas de coches y estaba bastante sucio ese local... Hay gritos de gente que gritaba y puteaba adentro, no puedo precisar con exactitud dónde, pero calculo que había algún tipo de local porque se escuchaba mucho barullo de gente detenida o para interrogatorio”.

A su vez el sobreviviente Alejandro Iaccarino, secuestrado en el lugar con sus dos hermanos entre julio del ’77 y enero del ’78, declaró que cuando ingresaron originariamente, los entraban y sacaban tabicados, pero aun así se daban cuenta que entraban a un garage. Al momento de la inspección pudo darse cuenta donde estaba cerrado

con material de construcción la puerta donde los ingresaban. Como seguían tabicados, desde allí los llevaban del brazo generalmente golpeándolos hasta las celdas. Su hermano Carlos dijo que entraron tabicados por un portón, y que lo infiere a partir de lo que escuchaba”. Además varios sobrevivientes constataron que a la derecha de un pasillo de unos dos metros de ancho se ubicaba una sala de torturas relativamente amplia. Claudia Gorban dijo que “yo escuchaba como que se estaba torturando a otra gente…”.

Los sobrevivientes también confirmaron que había un patio con un cerramiento de barrotes a la altura del techo, y que al fondo de la planta alta se encontraban cinco celdas con puerta ciega y a la izquierda tres baños. Nilda Eloy, recluida en este lugar entre octubre y diciembre del ’76, refirió que “había seis calabozos con puerta ciega, con mirilla, los calabozos eran relativamente chicos, de dos metros por uno, uno y medio…totalmente cerrado, o sea, más que la mirilla no había otro tipo de ventilación ni nada. Estos daban todos como si fueran a un patio cerrado, con piso de baldosas, enfrente, estaban todos sobre la misma pared. El patio, enfrente, había una pileta, como un piletón de esos grandes de lavar ropa y sobre el costado, dos baños con inodoro, chicos…”.

El ex detenido Oscar Ernesto Solis dijo en la instrucción de la causa que “nos tenían en

celdas muy pequeñas, que debían ser para dos o tres personas como mucho, y en la que me toca, debían ser como seis o siete u ocho, no recuerdo, un lugar que prácticamente no tenía ventilación, era una puerta hendija, y también había únicamente un mirador que siempre estaba cerrado normalmente. Las veces que hemos podido ver, y lo que sí veíamos, que en los techos se veían rejas con lo cual yo decía, esto es una Comisaría o un lugar, digamos, una dependencia Policial”. 

Gerardo Manuel Carrizo, secuestrado en el lugar entre noviembre del ’76 y enero del ’77, declaró que “estábamos en un lugar que creo que en la jerga de los presos le llaman ‘buzón’ y había cuatro o cinco, no recuerdo bien, buzones uno junto al otro. Y en el buzón, que tendría dos metros por uno, éramos cinco o seis o siete a veces, todos vendados y con las manos atadas. Nos sacaban a comer, que nos daban de comer en la boca, en un patio, cuando volvíamos al buzón, no volvíamos las mismas personas, quizás nos cambiaban. Del buzón, del lugar donde estaba el patio, y esas entradas de esas celdas,

había dos o tres letrinas, no me acuerdo exactamente si eran dos o tres letrinas y una pileta en el fondo donde tomábamos agua; o sea, donde nos acercaban y tomábamos agua, y hay cosas que en esas circunstancias uno no se olvida, en la pileta la canilla estaba dada vuelta para arriba”.

También según los testigos se pudo saber que arriba de las celdas-buzón había una pasarela para la guardia y probablemente otras dependencias. Carlos Iaccarino describió que “estaba todo cerrado con alambre artístico arriba y uno veía cuando la gente caminaba por arriba, estaba todo cerrado”.

La Brigada de Lanús fue el primer lugar al que trasladaron a la mayoría de las víctimas que pasaron por ese sitio, y, por lo tanto, se trató del sitio en el que eran registradas. Finalmente, el destino de los detenidos que pasaron por este CCD no fue siempre el mismo. Algunos fueron liberados desde ese mismo lugar, otros fueron traslados a otros centros clandestinos de detención y otros aún permanecen desaparecidos. 

Ya en las inspecciones oculares realizadas por la justicia con los sobrevivientes hace una década se constató que en un sector del patio que linda con los calabozos se pusieron baldosas nuevas y que las rejas verdes de ingreso a ese sector también eran nuevas. A su vez el piletón frente a los baños que se encontró no era el original, de cemento y más grande que el actual. Y en el enrejado de esa zona se agregaron viguetas y una de las oficinas que funciono como sala de torturas era más grande, y fue dividida con una pared. Tras eso se había dictado una medida de no innovar sobre el lugar donde se confinaba a los detenidos.


INFORMACIÓN PARA REPRIMIR



A continuación se escuchó el testimonio de JULIETA SAHADE,  directora del programa de Gestión y Preservación de Archivos de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) que expuso un análisis de los archivos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA). 

El área de Inteligencia de La Bonaerense tiene larga data en la fuerza. Nació en 1912 dentro de la Comisaría de Investigaciones como Gabinete de Orden Social y Leyes Especiales y se dedicaba a la persecución de transhumantes y anarquistas. Luego en 1923 mutó hacia la Sección de Orden Social y Público, en 1937 se especializó como Sección Movimiento Político y recababa informaciones sobre reuniones públicas y en 1946, durante el primer peronismo se recategorizó como División de Orden Público para espiar todas las actividades políticas, especialmente de socialistas, comunistas y anarquistas, en coordinación con organismos similares de otras fuerzas. Durante la fusiladora se creó un Servicio de Informaciones al poco tiempo devenido en Central de Inteligencia, y en 1962 se formaliza el Servicio de Informaciones Policiales (SIPBA), desarrollando modernas técnicas de búsqueda, calificación, clasificación, archivo y distribución de información con revista directa hacia la Jefatura de la fuerza. Durante el tercer gobierno peronista se dicta la Ley Orgánica N° 8268 que establecía que la Dirección de Informaciones operaba como mecanismo de inteligencia inherente a la policía de seguridad y en 1975 al reglamentarse la Ley orgánica. Es así que recién en octubre de 1978, mediante resolución N° 30.056 la Dirección General de Informaciones pasa a denominarse Dirección General de Inteligencia (DIPPBA). 

Sahade comenzó aclarando que el programa que ella coordina trabaja con el fondo documental de la DIPPBA y explicó que allí se realiza un abordaje de triple para que los archivos cumplan la función de ser memoria de la institución que los produjo, ser fuente de investigación y a la vez ser garantía de derecho de la información que contienen. Para ello se hace una tarea de preservación física, conservación y digitalización del material, a la par de una puesta en contexto de la producción de la información para otorgar sentido al documento y finalmente una protocolización en el acceso y difusión de esa información.

Conteniendo archivos de inteligencia policial de las décadas del ’30 al ’90, expresados en más de 200 mil fichas personales, 43 mil fichas temáticas y casi 4 millones de folios de legajos de acumulación de información, el fondo DIPPBA fue descubierto en 1998, momento en que se decide la disolución de la Dirección y la puesta a resguardo de su archivo por una ley provincial, a la vez que se dispone la custodia por la justicia federal platense en el tramo ‘76-’83, de interés para la investigación judicial en las causas de lesa humanidad. 

La testigo señaló la existencia de una continuidad en la política de creación de un “enemigo interno” en todas las versiones de la dependencia de inteligencia de La Bonaerense a través del siglo XX, con las particularidades epocales de la burocracia policial de cada tiempo, pero con una linealidad de la persecución política al opositor al régimen y la generación de información en los ámbitos educativo, gremial, religioso, social y otros, denominados todos ellos “factores” en la jerga y estructura de la propia fuerza. El quiebre lo marca la profesionalización y especificación de la tarea represiva a partir de la puesta en práctica de la Doctrina de Seguridad Nacional desde la década del ’50. A partir de allí el fichaje… Sahade ejemplificó el espíritu de esa tarea de inteligencia para la represión en 3 frases de 3 legajos de la Mesa de Doctrina de la DIPPBA que ilustran certeramente las directivas con que se actuaba: “saber quién es quién, es decir, tener registrados a los buenos para saber quiénes son cuando dejen de serlo”, “todo gasto que la marcha de este servicio demande al Estado quedará compensado las más de las veces”, y “no se debe actuar por reacción sino asumir la iniciativa de acción, inicialmente con actividades de inteligencia sin las cuales no se podrán ejecutar operaciones”. En ese sentido de quiebre en profesionalización de la tarea de inteligencia la archivista destacó la creación en 1956 de la Secretaría de Inteligencia del Estado, la famosa SIDE, que a partir de allí coordinó la conformación de la llamada “Comunidad Informativa” (CI) integrada por las dependencias de inteligencia de las fuerzas policiales provinciales y federales, así como de las fuerzas armadas y otros servicios civiles del Estado. Esa centralización y jerarquización de la información sensible jugó un papel central en la denominada “lucha contra la subversión” ya desde antes del golpe de Estado de marzo del ’76, y a partir de la Directiva 404 del año ’75 su definitiva puesta en cabeza del Ejército como elemento conductor de todas las tareas represivas y la subordinación de toda la estructura policial a ese mando.

En lo que hace a la estructura de inteligencia de La Bonaerense de Ramón Camps y Ovidio Ricchieri contaba con 10 delegaciones en el área metropolitana, Incluidas La Plata, Quilmes, Lanús, La Matanza, Morón y Capital, más representantes ante el Ministerio del Interior y llegada directa a presidencia a través del llamado Grupo de Reunión Olivos. A su vez en el interior de la provincia contaba con 4 delegaciones en zona norte, desde Junín hasta Mercedes, y otras 4 en zona sur de Chascomús a Bahía Blanca pasando por Mar Del Plata. Sahade remarcó que todas esas delegaciones realizaban tareas sistemáticas de acopio y análisis de datos de inteligencia y enviaban informes a pedido de la delegación central, con sede en La Plata, a su vez rendido directamente a la jefatura policial. Las dos áreas centrales de esas delegaciones eran “búsqueda”, que realizaba acopio de información de la actividad social según factores, y “enlace”, que realizaba las tareas de contacto y coordinación con las dependencias de inteligencia de otras fuerzas integrantes de la CI para establecer lo que denominaban “blancos” y realizar operativos propios o conjuntos.

Si bien la centralidad del foco de la estructura represiva en este debate está puesto en la acción de 3 dependencias de la Dirección General de Investigaciones de La Bonaerense conducida por Etchecolatz como son las Brigada de Banfield, Quilmes y Lanús-Avellaneda, a su vez dependientes de la Dirección de Investigaciones Zona Metropolitana, el testimonio alumbró a la comprensión de la importancia de la tarea del área de Inteligencia de la fuerza, ya que en sentido estricto la tarea operativa era llevada adelante por Investigaciones y Seguridad, no se podría haber llevado a cabo sin la intervención del área de Inteligencia, que centralizaba, acopiaba y distribuía la información básica para el accionar represivo. En ello va la diferencia táctica entre el canal operacional y el canal técnico de la represión, que podrá ser ampliado por otra testigo del área de Archivo de la CPM en el debate.

Sobre el final de la exposición de la testigo Sahade el juez Rodríguez Eggers realizó una pregunta referida a la posibilidad de la existencia de otros archivos o documentación referida a la Inteligencia para la represión durante el Terrorismo de Estado. La testigo respondió que casos como el de la provincia de Santa Fe, donde continúan apareciendo archivos, alienta la posibilidad de nuevos materiales, y que depende de la forma de cada institución generadora de información.

En septiembre pasado se halló material de la SIDE consistente en un libro con más de 500 imágenes y fichas de perseguidos políticos durante la dictadura en un placard de la Agencia Federal de Inteligencia, curiosamente nunca relevado en 37 años de democracia y en 5 de existencia de la AFI. En este sentido espacios como el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia de Caba y varios organismos de DDHH independientes del Estado y los gobiernos redoblamos en 2020 el reclamo por la apertura total de los archivos de la represión con una campaña nacional en ese sentido que no ha tenido la debida trascendencia. En todo caso el hallazgo realizado en 2020 en la AFI abre la posibilidad cierta de que aún pese a que la propia dictadura ordenó la destrucción de muchos acervos documentales al final de su gestión, y de que el Estado democrático completó la tarea con la desidia sobre esos materiales, existan en los sótanos de la democracia valiosos documentos. El problema central es que llevamos 44 años de lucha contra la impunidad y 14 de juicios orales en todo el país y la apertura total de los archivos no puede demorar más tiempo. 




El juicio durante todo enero y febrero de 2021, pues no habrá receso de verano excepto en carnaval. Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.

sábado, 9 de enero de 2021

29 DICIEMBRE 2020: DÉCIMA AUDIENCIA

DELITOS ESPECÍFICOS

Se escucharon los testimonios de María Sondéreguer y Alejandra Paolini, investigadoras de los delitos sexuales y la violencia de género en el marco del Terrorismo de Estado que plantearon la necesidad de investigar y condenar en específico esos crímenes como hechos autónomos, distintos a la tortura y con alcances e implicancias particulares.

Por HIJOS La Plata

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LA INVASIÓN DEL CUERPO DE LAS MUJERES

La última audiencia de 2020 en el juicio por las Brigadas de Investigaciones de Banfield, Quilmes y Lanús (Avellaneda) comenzó con la exposición de MARÍA SONDERÉGUER, abogada e investigadora del Centro de Cultura y memoria de la Universidad de Quilmes que se ha dedicado a estudiar la temática de Género y Derechos Humanos, y expuso en particular sobre violencia sexual y violencia de género en el Terrorismo de Estado. La especialista afirmó que su tarea comenzó en 2008 con un equipo de la Unqui y de la Universidad de Lanús, tratando de visualizar cómo distintas sobrevivientes de la dictadura que habían sufrido múltiples formas de violencia sexual y de género explicitaban su vivencia en los juicios a los genocidas. Destacó que si bien en el juicio a las juntas, causa 13 y 44 de los años ’80, y en el informe “Nunca Más” de la Conadep aparecían esas denuncias, habían quedado subsumidas en la figura penal de torturas y tormentos y no se las calificaba específicamente como delitos autónomos en el marco del plan genocida. A partir de ello se propusieron observar las nuevas denuncias de nuevas testimoniales con una mirada de género que aporte elementos para conceptualizar la especificidad de esas violencias, ligada a los avances en la normativa y la jurisprudencia nacional e internacional en la temática.

En este último sentido definió que la vieja concepción de la tortura como toda afectación a la dignidad de las personas abarca pero no define ni distingue a la violencia sexual como un delito particular y recién a partir de la década del ’90 en las Convenciones de Viena, Beijing y Belém de Pará y las experiencias de juzgamiento de los genocidios cometidos en Yugoslavia y Ruanda (que dieron curso al Estatuto de Roma) se comienza a definir a la violencia sexual y de género como la afectación física, sexual y psicológica de la mujer que comprende la violación, el maltrato y el abuso sexual, en una situación desigual de poder tanto en el ámbito doméstico como en la comunidad, en este último caso incluye hechos perpetrados por agentes del Estado como los que se juzgan en este debate.

Sondéreguer explicó que para que se empezara a cambiar el paradigma se dio una modificación de los marcos interpretativos y “aquellas violencias que estaban naturalizadas pudieron ser pensadas en su especificidad y como parte de un plan sistemático de exterminio. Si uno ve la larga historia de la humanidad observa que la violencia y las violaciones hacia las mujeres formaban parte de las situaciones de guerra y de conflictos armados, y era utilizada como un arma de guerra por los ejércitos de ocupación, una práctica naturalizada en el contexto de una situación de dominio. La invasión del territorio implicaba también la invasión del cuerpo de las mujeres”.

En el mismo sentido señaló como fundamental el cambio de la tipificación de la violación sexual en el código penal argentino, pasando del concepto del viejo código de 1921 de “delito a la honestidad” al “delito contra las personas”, lo que implica que el bien jurídico protegido comienza a ser la libertad sexual y la dignidad de las personas. Tomando el concepto de la antropóloga Rita Segato, quien refiere que no se debe conceptualizar la violencia hacia las mujeres como crimen sexual sino como agresiones por medio sexual, ya que esa violencia no opera en términos de relaciones interpersonales sino como una demostración de poder, la especialista señaló que así como se viene evidenciando una ampliación del concepto de tortura y del de violencia y una clausura del paradigma de la mujer honesta, se ha modificado la noción de consentimiento a la hora de conceptuar esta problemática. Citó  casos juzgados en Yugoslavia y Ruanda de reducción a la servidumbre sexual, donde los tribunales definieron que en situaciones de abuso sexual con coerción, aunque no se recurra a la fuerza física, se comete este tipo de delitos específicos contra la libertad e integridad de la mujer ya que la amenaza y la extorsión se aprovechan del miedo generado para concretar la comisión del delito sexual. 

En particular sobre las situaciones vividas en los CCD de argentina Sondéreguer refirió que tanto la desnudez forzada como los abusos sexuales, los partos clandestinos, la esclavitud sexual, los embarazos forzados, los tocamientos, todos ellos conformaban el delito específico de violencia sexual y de género en el contexto del plan sistemático de exterminio que significó el genocidio perpetrado por la última dictadura. En el caso de la esclavitud sexual señaló que durante muchos años se la señaló como un vínculo entre víctimas y perpetradores, supuestamente amparados en el consentimiento de las víctimas, pero hoy es claro que no hay posibilidad de consentimiento legítimo en el contexto del cautiverio en un CCD.

Por último la testigo señaló la función específica sobre las mujeres que operó el plan de extermino: el disciplinamiento psicológico, discursivo, físico y sexual en los CCD hacia aquellas mujeres militantes que se habían apartado del rol tradicional de madre, ama de casa, esposa e hija obediente y a su vez el señalamiento de esas mujeres como transgresoras a ese orden tradicional  y la habilitación de las violencias sexuales para operar ese disciplinamiento.



CONDENA ESPECÍFICA A LOS DELITOS SEXUALES

La audiencia continuó con la testimonial de ALEJANDRA PAOLINI, abogada penalista formada en la Universidad de Rosario, ex integrante de la Unidad Fiscal de delitos de lesa humanidad, actual defensora pública en Santa Fe e integrante del Comité de América Latina para la Defensa de los Derechos de la Mujer. 

El testimonio fue cortado por la abogada María Carmen Ibañez, defensora del jefe del Regimiento 3 de La Tablada y genocida  ya tres veces condenado Federico Minicucci, que intempestivamente se opuso a que la testigo exhiba un power point con testimonios de sobrevivientes de los CCD de la dictadura narrando los delitos sexuales de que fueron víctimas. La doctora Ibañez viene cumpliendo un destacado rol en entorpecimiento del debate y, junto a su padre Gerardo Ibañez, han defendido al genocida Rodolfo Godoy, condenado a 25 años con domiciliaria en la causa por la Brigada de Investigaciones de San Justo y al piloto de los vuelos de la ESMA Julio Poch, a quien le consiguieron una absolución en el veredicto de 2017. El tribunal rechazó el planteo y le recordó a la doctora que en audiencias anteriores otros testigos ya habían exhibido información de apoyo y ella no había planteado ninguna oposición.

La especialista, coautora con otras cinco investigadoras del libro “Grietas en el silencio”, una investigación sobre la violencia sexual en el marco del Terrorismo de Estado, explicó que la tarea para ese volumen se inició en 2009 con un amicus curiae en la Causa “Riveros” ante el TOF de San Martín con aportes jurídicos y jurisprudencia en relación a la posibilidad de juzgar y condenar los delitos sexuales cometidos como parte del genocidio y ante el dictado falta de mérito de varios represores allí imputados. Para Paolini “las violencias hacia las mujeres han sido siempre invisibilizadas tanto a nivel nacional como internacional. Primero por una alta resistencia de las víctimas a relatar las agresiones sexuales, pero también en los procesos de investigación de estas causas que, pese a la existencia de una pluralidad de declaraciones desde los legajos de la Conadep en adelante, el operador judicial no las relevaba o no las tomaba como un hecho independiente a la tortura”.  

La testigo citó varios de los testimonios que fueron base para el libro “Grietas…”, por cierto ninguno perteneciente a víctimas de este proceso, y analizó pormenorizadamente  

Las modalidades y las implicancias de las diversas formas de la agresión sexual sufrida por las mujeres en el cautiverio de los centros de exterminio. E hizo un llamamiento a los operadores judiciales en la necesidad de diferencias las agresiones sexuales de la tortura y condenar por esos hechos en su especificidad.

Paolini explicó que las agresiones sexuales se desplegaron tanto contra varones como contra mujeres, pero en el caso de las mujeres era doblemente sistemática. Agregó que en la mayoría de los casos con las agresiones sexuales se buscaba mortificar y humillar y la búsqueda de información quedaba en un segundo plano. Así para finalizar Paolini explicó que esta violencia sexual masiva y sistemática en los CCD, que incluía violaciones reiteradas y múltiples, tocamientos, desnudez forzosa, embarazos forzosos y abortos forzosos, intentaba imprimir en las subjetividades femeninas un control y un tipo de identidad acorde a los roles sociales históricamente asignados a las mujeres en su relación con los varones de acuerdo al patriarcado, y las mujeres eran especialmente agredidas por desafiar esos roles.

La jornada dejó un claro panorama de los límites impensables a que llegó la represión dentro de los campos de concentración de la dictadura e incluso por fuera de ellos en situaciones de libertad vigilada, y planteó la paradoja de que pese a los cambios de paradigma en la concepción de las violencias sexuales, queda mucho por hacer en materia de castigo de estos crímenes. Porque pese a los avances en los criterios de acusación en las causas contra los genocidas de la última dictadura queda mucho por hacer en materia de delitos sexuales. Según datos del Ministerio Público en menos del 15 % de las causas de lesa humanidad con sentencia en todo el país se han juzgado y condenado delitos sexuales. Y sólo unos 110 de los más de 1400 represores condenados recibieron sentencia por este tipo de crímenes. El rol del estado en este sentido ha dejado mucho que desear porque si hoy, al igual que lo que sucede respecto al delito internacional de Genocidio por el que las querellas oficiales suelen pedir pena subsidiaria, los fiscales del país recién comenzaron a acusar plenamente por este tipo de hechos en 2012, es decir 6 años después de iniciado el proceso de los juicios. 





El juicio durante todo enero y febrero de 2021, pues no habrá receso de verano. Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.



Crónicas del debate en 

https://juiciobanfieldquilmesinfierno.blogspot.com/

AUDIENCIA 37 DEL JUICIO POZO DE BANFIELD, POZO DE QUILMES E “INFIERNO”

FUENTE: DIARIO CONTEXTO - Ago 24, 2021 E l secuestro y desaparición de Ricardo Darío Chidichimo, por entonces meteorólogo recibido e...