sábado, 14 de agosto de 2021

3 DE AGOSTO : TRIGESIMA CUARTA AUDIENCIA

 TRES HIJXS Y UN SOLO RECLAMO

Una nueva audiencia del debate oral por los crímenes cometidos en las Brigadas del conurbano de La Bonaerense en dictadura. Se escucharon tres testimonios completos, complejos y emotivos. Mariana Busetto, hija del militante del PRT-ERP Osvaldo Busetto, secuestrado en La Plata y desaparecido en los CCD de Arana, Banfield y Quilmes; Ramiro Poce, hijo de Ricardo Poce y sobrino de Julio Poce y Graciela Pernas, desaparecidos desde el “Pozo de Banfield” en diciembre del ‘76; y María Ofelia Santucho, que con 12 años pasó como detenida desaparecida junto a sus primas por los CCD de “Puente 12” y el “Pozo De Quilmes” en diciembre del ’75 y luego se exilió en Cuba. Tres historias unidas por el dolor de la pérdida y las ausencias, hermanadas en un solo reclamo: Verdad y Justicia.

Por Espacio de Lucha Nilda Eloy

https://juiciobanfieldquilmesinfierno.blogspot.com/

 https://www.facebook.com/EspaciodeLuchaNILDAELOY


 
    

MUCHOS “HUBIERA”

La audiencia comenzó con el relato de MARIANA BUSETTO, hija de Osvaldo Busetto, militante del PRT-ERP secuestrado el 9 de septiembre del ’76 en el centro de La Plata tras ser baleado cerca de la Plaza San Martín y visto en los CCD de Arana, el “Pozo de Quilmes” y “Pozo de Banfield” hasta fines de aquel año.

La testigo dijo que cuando desapareció su padre ella tenía dos años de edad y que conoce la historia por la investigación que pudo hacer desde su juventud gracias a los testimonios de sobrevivientes y familiares.

Así relató que al momento de ser secuestrado su padre tenía 30 años, estudiaba arquitectura y había sido bombero de la Policía. Estaba separado de su esposa, con la que había tenido a Mariana, y estaba en pareja con Ángela López Martín, profesora de geografía del Colegio Nacional de La Plata, que fue secuestrada unos días después que Osvaldo, y ambos continúan desaparecidos.

Mariana reivindicó la militancia de su padre al decir que “tenía un cargo dentro del ERP”, y agregó que el primer testimonio que leyó sobre su padre fue el del sobreviviente Pablo Díaz en el libro “La Noche de los Lápices”, en un ejemplar que le regaló su abuela paterna. Dijo también que ya en la etapa de la escuela secundaria fue a varias marchas estudiantiles o de derechos humanos, siempre a escondidas de su madre porque en la familia había mucho miedo.

Así fue relatando la reconstrucción que pudo hacer de la historia de Osvaldo, y conoció mucho tiempo después al sobreviviente Walter Docters, quien compartió militancia y cautiverio con su padre. “Estudié los testimonios de Pablo Díaz y de Walter Docters y mi abuela me dio un libro donde había unas cartas de Gustavo Atilio Calotti que le había escrito a mi tío Juan Carlos Busetto, quien se ocupó de buscar a mi papá”, dijo Mariana. Agregó que su tío “no tenía un límite para buscarlo desaparecido y cuando mi papá estaba vivo no tenía límites para esconderlo”. Señaló que también fue por la sobreviviente Nora Ungaro que conoció el paso de su padre por los CCD de Arana y “Pozo de Quilmes”.

De esta manera pudo saber que “a mi papá lo balean mucho, en una pierna y en otras partes del cuerpo. Lo llevaron al Hospital Naval para operarlo, pero luego lo llevaron al Pozo de Arana. Lo necesitaban vivo”.

Hasta donde se pudo saber Osvaldo Busetto fue trasladado en octubre del ’76 al “Pozo de Quilmes”, donde recibió curaciones de sus heridas de parte del estudiante platense Víctor Treviño, que se encontraba allí secuestrado y continúa desaparecido. Ya para noviembre del ’76 Osvaldo fue llevado al “Pozo de Banfield” donde esta vez fue atendido por Pablo Díaz, y donde ambos detenidos eran controlados por el genocida y médico policial Jorge Antonio Bergés, uno de los 18 imputados en este debate. “Tengo información hasta fines de diciembre. Ya ahí no lo ve nadie más a mi papá”, dijo Mariana. Y agregó que sobre Ángela supo que “estuvo en Quilmes y después ya no supe más nada”. Los casos de Ángela López Martín y Osvaldo Busetto forman parte de la acusación de este juicio, y por ellos están imputados una decena de represores.

Sobre los genocidas, Mariana sentenció que “esta gente nunca dijo nada. Tienen un pacto de silencio siniestro. No dicen ni dónde están los nietos ni dónde están las personas que buscamos. Siento que estos juicios son reparadores en parte y que la palabra lesa humanidad tiene que ver con eso: esta gente está cometiendo ahora mismo un delito porque está callando, les gusta seguir haciendo daño”.

Sobre el final de su relato reflexionó sobre su propia vida como hija de desaparecido y dijo que atravesó “una infancia tristísima y una adolescencia muy difícil”, con su madre y su pareja que era un violento. Aún así dijo que se siente acompañada por el “recuerdo de los que no están”. Y finalizó afirmando que pasar por la organización HIJOS la ayudó mucho, ya que si bien “los HIJOS tenemos muchos hubiera: ¿Cómo hubiese sido mi vida si él hubiese estado? ¿Cómo hubiera sido él como abuelo?”, dijo que “el amor que se siente entre los HIJOS es totalmente diferente al que uno pueda sentir por amigos o hermanos de sangre”.



LOS POCE-PERNAS

A continuación se escuchó el testimonio de RAMIRO POCE, hijo y sobrino de militantes desaparecidos. Sus tíos Julio Gerardo Poce y Graciela Pernas, cuyos casos forman parte de la acusación en este debate, fueron secuestrados en Capital federal el 19 de octubre del ’76 y vistos en el “Pozo de Banfield” hasta fines de ese año. Ramiro es además hijo de Ricardo Poce, secuestrado y desparecido el 9 de diciembre del ’78 en Berazategui y visto en el CCD “El Olimpo”.

Al comenzar el testimonio Ramiro reflexionó que “ya pasaron 45 años. Si bien este juicio tiene un valor, también hay cosas que se perdieron, como la posibilidad de que mi abuelo esté testimoniando. Cuando la justicia es muy lenta, no es justicia. Este juicio tiene un valor pero llega tarde”, dijo a un tribunal que se tomó 8 años desde la elevación del primer tramo de la causa por el CCD de Banfield para iniciar el debate oral.

Ramiro reivindicó la lucha de su abuelo Julio César Poce, destacado integrante de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y médico del Hospital de Niños de La Plata, quien durante años trabajó en una tarea de investigación de lo sucedido con sus familiares desaparecidos y que se compilan en un libro, titulado “Historia no oficial de la dictadura del proceso, sus antecedentes y consecuencias” que el testigo exhibió y aclaró que nunca fue publicado, pero puso a disposición del tribunal.

De esa manera Ramiro pudo saber que Julio y Graciela se conocían desde el secundario en el Colegio Nacional de La Plata, se habían casado, militaban juntos y fueron secuestrados en Capital Federal el 10 de octubre del ‘76. Luego fueron vistos en el “Pozo de Banfield” por los sobrevivientes Pablo Díaz y Alicia Carminati hasta fines de noviembre de aquel año. La pareja había comenzado de jóvenes una militancia en el Grupo de Estudiantes Secundarios Socialistas, luego en el Grupo Universitario Socialista (GUS) y más tarde en el espacio de acción directa de ese grupo que fue la Organización Comunista – Poder Obrero (OCPO). El espacio era un grupo político militar conducido entre otros por Dardo Castro, constituido en 1974, que logró un desarrollo teórico, político y organizativo que lo llevó a participar de las experiencias más importantes del movimiento obrero y popular argentino de la década del ´70.


Ramiro contó al tribunal que ya desde el año ’75 su familia venía sufriendo persecución política: en julio de ese año la Concentración Nacional Universitaria (CNU), banda criminal estatal del tercer gobierno peronista asesinó a Roberto Rocamora, como Julio y Graciela militante del GUS y de la OCPO. “Ese fue uno de los primeros golpes duros”, dijo Ramiro, y agregó que “para ese momento mi tío ya había sido amenazado de muerte por la CNU y la Triple A”. Ante esa situación la pareja de Julio y Graciela se mudó a Capital en el barrio de Flores y su padre Ricardo a Berazategui. Julio y Graciela siguieron estudiando y en el ’76 estaban él en cuarto año de Medicina y ella en primero de Ecología, en la Facultad de Ciencias Naturales. Sin embargó la represión continuó y en mayo del ´76, un grupo armado allana la casa de los abuelos paternos de Ramiro en La Plata. Allí los represores dieron vuelta la casa y robaron objetos de valor, lo que Ramiro definió como que “da cuenta del nivel de delincuencia de esas personas. Aunque se escuden en cuestiones ideológicas, robaban todo lo que podían”.

Finalmente el 19 de octubre un operativo del Ejército llegó hasta el departamento de la pareja en Flores. “Mis tíos intentan escaparse por una pared de atrás. Graciela casi se había escapado y a mi tío le tiran un tiro en la pierna y Graciela vuelve, y ahí los secuestran”, contó Ramiro que pudieron reconstruir en la familia. Casi 2 años después su padre Ricardo era baleado y secuestrado en Berazategui. Por ambos hechos los abuelos paternos se movieron realizando varias gestiones. La abuela Elena Mateos fue Madre de Plaza de Mayo y su abuelo estuvo muy activo en la APDH. Realizaron la búsqueda ante Amnistía Internacional y también ante el Ministerio del Interior en plena dictadura. Su abuelo contó durante los Juicios por la Verdad en La Plata que sólo dos vecinos se animaron a hablar con él y contarle lo que había pasado aquella madrugada de octubre del ‘76. Por testimonios de sobrevivientes como Cristina Comandé, Elena Corbín y Elio López, supieron que a Julio y a Graciela se los llevaron al Centro Clandestino de Detención conocido como Puente 12/Protobanco/Banco o Brigada Güemes. En noviembre los trasladaron al Pozo de Banfield, según testimonios de José María Noviello, Pablo Díaz y Alicia Carminati. “Dicen que diciembre fue el último mes que los vieron con vida. Estos son delitos de lesa humanidad, no prescriben y continúan en el tiempo. No tenemos los cuerpos de ninguno de los desaparecidos de mi familia. Mis primos siguen apropiados. Esta gente que está siendo juzgada, que ni siquiera se conectan a la audiencia, tienen un pacto de silencio y podrían decir dónde están los cuerpos y dónde están los nietos. Para eso podrían servir también estos juicios”, finalizó Ramiro.

 



Para cerrar su testimonio y homenajear también a Graciela Pernas, Ramiro Poce leyó un poema de autoría de la propia militante desaparecida de su libro “Pájaros Rojos” que dice: “A veces te siento cerca, a veces te siento lejos. Ay miedo, qué tonto miedo que me quiere tapar. Tapar la fuerza, tapar la pelea. Tapar la lucha y que me dice ‘Soy tuya”. Tomáme y sentémonos a llorarme. Pero yo quiero tenerte lejos. Porque hoy no sos vos más mía. Mías son otras. Más grandes, más negras, más frías. Que medicen. Tomános, levántate y luchemos”.

 


NIÑOS EN LOS CCD DE LA BONAERENSE

 
El testimonio final de la jornada fue el de MARÍA OFELIA SANTUCHO, hijas mayor de la pareja de militantes del PRT-ERP formada por Ofelia Paz Ruiz y Oscar Asdrúbal Santucho. Oscar era hermano de Mario Roberto Santucho, referente máximo del PRT y jefe del ERP. María Ofelia contó que su familia dejó la provincia de Santiago del Estero cuando ella era adolescente, y fueron a vivir en una casa en Morón. Así recordó que en el año 1975 se vivió con mucha tensión, ya que su padre fue asesinado en Tucumán, mientras ella, su madre y sus hermanas seguían en Morón. Dijo que ya en ese momento las medidas de seguridad militantes estaban en pleno funcionamiento, y que todos tenían otros nombres, a la vez que la casa familiar era visitada por muchos militantes a los que identificaban como “tíos”.

 

La testigo relató el operativo que sufrieron el 8 de diciembre del ’75, cuando estaban festejando el cumpleaños del hijo de un compañero del partido en presencia de varios niñxs, entre ellxs las 3 hijas del jefe de la organización, Ana Cristina, Marcela Eva y Gabriela Inés Santucho. Dijo que “en 2 segundos, de una patada se abre la puerta. Mi prima entra. Un tipo empieza a gritar. Nos quedamos paralizadas. Empezaron a entrar por las ventanas y en fracción de segundos había 12 o 15 personas en la casa. Gritos, patadas, insultos y preguntas como ‘¡¿dónde están las armas?!’ colmaron aquel allanamiento”. Contó que los represores rompieron varias sábanas, ataron a niñxs y grandes, entre ellos Ofelia Paz y Esteban Abdón, con las manos en la espalda y los sacaron de la casa bajo la mirada de los vecinos. Después los subieron en varios autos. A ella con sus dos hermanas. A María Ofelia le quedó grabado que uno de los represores preguntó a cuánto estaba Campo de Mayo, pero en realidad fueron llevadas al CCD “Brigada Güemes-Cuatrerismo” o “Puente 12”, en Panamericana y Richieri, en la rotonda que deriva ambas autopistas en el partido de La Matanza. En ese lugar sufrieron amenazas, golpes, y manoseos, más un interrogatorio comandado por el genocida apodado “Mayor Peirano”, el militar Carlos Antonio Españadero, que desde diciembre pasado está siendo juzgado por 17 casos de personas secuestradas en ese CCD.

 

Al día siguiente las llevaron al “Pozo de Quilmes”, donde estuvo 2 días junto a sus hermanas María Susana, María Silvia y María Emilia; sus tres primas, otro primo llamado Mario Antonio y 2 hijos de otros compañeros. La figura de un grupo de niños cautivos en un CCD dela Policía Bonaerense fue rara vez escuchada en estos juicios, y la testigo y sobreviviente dijo que allí los cuidaban unas “asistentes sociales”. El periplo terminó con el represor Españadero sacándolos del lugar para dejarlos en un hotel en el barrio porteño de Flores. Finalmente, como el PRT había localizado el hotel, fueron llevados a la embajada de Cuba, donde estuvieron 1 año sin poder salir. Tras ese lapso pudieron salir del país con destino en Cuba.

Para finalizar su testimonio María Ofelia Santucho reclamó “Verdad y Justicia” por el horror vivido por su familia » y recordó a 5 mujeres que “me han acompañado en mi vida»: su prima hermana Graciela Santucho, su tía Nenita, su tía Cristina Navajas de Santucho y la militante de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos Adriana Calvo, que luchó incansablemente para que esta causa llegara a juicio y falleció hace más de 10 años.

En la audiencia xxx de este debate Miguel Santucho refirió que de los diez hermanos Santucho todos sufrieron alguna consecuencia por su militancia. Además contó la desaparición de su madre Cristina Navajas en conjunto con su cuñada Manuela Santucho y Alicia Dambra, ocurrida el 13 de julio de 1976 en Capital Federal, y el asesinato de Mario Roberto Santucho, Benito Urteaga y Domingo Menna, tres de los máximos referentes del PRT-ERP que cayeron el 19 de julio de aquel año en un operativo en Villa Martelli. Si bien los casos de Cristina y su hijo nacido en cautiverio en el Pozo de Banfield forman parte de la acusación, los hechos sufridos por María Ofelia y sus familiares que pasaron por el “Pozo de Quilmes” no, lo cual motiva tarea para las partes acusadoras.


PLANTEO FINAL

Al finalizar la audiencia el fiscal Juan Martín Nogueira anunció que la querella oficial en el debate pedirá una audiencia para solicitar la ampliación de diversos casos que son parte de la acusación pero que están conceptuados de manera incompleta (desapariciones forzadas u homicidios como simples privaciones de libertad con aplicación de tormentos) o no están debidamente caratulados, hecho a su vez sólo atribuible a la desidia con que instruyen estas causas el ministerio público y los juzgados federales. Veremos qué resulta del planteo, sobre todo teniendo en cuenta que la propia fiscalía viene realizando una tarea de “instrucción express” de varios casos que han quedado marginados de la acusación formal del juicio, y que además las ampliaciones por “hechos nuevos” que habilita el código procesal son siempre menos amplias que la totalidad de los crímenes probados e impunes cometidos en los distintos CCD que llegan a juicio, en este caso las Brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús/Avellaneda. Desde el espacio Justicia Ya! La Plata nos hemos opuesto sistemáticamente a la elevación a juicio de las causas de manera fragmentada e incompleta, ya que sabemos que muchas veces no habrá oportunidad de llevar a debate todo aquello que queda por fuera de las magras instrucciones oficiales, y que casi siempre los jueces de los tribunales orales se niegan con criterios estrechos a incluir en el juicio aquello que no se hizo a tiempo, incluso aunque tenga total sustento probatorio.


El juicio continúa el 10 de agosto con más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio. Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.





 

lunes, 2 de agosto de 2021

13 DE JULIO : TRIGESIMA TERCERA AUDIENCIA

HISTORIAS DE LOS POZOS

En otra audiencia del juicio por la Brigadas de La Bonaerense en dictadura se escucharon dos historias del horror desplegado antes y durante el golpe de Estado. Uno de los hijos del matrimonio Badell- Acosta, militantes del PRT-ERP desaparecidos en 1976 en La Plata, relató el calvario que vivió con su hermana por la pérdida de sus padres y por ser apropiados y maltratados por un tío integrante de la Policía Bonaerense. Y un sobreviviente del “Pozo de Banfield”, Miguel Hernández, relató tras su secuestro en Florencio Varela fue llevado allí en mayo del ’75, y describió que en esa época el lugar ya funcionaba como base de los secuestros y torturas perpetrados en buena parte del conurbano sur.

Por Espacio de Lucha Nilda Eloy

https://juiciobanfieldquilmesinfierno.blogspot.com/

 https://www.facebook.com/EspaciodeLuchaNILDAELOY


 

 LA HISTORIA DE LOS BADELL-ACOSTA

 El primer testimonio de la jornada no fue hecho público a pedido de la testigo y sobreviviente, la hija de la pareja María Eliana Acosta Velasco-Esteban Benito Badell, militantes del PRT-ERP secuestrados el 28 de septiembre del ’76 en su casa de City Bell en La Plata. Los hermanos Badell y su hermano fueron asesinados en los CCD de La Plata, y María Eliana fue vista hasta fines de aquel año en el “Pozo de Quilmes, por ello su desaparición es caso en este debate. 

Quien testimonió a continuación fue ESTEBAN BADELL hijo, que al momento del secuestro de sus padres tenía 9 años. Badell hijo vive hoy en Chile igual que su hermana, porque su madre era chilena y buscaron ese país como refugio tras sucedida la desaparición de sus padres. Los hermanos Esteban Benito y Julio Aníbal Badell eran militantes de la guerrilla guevarista, pero a su vez eran policías y utilizaron esa situación para realizar inteligencia interna en La Bonaerense. Esteban revistaba en Jefatura de calle 2 y 53, y Julio en la secretaría del Director de Seguridad. La esposa de Esteban, María Eliana, estudiaba Medicina en la UNLP y tenía el apodo de “Amelia Erlinda”. 

La noche del secuestro los Badell-Acosta estaban durmiendo y escucharon ruidos y movimientos de varios represores en la casa de City Bell. Esteban estaba con su hermana y una señora en una de las piezas y al levantarse vio a un tipo de civil con una ametralladora en la mano que les dijo que se quedaran callados. Esteban recordó: “Entonces empecé a escuchar que a mi papá le decían ‘Badell, ¿dónde están las armas?’. Supongo que le debe haber pasado el arma de servicio que estaba en la casa, pero le insistían. Empiezo a escuchar que se caen cosas, que tiran cosas. Le dicen a mi mamá que se cambie de ropa. Se los llevan, empezamos a escuchar los portazos de los autos y quedamos con esta señora que no sabía qué hacer. Al día siguiente, esa señora, que se llamaba Angélica, nos llevó a la casa de un tío que vivía a cinco cuadras. Al llegar, él ya estaba en pie y le contamos desesperadamente. El tipo ni se inmuta, no dice nada. Al rato se viste y se va. La familia empieza a llegar, nerviosos, con miedo”, dijo el testigo y explicó que ese personaje que hacía de “tío” se llamaba Tadeo Rojas y que también pertenecía a la Policía Bonaerense. 

“A los dos, tres días, llega la noticia de que a Julio Badell, el otro hermano de mi papá, que también había sido secuestrado, también policía igual que mi papá, lo entregaron muerto. Por testimonios sé que lo tiraron del tercer piso de la jefatura de policía en La Plata. Pero en las noticias salía como que había sido abatido”, afirmó el testigo. Sumó también el dato de que un policía arrepentido atestiguó que a Julio lo habían arrojado por la ventana. Esteban relató que a los 2 días Rojas recibió el cuerpo de su padre, de quien “por testimonios supimos que mi papa murió por la tortura en Arana», sostuvo, y aseguró que en el velatorio la familia vio cómo su “tío apropiador», así lo definió, “se quiebra frente al cajón y dice ‘estos hijos de puta me cagaron, me prometieron que me lo iban a entregar vivo a Esteban’”. Agregó que por ese comentario tuvieron “la primera duda sobre la implicancia de este señor” en los secuestros que sufrió su familia. Para ilustrar la situación que vivieron con su hermana a merced de la familia apropiadora Esteban hijo contó que los Rojas se repartieron los muebles y objetos de valor de la casa de sus padres y que en una oportunidad él mismo fue a la casa y encontró a su “tío” y a un primo quemando los libros de su familia: “El único que pude rescatar fue ‘El Principito’. Estaban a punto de quemarlo”, recordó, y dijo que “eso me impactó y ya ahí me di cuenta de que no los iba a volver a ver más»

 

Esteban comenzó a relatar la terrible cotidianeidad que lo esperaban a él y a su hermana de 7 años viviendo con ese tío policía que también se apoderó de la casa de sus padres: “Al mes nos fuimos a vivir a la casa donde ocurrió el secuestro. Empecé a tener pesadillas. Me despertaba rodeado de sombras que se me caían encima. Me despertaba y empezaba a gritar. La primera vez me retaron, pero la segunda o la tercera empezaron los golpes”, describió. “Como la casa era pequeña, en la habitación dormían sus hijos y a nosotros nos dejaron durmiendo debajo de la mesa con unas frazadas. Ahí empezó más sistemático el maltrato, con golpes y humillaciones por parte de esta tía que era hermana de mi papá. La familia culpó a mi mamá por lo ocurrido a los ‘Hermanos Badell’”, lo cual se enteró cuando fue a Chile y pudo leer unas cartas que se habían enviado entre su abuelo materno y Rojas. “Lo único que queríamos era irnos a Chile”, afirmó Esteban, y dijo que eso no pudo suceder enseguida porque Rojas amenazaba a la familia materna que intentó acercarse desde Chile para llevarse a los chicos. A tal punto llegó la violencia que “de un día para el otro, mi abuelo no apareció más y también lo habían amenazado con desaparecerlo si no se iba de Argentina”. Mientras tanto Rojas iba logrando ascensos en la policía y pasando de dirigir una y otra comisaría con destinos diversos en el conurbano y Esteban y su hermana seguían siendo golpeados por sus propios familiares y obligados a hacer las tareas de la casa como si fueran esclavos. “Dentro de la familia tenía tareas más varoniles. Mantener el jardín, arreglar cosas. Era una obligación. Mi hermana era peor, porque era mujer”, dijo y deslizó sufrimientos mucho peores. “Trataban de hacernos sentir poca cosa. Todos los integrantes de la familia sentían el derecho de humillarnos. Los niños también. Era una dinámica bastante cruel. No podíamos comer lo mismo que comían ellos. Comíamos comida añeja. O comíamos antes o después de la familia. Los primos también ejercían violencia sobre nosotros, hasta que un día de tanta rabia fui a la cocina y los corrí con una cuchilla. Yo tendría once años”, recordó Esteban. La locura que vivieron con esa familia llegó hasta una escena que el testigo recuerda bien: un día Rojas llegó a la casa con un bebé. La mujer empezó a gritar que dejara al bebé: “Yo lo quiero para mí, no te lo lleves”, gritaba la mujer, y Rojas se enfureció y le respondió: “este bebé no, si querés otro, sí”. Esteban siempre vinculó esa anécdota oscura al robo de bebés nacidos en el cautiverio de sus madres militantes secuestradas y hechas parir en las maternidades clandestinas de la Policía Bonaerense. Al respecto del médico policial Jorge Antonio Bergés, que está probado coordinaba la entrega de niños desde clínicas de Quilmes y fue condenado numerosos casos de apropiación, Esteban fue analizando varios elementos que lo ligan a la desaparición de su propia madre. Cierta vez le preguntó a Rojas y a sus primos por su mamá y recibió respuestas distintas: “Mi primo me dijo que había muerto en Arana y que la habían quemado entre neumáticos. Mi tío me dijo que murió en Quilmes y que la habían tirado en una fosa común en Quilmes”, fue tejiendo el testigo. Según los testimonios de Emilce Moler y las hermanas Ungaro se sabe que María Eliana Acosta Velasco estuvo secuestrada en el “Pozo de Arana” y en el “Pozo de Quilmes” por lo menos hasta mediados de diciembre del ’76. Continúa desaparecida. Pero además Esteban recordó que para poder tener la tutela de los niños, su tío necesitaba un certificado de defunción de sus padres. Fue así que Esteban supo que en un primer certificado sobre la causa de fallecimiento de su madre, que él mismo pudo ver, decía “muerte en enfrentamiento”, y el último certificado oficial, que esta vez él se encargó de conseguir, dice “muerte por ahorcamiento” con intervención de la Brigada de Quilmes, firmada por el represor Bergés. Por el caso de María Eliana Acosta están imputados en este debate los represores Miguel Etchecolatz, Emilio Herrero Anzorena y el propio Bergés.
 
Los hermanos Badell la pasaron especialmente mal por ser integrantes de la policía: fueron torturados salvajemente con interrogatorios específicos. Julio Badell fue llevado a Jefatura y asesinado arrojándolo por una ventana desde un tercer piso. Esteban Badell estuvo en Arana colgado de los brazos con Walter Docters y Osvaldo Busetto, y por relatos de sobrevivientes se sabe que fue ahorcado en Arana. Todo esto pese a que el represor Norberto Cozzani (en su pretensión de libro llamado “Yo asumo”, cuya lectura no recomendamos) quiso instalar el hecho de Julio como un suicidio por arrojamiento y el de Esteban como otro por ahorcamiento en el “Pozo de Quilmes”. Ya en audiencias anteriores de este debate otros sobrevivientes como Walter Docters, Emilce Moler y Nora Ungaro, mencionaron que vieron a María Eliana Acosta y a Esteban Badell en el Pozo de Arana muy deteriorados por la tortura, así como algunos de ellos compartieron cautiverio también en el “Pozo de Quilmes”. En la audiencia 26 el ex militante del PRTERP y sobreviviente Walter Docters contó que al momento de ser secuestrado él también era policía bonaerense, y que su padre pertenecía a la fuerza en un núcleo de apoyo en la DIPPBA cercano al genocida y Director General de Investigaciones Miguel Etchecolatz. Dijo que él fue designado secretario privado del director de la escuela de suboficiales y tropa, lo que le dio acceso a los ingresantes y aspirantes a agentes y “un panorama concreto de cómo era el manejo de la represión en general y en La Plata en particular”. Relató que realizaba inteligencia desde dentro de la fuerza y que el 20 de septiembre del ’76 fue secuestrado y llevado al Destacamento de Arana, donde fue torturado con picana, submarino mojado y seco y la colgadura. Luego lo tiraron en una celda de 2,5 metros cuadrados donde había unas 20 personas amontonadas una arriba de la otra. De todo su tiempo en Arana el testigo recordó haberse enterado del paso por ese CCD de varios detenidos, entre ellos Julio y Esteban Badell. Docters aclaró que estuvo 2 veces en Arana, la primera 7 días, luego lo trasladaron al “Pozo de Banfield” por un día y lo devolvieron a Arana entre fines de septiembre y el 5 de octubre del ’76. El sobreviviente dijo que dedujo que lo devolvieron a Arana para juntarlo con Osvaldo Busetto y los hermanos Badell, todos militantes del PRT-ERP. Según el relato de Docters en el Juicio Por la Verdad el suicidio fue “materialmente imposible. Yo estaba con Badell en Arana y creo que era imposible ahorcarse porque no teníamos ningún elemento como para hacerlo, salvo que nos pudiéramos sacar la venda y tirarnos. Tampoco había vocación de suicidio sino de sobrevivir al horror”.
 
La historia de los hermanos Badell-Acosta empezó a cambiar en 1985, cuando el abuelo materno reclamó a los niños con apoyo de Abuelas de Plaza de Mayo. Ya por entonces sus tíos no pusieron tantos obstáculos para entregarlos a la familia materna. Esteban dijo que intentó vivir en nuestro país, pero que se le hizo imposible porque vivía con mucho temor. Finalmente Esteban relató los padecimientos que aún hoy sufre como secuelas del horror vivido: “Hasta el día de hoy, no duermo bien. Me despierto tres o cuatro veces a la noche. Escucho los autos cuando se acercan. No tengo muchos amigos, me cuesta vincular con otras personas”. Y agregó que con su hermana “vivíamos pensando que llegar a Chile era nuestra meta. Creo que eso nos sostuvo para soportar tanta humillación y maltrato”, concluyó.
 
 
EL “POZO DE BANFIELD” EN EL ‘75 
 
El tercer y último testimonio fue el de MIGUEL HERNÁNDEZ, trabajador sodero y fletero, sobreviviente del “Pozo de Banfield” que fue secuestrado a los 22 años en Florencio Varela el 12 de mayo del ’75.
 
El testigo relató que aquella madrugada un grupo operativo rodeó la manzana del barrio Cinco Esquinas de Varela y una docena de personas de civil armadas irrumpió en su casa del conurbano sur. En la vivienda había 4 mayores y 2 niños, sus hijos de 2 y 3 años. Los mayores, Miguel, su esposa Mirtha Salamanca y dos amigos de la pareja, Raúl LLarul y Liliana Aguelt fueron esposados, vendados y sacados hacia unos vehículos que los transportó hacia la Brigada de Investigaciones de Banfield, donde antes de llegar fueron encapuchados. A los niños se los dejó con un vecino, que a su vez se los entregaron a los abuelos. Esto sucedía en pleno tercer gobierno peronista con María Estela Martínez en funciones y el lopezreguismo controlando las altas esferas del gobierno. Recordemos que a inicios del año ’75 el gobierno llamó a las Fuerzas Armadas a “aniquilar el accionar de los elementos subversivos” con el primero de los cuatro decretos que, el 5 de febrero del 75´, convocó al Ejército a intervenir en la provincia de Tucumán dando inicio al llamado “Operativo Independencia”. 
 
Al llegar al “Pozo de Banfield” el grupo en que iba Miguel Hernández fue interrogado y golpeado, porque según el testigo “querían saber qué relación tenía con un partido que estaba proscripto en ese momento”, en alusión al PRT. También fueron picaneados durante varios días en una sala donde había un elástico metálico. Miguel se enteró que su mujer Mirtha también estaba siendo torturada. Dijo que su mujer no quiere declarar pero que le contó que sufrió torturas con picana en el busto y que la amenazaron con colaborar porque si no iban a torturar a sus hijos. Miguel recordó que estuvieron casi 30 días en el Centro Clandestino, que también hubo simulacros de fusilamiento y que en una oportunidad lo sacaron en un auto para amenazarlo. Respecto a otros secuestrados que allí se cruzó, recordó a Luis Ruiz, Germán Gargano, Andrés Caporale, María José y Silvia Sánchez, Ariel Rivadeneiro, Daniel Argurúa, Norma Castillo, Eduardo Piva, Graciela Santucho, Jorge Nadal, los hermanos Oscar y Carlos Geraci, Susana Graciela Tigani, Perla Waserman, Isabel y María Leonor Ibarra, Héctor Domingo Bonet y Rafael Runco.
 
 El testigo aseguró que confirmó que estuvo en la Brigada de Banfield porque su madre realizó averiguaciones y pudo ubicarlo en ese lugar. Agregó que en este sitio el personal de guardia siempre estaba de civil y que cerca del 4 de junio del ’75 lo trasladaron vendado en un camión junto a los otros hombres a la cárcel de Sierra Chica. Luego, recién en septiembre del ’77, los llevaron a la Unidad 9 de La Plata, de donde fue liberado de manera definitiva en julio del ‘80. Mirtha Salamanca recuperó la libertad en noviembre del ‘81, tras pasar por las unidades de Olmos y de Villa Devoto. Hernández demostró lo que aún sigue significando el horror vivido al puntualizar que su cautiverio “en total desde que me secuestraron fueron 5 años, 2 meses y 6 días” y que pese a poder seguir con su vida sus hijos fueron criados por los abuelos. Finalmente agradeció “por el esfuerzo para que finalmente se haga justicia, por tanto dolor que esta gente causó”, en referencia a los represores de la Policía bonaerense.
 
En la audiencia 15 de este debate el sobreviviente del “Pozo de Banfield” Jorge Nadal, militante del PRTERP que pasó 2 meses en Banfield en el otoño-invierno de 1975, fue torturado por 4 años en el penal de Sierra Chica y luego obligado a exiliarse en Francia, mencionó su secuestro de mayo del ’75 de su casa de Isidro Casanova y el traslado a Banfield en el piso de un Falcon, mientras otros grupos de represores secuestraban a otros compañeros suyos. Dijo que fue una redada importante de militantes entre los que recordó a muchos de los detenidos que mencionó Hernández. Curiosamente de esa lista de más de 23 detenidos, que fue llevada al “Pozo de Banfield”, salvo Gargano y los Piva-Di Lauro, ninguno es caso en este debate.
 
 

En el año ‘75, cuando Hernández, Nadal y el grupo de militantes del PRT fue llevado a Banfield, en el edificio de las calles Siciliano y Vernet funcionaba una importante dependencia del área de Investigaciones. En verdad desde octubre del ’74 funcionaba la Brigada y las Divisiones “Delitos Contra la Propiedad” y “Seguridad Personal”, ambas de Investigaciones. Para enero del ’77 en el mismo lugar se sumaron tres importantes Direcciones que coordinaban la tarea en toda la Zona Metropolitana: Seguridad (con más de 150 agentes), Investigaciones (con más de 200 agentes) e Informaciones (con más de 50 agentes). La Dirección de Investigaciones Zona Metropolitana coordinaba 6 Brigadas en el conurbano sur y oeste, y la de Seguridad Zona Metropolitana hacía lo propio con 7 Unidades Regionales en el mismo territorio. Varios integrantes del plantel de represores que gestionaba el “Pozo” en dictadura venían revistando en las dependencias de Investigaciones desde mucho antes del golpe del ’76.
 

Por ejemplo el comisario imputado en este debate Juan Miguel Wolk revistó en la División Delitos Contra la Propiedad entre noviembre del ’74 y julio del ’76, el agente Roberto Omar Grillo entre marzo del ’74 y marzo del ’76, el oficial Rubén Luis Lavallén entre octubre del ’74 y marzo del ’77 y los oficiales Mario Eduardo Naldi y Ramón Oreste Verón entre noviembre del ’74 y agosto del ’76. Otros comenzaron su revista en Delitos Contra la Propiedad en el ’76, como el oficial José Antonio Raffo, el Comisario Bruno Trevisán o los hermanos Domingo Luis y José Félix Madrid. Pero en la ya consolidada Dirección de Investigaciones Zona Metropolitana revistaron muchos otros como el médico y oficial Jorge Antonio Bergés, el cabo Néstor Ramón Buzatto, el cabo Cecilio Reynaldo Gómez, el oficial Mario Jaime, el oficial Francisco Urcola, el comisario Bernabé Corrales, el cabo Norberto Cozzani y el Comisario Luis Héctor Vides. La mayoría de ellos están procesados o fueron ya juzgados y condenados por cometer delitos de lesa humanidad en los distintos CCD del “Circuito Camps”, pero muchos murieron impunes o esquivaron las explicaciones en la justicia, y de conjunto nunca pagaron ni la mínima parte de los hechos realizados. La situación del “Pozo de Banfield” durante el tercer gobierno peronista, que fue mucho más que la Brigada y llegó a contar con más de 660 efectivos en dictadura, recién se está ventilando a más de 46 años de sucedidos los hechos.
 
 
El juicio continúa el 3 de agosto con más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio. Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata
 
 
 
 
 
 
 
 
 

AUDIENCIA 37 DEL JUICIO POZO DE BANFIELD, POZO DE QUILMES E “INFIERNO”

FUENTE: DIARIO CONTEXTO - Ago 24, 2021 E l secuestro y desaparición de Ricardo Darío Chidichimo, por entonces meteorólogo recibido e...