lunes, 2 de agosto de 2021

13 DE JULIO : TRIGESIMA TERCERA AUDIENCIA

HISTORIAS DE LOS POZOS

En otra audiencia del juicio por la Brigadas de La Bonaerense en dictadura se escucharon dos historias del horror desplegado antes y durante el golpe de Estado. Uno de los hijos del matrimonio Badell- Acosta, militantes del PRT-ERP desaparecidos en 1976 en La Plata, relató el calvario que vivió con su hermana por la pérdida de sus padres y por ser apropiados y maltratados por un tío integrante de la Policía Bonaerense. Y un sobreviviente del “Pozo de Banfield”, Miguel Hernández, relató tras su secuestro en Florencio Varela fue llevado allí en mayo del ’75, y describió que en esa época el lugar ya funcionaba como base de los secuestros y torturas perpetrados en buena parte del conurbano sur.

Por Espacio de Lucha Nilda Eloy

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 LA HISTORIA DE LOS BADELL-ACOSTA

 El primer testimonio de la jornada no fue hecho público a pedido de la testigo y sobreviviente, la hija de la pareja María Eliana Acosta Velasco-Esteban Benito Badell, militantes del PRT-ERP secuestrados el 28 de septiembre del ’76 en su casa de City Bell en La Plata. Los hermanos Badell y su hermano fueron asesinados en los CCD de La Plata, y María Eliana fue vista hasta fines de aquel año en el “Pozo de Quilmes, por ello su desaparición es caso en este debate. 

Quien testimonió a continuación fue ESTEBAN BADELL hijo, que al momento del secuestro de sus padres tenía 9 años. Badell hijo vive hoy en Chile igual que su hermana, porque su madre era chilena y buscaron ese país como refugio tras sucedida la desaparición de sus padres. Los hermanos Esteban Benito y Julio Aníbal Badell eran militantes de la guerrilla guevarista, pero a su vez eran policías y utilizaron esa situación para realizar inteligencia interna en La Bonaerense. Esteban revistaba en Jefatura de calle 2 y 53, y Julio en la secretaría del Director de Seguridad. La esposa de Esteban, María Eliana, estudiaba Medicina en la UNLP y tenía el apodo de “Amelia Erlinda”. 

La noche del secuestro los Badell-Acosta estaban durmiendo y escucharon ruidos y movimientos de varios represores en la casa de City Bell. Esteban estaba con su hermana y una señora en una de las piezas y al levantarse vio a un tipo de civil con una ametralladora en la mano que les dijo que se quedaran callados. Esteban recordó: “Entonces empecé a escuchar que a mi papá le decían ‘Badell, ¿dónde están las armas?’. Supongo que le debe haber pasado el arma de servicio que estaba en la casa, pero le insistían. Empiezo a escuchar que se caen cosas, que tiran cosas. Le dicen a mi mamá que se cambie de ropa. Se los llevan, empezamos a escuchar los portazos de los autos y quedamos con esta señora que no sabía qué hacer. Al día siguiente, esa señora, que se llamaba Angélica, nos llevó a la casa de un tío que vivía a cinco cuadras. Al llegar, él ya estaba en pie y le contamos desesperadamente. El tipo ni se inmuta, no dice nada. Al rato se viste y se va. La familia empieza a llegar, nerviosos, con miedo”, dijo el testigo y explicó que ese personaje que hacía de “tío” se llamaba Tadeo Rojas y que también pertenecía a la Policía Bonaerense. 

“A los dos, tres días, llega la noticia de que a Julio Badell, el otro hermano de mi papá, que también había sido secuestrado, también policía igual que mi papá, lo entregaron muerto. Por testimonios sé que lo tiraron del tercer piso de la jefatura de policía en La Plata. Pero en las noticias salía como que había sido abatido”, afirmó el testigo. Sumó también el dato de que un policía arrepentido atestiguó que a Julio lo habían arrojado por la ventana. Esteban relató que a los 2 días Rojas recibió el cuerpo de su padre, de quien “por testimonios supimos que mi papa murió por la tortura en Arana», sostuvo, y aseguró que en el velatorio la familia vio cómo su “tío apropiador», así lo definió, “se quiebra frente al cajón y dice ‘estos hijos de puta me cagaron, me prometieron que me lo iban a entregar vivo a Esteban’”. Agregó que por ese comentario tuvieron “la primera duda sobre la implicancia de este señor” en los secuestros que sufrió su familia. Para ilustrar la situación que vivieron con su hermana a merced de la familia apropiadora Esteban hijo contó que los Rojas se repartieron los muebles y objetos de valor de la casa de sus padres y que en una oportunidad él mismo fue a la casa y encontró a su “tío” y a un primo quemando los libros de su familia: “El único que pude rescatar fue ‘El Principito’. Estaban a punto de quemarlo”, recordó, y dijo que “eso me impactó y ya ahí me di cuenta de que no los iba a volver a ver más»

 

Esteban comenzó a relatar la terrible cotidianeidad que lo esperaban a él y a su hermana de 7 años viviendo con ese tío policía que también se apoderó de la casa de sus padres: “Al mes nos fuimos a vivir a la casa donde ocurrió el secuestro. Empecé a tener pesadillas. Me despertaba rodeado de sombras que se me caían encima. Me despertaba y empezaba a gritar. La primera vez me retaron, pero la segunda o la tercera empezaron los golpes”, describió. “Como la casa era pequeña, en la habitación dormían sus hijos y a nosotros nos dejaron durmiendo debajo de la mesa con unas frazadas. Ahí empezó más sistemático el maltrato, con golpes y humillaciones por parte de esta tía que era hermana de mi papá. La familia culpó a mi mamá por lo ocurrido a los ‘Hermanos Badell’”, lo cual se enteró cuando fue a Chile y pudo leer unas cartas que se habían enviado entre su abuelo materno y Rojas. “Lo único que queríamos era irnos a Chile”, afirmó Esteban, y dijo que eso no pudo suceder enseguida porque Rojas amenazaba a la familia materna que intentó acercarse desde Chile para llevarse a los chicos. A tal punto llegó la violencia que “de un día para el otro, mi abuelo no apareció más y también lo habían amenazado con desaparecerlo si no se iba de Argentina”. Mientras tanto Rojas iba logrando ascensos en la policía y pasando de dirigir una y otra comisaría con destinos diversos en el conurbano y Esteban y su hermana seguían siendo golpeados por sus propios familiares y obligados a hacer las tareas de la casa como si fueran esclavos. “Dentro de la familia tenía tareas más varoniles. Mantener el jardín, arreglar cosas. Era una obligación. Mi hermana era peor, porque era mujer”, dijo y deslizó sufrimientos mucho peores. “Trataban de hacernos sentir poca cosa. Todos los integrantes de la familia sentían el derecho de humillarnos. Los niños también. Era una dinámica bastante cruel. No podíamos comer lo mismo que comían ellos. Comíamos comida añeja. O comíamos antes o después de la familia. Los primos también ejercían violencia sobre nosotros, hasta que un día de tanta rabia fui a la cocina y los corrí con una cuchilla. Yo tendría once años”, recordó Esteban. La locura que vivieron con esa familia llegó hasta una escena que el testigo recuerda bien: un día Rojas llegó a la casa con un bebé. La mujer empezó a gritar que dejara al bebé: “Yo lo quiero para mí, no te lo lleves”, gritaba la mujer, y Rojas se enfureció y le respondió: “este bebé no, si querés otro, sí”. Esteban siempre vinculó esa anécdota oscura al robo de bebés nacidos en el cautiverio de sus madres militantes secuestradas y hechas parir en las maternidades clandestinas de la Policía Bonaerense. Al respecto del médico policial Jorge Antonio Bergés, que está probado coordinaba la entrega de niños desde clínicas de Quilmes y fue condenado numerosos casos de apropiación, Esteban fue analizando varios elementos que lo ligan a la desaparición de su propia madre. Cierta vez le preguntó a Rojas y a sus primos por su mamá y recibió respuestas distintas: “Mi primo me dijo que había muerto en Arana y que la habían quemado entre neumáticos. Mi tío me dijo que murió en Quilmes y que la habían tirado en una fosa común en Quilmes”, fue tejiendo el testigo. Según los testimonios de Emilce Moler y las hermanas Ungaro se sabe que María Eliana Acosta Velasco estuvo secuestrada en el “Pozo de Arana” y en el “Pozo de Quilmes” por lo menos hasta mediados de diciembre del ’76. Continúa desaparecida. Pero además Esteban recordó que para poder tener la tutela de los niños, su tío necesitaba un certificado de defunción de sus padres. Fue así que Esteban supo que en un primer certificado sobre la causa de fallecimiento de su madre, que él mismo pudo ver, decía “muerte en enfrentamiento”, y el último certificado oficial, que esta vez él se encargó de conseguir, dice “muerte por ahorcamiento” con intervención de la Brigada de Quilmes, firmada por el represor Bergés. Por el caso de María Eliana Acosta están imputados en este debate los represores Miguel Etchecolatz, Emilio Herrero Anzorena y el propio Bergés.
 
Los hermanos Badell la pasaron especialmente mal por ser integrantes de la policía: fueron torturados salvajemente con interrogatorios específicos. Julio Badell fue llevado a Jefatura y asesinado arrojándolo por una ventana desde un tercer piso. Esteban Badell estuvo en Arana colgado de los brazos con Walter Docters y Osvaldo Busetto, y por relatos de sobrevivientes se sabe que fue ahorcado en Arana. Todo esto pese a que el represor Norberto Cozzani (en su pretensión de libro llamado “Yo asumo”, cuya lectura no recomendamos) quiso instalar el hecho de Julio como un suicidio por arrojamiento y el de Esteban como otro por ahorcamiento en el “Pozo de Quilmes”. Ya en audiencias anteriores de este debate otros sobrevivientes como Walter Docters, Emilce Moler y Nora Ungaro, mencionaron que vieron a María Eliana Acosta y a Esteban Badell en el Pozo de Arana muy deteriorados por la tortura, así como algunos de ellos compartieron cautiverio también en el “Pozo de Quilmes”. En la audiencia 26 el ex militante del PRTERP y sobreviviente Walter Docters contó que al momento de ser secuestrado él también era policía bonaerense, y que su padre pertenecía a la fuerza en un núcleo de apoyo en la DIPPBA cercano al genocida y Director General de Investigaciones Miguel Etchecolatz. Dijo que él fue designado secretario privado del director de la escuela de suboficiales y tropa, lo que le dio acceso a los ingresantes y aspirantes a agentes y “un panorama concreto de cómo era el manejo de la represión en general y en La Plata en particular”. Relató que realizaba inteligencia desde dentro de la fuerza y que el 20 de septiembre del ’76 fue secuestrado y llevado al Destacamento de Arana, donde fue torturado con picana, submarino mojado y seco y la colgadura. Luego lo tiraron en una celda de 2,5 metros cuadrados donde había unas 20 personas amontonadas una arriba de la otra. De todo su tiempo en Arana el testigo recordó haberse enterado del paso por ese CCD de varios detenidos, entre ellos Julio y Esteban Badell. Docters aclaró que estuvo 2 veces en Arana, la primera 7 días, luego lo trasladaron al “Pozo de Banfield” por un día y lo devolvieron a Arana entre fines de septiembre y el 5 de octubre del ’76. El sobreviviente dijo que dedujo que lo devolvieron a Arana para juntarlo con Osvaldo Busetto y los hermanos Badell, todos militantes del PRT-ERP. Según el relato de Docters en el Juicio Por la Verdad el suicidio fue “materialmente imposible. Yo estaba con Badell en Arana y creo que era imposible ahorcarse porque no teníamos ningún elemento como para hacerlo, salvo que nos pudiéramos sacar la venda y tirarnos. Tampoco había vocación de suicidio sino de sobrevivir al horror”.
 
La historia de los hermanos Badell-Acosta empezó a cambiar en 1985, cuando el abuelo materno reclamó a los niños con apoyo de Abuelas de Plaza de Mayo. Ya por entonces sus tíos no pusieron tantos obstáculos para entregarlos a la familia materna. Esteban dijo que intentó vivir en nuestro país, pero que se le hizo imposible porque vivía con mucho temor. Finalmente Esteban relató los padecimientos que aún hoy sufre como secuelas del horror vivido: “Hasta el día de hoy, no duermo bien. Me despierto tres o cuatro veces a la noche. Escucho los autos cuando se acercan. No tengo muchos amigos, me cuesta vincular con otras personas”. Y agregó que con su hermana “vivíamos pensando que llegar a Chile era nuestra meta. Creo que eso nos sostuvo para soportar tanta humillación y maltrato”, concluyó.
 
 
EL “POZO DE BANFIELD” EN EL ‘75 
 
El tercer y último testimonio fue el de MIGUEL HERNÁNDEZ, trabajador sodero y fletero, sobreviviente del “Pozo de Banfield” que fue secuestrado a los 22 años en Florencio Varela el 12 de mayo del ’75.
 
El testigo relató que aquella madrugada un grupo operativo rodeó la manzana del barrio Cinco Esquinas de Varela y una docena de personas de civil armadas irrumpió en su casa del conurbano sur. En la vivienda había 4 mayores y 2 niños, sus hijos de 2 y 3 años. Los mayores, Miguel, su esposa Mirtha Salamanca y dos amigos de la pareja, Raúl LLarul y Liliana Aguelt fueron esposados, vendados y sacados hacia unos vehículos que los transportó hacia la Brigada de Investigaciones de Banfield, donde antes de llegar fueron encapuchados. A los niños se los dejó con un vecino, que a su vez se los entregaron a los abuelos. Esto sucedía en pleno tercer gobierno peronista con María Estela Martínez en funciones y el lopezreguismo controlando las altas esferas del gobierno. Recordemos que a inicios del año ’75 el gobierno llamó a las Fuerzas Armadas a “aniquilar el accionar de los elementos subversivos” con el primero de los cuatro decretos que, el 5 de febrero del 75´, convocó al Ejército a intervenir en la provincia de Tucumán dando inicio al llamado “Operativo Independencia”. 
 
Al llegar al “Pozo de Banfield” el grupo en que iba Miguel Hernández fue interrogado y golpeado, porque según el testigo “querían saber qué relación tenía con un partido que estaba proscripto en ese momento”, en alusión al PRT. También fueron picaneados durante varios días en una sala donde había un elástico metálico. Miguel se enteró que su mujer Mirtha también estaba siendo torturada. Dijo que su mujer no quiere declarar pero que le contó que sufrió torturas con picana en el busto y que la amenazaron con colaborar porque si no iban a torturar a sus hijos. Miguel recordó que estuvieron casi 30 días en el Centro Clandestino, que también hubo simulacros de fusilamiento y que en una oportunidad lo sacaron en un auto para amenazarlo. Respecto a otros secuestrados que allí se cruzó, recordó a Luis Ruiz, Germán Gargano, Andrés Caporale, María José y Silvia Sánchez, Ariel Rivadeneiro, Daniel Argurúa, Norma Castillo, Eduardo Piva, Graciela Santucho, Jorge Nadal, los hermanos Oscar y Carlos Geraci, Susana Graciela Tigani, Perla Waserman, Isabel y María Leonor Ibarra, Héctor Domingo Bonet y Rafael Runco.
 
 El testigo aseguró que confirmó que estuvo en la Brigada de Banfield porque su madre realizó averiguaciones y pudo ubicarlo en ese lugar. Agregó que en este sitio el personal de guardia siempre estaba de civil y que cerca del 4 de junio del ’75 lo trasladaron vendado en un camión junto a los otros hombres a la cárcel de Sierra Chica. Luego, recién en septiembre del ’77, los llevaron a la Unidad 9 de La Plata, de donde fue liberado de manera definitiva en julio del ‘80. Mirtha Salamanca recuperó la libertad en noviembre del ‘81, tras pasar por las unidades de Olmos y de Villa Devoto. Hernández demostró lo que aún sigue significando el horror vivido al puntualizar que su cautiverio “en total desde que me secuestraron fueron 5 años, 2 meses y 6 días” y que pese a poder seguir con su vida sus hijos fueron criados por los abuelos. Finalmente agradeció “por el esfuerzo para que finalmente se haga justicia, por tanto dolor que esta gente causó”, en referencia a los represores de la Policía bonaerense.
 
En la audiencia 15 de este debate el sobreviviente del “Pozo de Banfield” Jorge Nadal, militante del PRTERP que pasó 2 meses en Banfield en el otoño-invierno de 1975, fue torturado por 4 años en el penal de Sierra Chica y luego obligado a exiliarse en Francia, mencionó su secuestro de mayo del ’75 de su casa de Isidro Casanova y el traslado a Banfield en el piso de un Falcon, mientras otros grupos de represores secuestraban a otros compañeros suyos. Dijo que fue una redada importante de militantes entre los que recordó a muchos de los detenidos que mencionó Hernández. Curiosamente de esa lista de más de 23 detenidos, que fue llevada al “Pozo de Banfield”, salvo Gargano y los Piva-Di Lauro, ninguno es caso en este debate.
 
 

En el año ‘75, cuando Hernández, Nadal y el grupo de militantes del PRT fue llevado a Banfield, en el edificio de las calles Siciliano y Vernet funcionaba una importante dependencia del área de Investigaciones. En verdad desde octubre del ’74 funcionaba la Brigada y las Divisiones “Delitos Contra la Propiedad” y “Seguridad Personal”, ambas de Investigaciones. Para enero del ’77 en el mismo lugar se sumaron tres importantes Direcciones que coordinaban la tarea en toda la Zona Metropolitana: Seguridad (con más de 150 agentes), Investigaciones (con más de 200 agentes) e Informaciones (con más de 50 agentes). La Dirección de Investigaciones Zona Metropolitana coordinaba 6 Brigadas en el conurbano sur y oeste, y la de Seguridad Zona Metropolitana hacía lo propio con 7 Unidades Regionales en el mismo territorio. Varios integrantes del plantel de represores que gestionaba el “Pozo” en dictadura venían revistando en las dependencias de Investigaciones desde mucho antes del golpe del ’76.
 

Por ejemplo el comisario imputado en este debate Juan Miguel Wolk revistó en la División Delitos Contra la Propiedad entre noviembre del ’74 y julio del ’76, el agente Roberto Omar Grillo entre marzo del ’74 y marzo del ’76, el oficial Rubén Luis Lavallén entre octubre del ’74 y marzo del ’77 y los oficiales Mario Eduardo Naldi y Ramón Oreste Verón entre noviembre del ’74 y agosto del ’76. Otros comenzaron su revista en Delitos Contra la Propiedad en el ’76, como el oficial José Antonio Raffo, el Comisario Bruno Trevisán o los hermanos Domingo Luis y José Félix Madrid. Pero en la ya consolidada Dirección de Investigaciones Zona Metropolitana revistaron muchos otros como el médico y oficial Jorge Antonio Bergés, el cabo Néstor Ramón Buzatto, el cabo Cecilio Reynaldo Gómez, el oficial Mario Jaime, el oficial Francisco Urcola, el comisario Bernabé Corrales, el cabo Norberto Cozzani y el Comisario Luis Héctor Vides. La mayoría de ellos están procesados o fueron ya juzgados y condenados por cometer delitos de lesa humanidad en los distintos CCD del “Circuito Camps”, pero muchos murieron impunes o esquivaron las explicaciones en la justicia, y de conjunto nunca pagaron ni la mínima parte de los hechos realizados. La situación del “Pozo de Banfield” durante el tercer gobierno peronista, que fue mucho más que la Brigada y llegó a contar con más de 660 efectivos en dictadura, recién se está ventilando a más de 46 años de sucedidos los hechos.
 
 
El juicio continúa el 3 de agosto con más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio. Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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