martes, 29 de junio de 2021

22 DE JUNIO: TRIGESIMA PRIMERA AUDIENCIA

 LA REPRESIÓN AL PRT EN EL CONURBANO SUR

En otra audiencia del debate por los CCD de las Brigada de Investigaciones de La Bonaerense en el conurbano sur en dictadura, los familiares de tres militantes del PRT-ERP desaparecidos contaron sus historias. Clara Fund, hermana del obrero de Faraday Juan Carlos Fund, desaparecido en Quilmes octubre del 76; Miguel Santucho, hijo de Cristina Navajas, desaparecida en julio del ’76; y María Marta Coley, hija del obrero del vidrio Manuel Coley Robles, secuestrado y desaparecido en Quilmes en octubre del ‘76, dieron cuenta de los diversos ataques que sufrió la militancia obrera de la izquierda guevarista en dictadura.

 

Por Espacio de Lucha Nilda Eloy

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TERROR EN QUILMES

El testimonio inicial de la jornada fue el de CLARA ESTHER FUND, hermana de Juan Carlos Fund, trabajador de la fábrica de transformadores Faraday y militante del PRT, secuestrado el 26 de octubre de 1976 en Quilmes y visto en el CCD de la Brigada de Investigaciones de Quilmes entre esa fecha y fines de diciembre de aquel año.

Clara contó que en la década del ’70 ella y su hermano trabajaban en la fábrica Faranday, productora de transformadores de Quilmes oeste. Ella estaba en el área de Personal y él en Bobinado. Juan Carlos tenía 22 años y además de trabajar estudiaba para maestro mayor de obra.

La testigo dijo que el 25 de octubre del ’76 llegó a la fábrica un grupo operativo preguntando por Juan Carlos y pidió su legajo en Personal. Él estaba con licencia por enfermedad y ese mismo día su hermana le contó lo sucedido, a lo cual dijo que iba a ir a averiguar a la Brigada de Investigaciones. No le dieron tiempo, porque esa misma noche, ya la madrugada del 26 de octubre, llegó el grupo de tareas a la casa familiar, rompieron la puerta y redujeron a los hermanos y a su madre en el suelo apuntándolos con armas. “En un momento, lo traen a mi hermano hasta la habitación, lo tiran al piso y él levanta la vista y me mira. Nunca más lo volví a ver”, rememoró Clara, que agregó un dato clave: del grupo de tareas que irrumpió en su casa de Quilmes recuerda que el represor que la empujó era el mismo que había ido a Faraday, donde se había identificado como de la Brigada de Investigaciones, aunque cuando fue a la casa familiar dijo que era del Ejército. Además Clara precisó que el jefe de personal de Faraday, Raúl Scotti, ere retirado de la policía, y que cuando secuestraron a Juan Carlos ya habían desaparecido otros dos trabajadores de la empresa. Como han expresado en este debate otros trabajadores sobrevivientes del Genocidio, la zona de Quilmes era muy activa en los ’70 respecto a la actividad sindical de base, en respuesta a las presiones de las patronales industriales pero también en pugna contra las conducciones sindicales, en este caso de la Unión Obrera Metalúrgica.

Clara contó que a partir de la desaparición de su hermano la familia realizó la habitual búsqueda por las comisarías de la zona. 

 

También recurrieron al Ministerio del Interior y a la iglesia Stella Maris, ubicada frente al edificio central de la Armada en Capital Federal, donde los recibió el Monseñor cómplice Emilio Teodoro Graselli, secretario privado del Vicario castrense Adolfo Tortolo, que les dijo que Juan Carlos se habría ido “con alguna mujer” o “a España”. Graselli fue mencionado hace décadas por varios familiares de desaparecidos que investigaron y describieron su rol recolectando información de las familias de las víctimas para luego volcarlas en un fichero que compartía con la inteligencia policial y militar. Este personaje jamás fue indagado por su participación en el Terrorismo de Estado, sólo se lo citó como testigo en el Juicio por la Verdad en el año 2000, donde dijo que tenía el fichero en su casa, y tuvo que portarlo a la Cámara Federal platense. Sin titubear dijo ante la justicia que “Yo no podía dar una respuesta ni en favor ni en contra, si no tengo certeza ni noticia concreta, cuando ustedes saben muy bien que después de unos años aparece gente de desaparecidos. ¿Cómo iba a dar una respuesta de muerte o de vida si yo no la tenía?”. Además, fue llamado a testimoniar en el debate llamado “Circuito Camps”, que llegó a sentencia en 2012. En esa oportunidad se limitó a decir que por aquellos “hechos lamentables” recibió órdenes de Tortolo de tomar los datos a los familiares en la sede de Stella Maris y que como se vio sobrepasado por los pedidos, ya que reconoció que atendió más de 2.500 casos, generó un fichero consignando fecha del secuestro y un contacto con las familias. Según él en base a esos datos Tortolo consultaba con el Ministerio de Interior y con el Ejército. Hoy existe una causa formada respecto a esos ficheros en la que la justicia federal platense jamás avanzó.

 


Juan Carlos Fund fue visto en el “Pozo de Quilmes” por los sobrevivientes Emilce Moler y Gustavo Calotti, que estuvieron allí confinados en el período septiembre-diciembre del ’76. Calotti describió que en Quilmes en el primer piso estaban las mujeres y en el segundo piso los varones. “Supe que era la Brigada de Investigaciones de Quilmes a los pocos días, porque en la celda había un muchacho de Quilmes, Juan Carlos Fund, quien me había dado su dirección -Monroe al 900- por si me salvaba; él sigue desaparecido”, dijo ante la Cámara Federal platense. Agregó que la celda era “una habitación muy pequeña con una puerta de metal con una abertura, una pequeña ventana arriba y creo que según mis dimensiones pienso que la habitación era un cuadrado de dos y medio metros. En ese lugar, llegamos a permanecer quince personas, era un hacinamiento total, estábamos todos torturados, esposados y vendados con las manos en la espalda”.

Calotti y Moler fueron sacados del “Pozo de Quilmes” en diciembre del ’76, y Fund continuó allí un tiempo más con vida. Ello se constata por el testimonio del sobreviviente Enrique Balbuena, que fue secuestrado con su esposa Alicia Lisso en Hudson el 28 de octubre del ’76 y tras pasar por el CCD “El Castillo” de Plátanos fue llevado al “Pozo de Quilmes” entre el 25 de enero y el 4 de febrero del ’77. Clara Fund dijo que ya en democracia Balbuena se acercó a la familia y les dijo que había estado con Juan Carlos en la Brigada de Quilmes.

Sobre la situación familiar posterior al secuestro de Juan Carlos, Clara contó que su madre enfermó y quedó estancada en una espera eterna del hijo desaparecido: “la encontraba sentada en la cama mirando por la ventana y yo sé que lo estaba esperando a mi hermano”, describió la hermana de Juan Carlos. Finalmente dijo que para la familia el escape fue ir todos los años a la Plaza de Mayo el 24 de marzo porque “era como estar con ellos, mi hermano fue uno hasta que se transformaron en 30 mil”. Clara exhibió una foto de su hermano y dijo “él es mi hermano, es una persona de carne y hueso, la sacaron de nuestro hogar y terminaron con sus sueños. Nosotros lo esperamos todos los días. Agradezco la oportunidad de declarar y ‘Nunca más’”.

 


LA BÚSQUEDA DE 44 AÑOS

La audiencia continuó con el testimonio de MIGUEL HERNÁN SANTUCHO, hijo de la militante desaparecida Cristina Silvia Navas y de Julio César Santucho, ambos integrantes del PRT-ERP, y además sobrino de Mario Roberto Santucho, fundador del FRIP y del PRT-ERP. Cristina fue secuestrada embarazada en julio del ’76 y su niño o niña apropiado/o desde el “Pozo de Banfield” en 1977.

Julio Santucho era el menor de los 10 hermanos Santucho, hijos del procurador santiagueño Francisco René Santucho. La familia desarrolló los primeros cruces políticos entre la izquierda y el indigenismo en el norte argentino y estuvo en el centro de la formación de la tradición guevarista local. “De los diez hermanos todos sufrieron alguna consecuencia por su militancia. Todos fueron perseguidos”, afirmó Miguel Santucho, y dio más precisiones: la primera esposa de su tío Mario, Ana María Villarreal, fue ejecutada en la “Masacre de Trelew” en agosto de 1972. Su tío Amílcar Santucho se exilió por la persecución de las bandas de la derecha peronista de la Triple A, fue detenido en Paraguay y estuvo cinco años preso en la dictadura de Alfredo Stroessner. Y siguió su relato: “En abril de 1975 mi tío el Negro fue secuestrado y desaparecido. Él integraba la compañía del Monte del ERP. No se pudo reconstruir qué paso con él. En octubre de ese año, Oscar Santucho, otro hermano de mi papá, fue emboscado en Tucumán y abatido, y su cuerpo fue exhibido como demostración de lo que pasaba a los guerrilleros. Yo me llamo Miguel en homenaje a él, porque ‘Miguel’ era su nombre de guerra”, detalló el testigo.

Julio Santucho se recibió de sociólogo. Conoció a Cristina en la Universidad Católica y se casaron en 1972. Ya en el ‘76 tenían dos hijos, Camilo y Miguel, y esperaban un tercero. Pero Cristina fue detenida-desaparecida el 13 de julio de 1976. Tenía 27 años y fue secuestrada en un departamento de la familia en Capital Federal junto con su cuñada Manuela Santucho y Alicia Dambra. En el operativo quedaron abandonados los tres hijos de las militantes, los primos Camilo, Diego y Miguel, que tenía 9 meses de edad.

Seis días después del secuestro de Cristina fueron asesinados Mario Roberto Santucho, Benito Urteaga y Domingo Menna, tres de los máximos referentes del PRT-ERP que cayeron en un operativo en Villa Martelli.


Miguel refirió que su abuela materna, la integrante de Abuelas de Plaza de Mayo Nélida Gómez, le contó que los había encontrado con aviso de un vecino del edificio. Luego la familia pudo reconstruir que el recorrido de Cristina había sido a Coordinación Federal, a “Automotores Orletti” y a la Brigada Güemes-Protobanco. “Como eran de la familia Santucho las ponían en un lugar de ser las ‘pesadas’ y les daban un trato especial en la tortura y los tormentos”, señaló Miguel sobre el estigma que llevó su familia.

En lo que atañe a este juicio, Miguel dijo que fue a través de la militante de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos Adriana Calvo, que supo que Cristina había estado en el Pozo de Banfield por lo menos desde mediados de diciembre del ‘76. “Cristina llega en estado de embarazo avanzado. Ahí permanecen hasta abril del 77”, explicó Miguel y dijo que el nacimiento de su hermano o hermana “debería haber ocurrido entre enero y febrero de 1977”. Según lo establecido por Adriana Calvo el traslado final de Cristina fue el 25 de abril del ’77. La familia buscó siempre al/la niño/a nacido/a y apropiado/a desde el “Pozo de Banfield” y 44 años después el Estado no ha restituido su identidad.

Luego de la desaparición de Cristina, el partido realizó una operación para sacar del país a Miguel y otros niños de compañeros caídos y llevarlos con sus familiares exiliados. Así Miguel se encontró con su padre Julio en Italia. Luego Miguel siguió con su padre, que continuó las tareas militantes, y vivieron en México. Miguel dijo que en 1985 vino a Argentina y fue por primera vez a la casa de Abuelas y, a pesar de tener 10 años, comprendió por qué su abuela estaba en la Asociación. En Abuelas encontró fotos de sus padres con un cuadro en el medio sin foto y con un signo de interrogación que representaba a su hermano o hermana apropiado/a.

Durante un viaje en 1992, cuando participaba en una manifestación de estudiantes secundarios, entrando a Plaza de Mayo vio una pintada que decía “Santucho vive”. “En ese momento decidí que tenía que volver y hacerme cargo de mi historia”, dijo Miguel.

Así comenzó a militar en la agrupación HIJOS, y dedicó su vida a la búsqueda de su hermano o hermana y, junto a su primo Diego, a la reconstrucción de la historia familiar.

El testigo dijo que la muerte de su abuela, ocurrida en mayo de 2012, le permitió por primera vez en su vida, “elaborar un duelo” por primera vez en la vida.

Miguel cerró su testimonio pidiendo a los jueces del Tribunal que los genocidas procesados en este juicio “no accedan a ningún tipo de beneficio por la entidad de los crímenes imputados, que tienen que ver con esta perversidad de la desaparición y la apropiación de bebés, que son crímenes que al no poder resolverse dejan una huella. Y en particular la apropiación es un delito que continúa, una gota que cada día viene a lastimar nuestras conciencias y nuestros sentires. Es inaceptable que puedan estar en prisión domiciliaria o con libertad condicional. Sé que los imputados en esta causa tienen la mayor parte de las respuestas que mi abuela y yo estuvimos buscando a lo largo de toda una vida. Espero que se tome en cuenta este reclamo al momento de expedir sentencia”, finalizó.

 


OBRERO DEL VIDRIO

El último testimonio de la audiencia fue el de MARÍA MARTA COLEY, hija mayor del obrero y militante del PRT-ERP Manuel Coley Robles, secuestrado en su casa de Quilmes el 27 de octubre del ’76 y visto en el “Pozo de Quilmes” entre fines de ese año y febrero del ’77.

María Marta comenzó contando la historia de su padre, español nacido en Barcelona e hijo de un miliciano republicano. Con ello escapó de la represión del franquismo para venirse a la Argentina a los 16 años en 1951. Andando por Tucumán conoció a quien sería su esposa, y juntos decidieron instalarse en Quilmes. Así llegaron los tres hijos, María Marta, Rosa y Néstor, chicos de 11, 10 y 6 años al momento del secuestro de su padre.

En Quilmes “El Gallego” empezó a trabajar en Cristalería Rigolleau, el emporio del empresario francés León Rigolleau que se había enriquecido vendiéndole envases a las cervecerías de la zona sur desde fines del siglo XIX. La planta de Berazategui, ubicada junto a las vías del ferrocarril Roca, había ampliado la producción a lentes, globos de iluminación y frascos y fue pionera en el empleo del pyrex, material destacado por su resistencia térmica. Allí desarrolló su militancia Manuel como delegado sindical y se vinculó al guevarismo. En la fábrica estaba en el sector de expedición, es decir la entrada y salida de camiones. Manuel y otros compañeros habían formado la comisión interna con la lista naranja, en oposición a la burocracia del Sindicato de Vidrio. En marzo del ’75 la comisión interna había sido intervenida con anuencia del Ministerio de Trabajo y la burocracia nacional del Sindicato del Vidrio, en cabeza del interventor Nicolás Marino. Luego de una insistente lucha se logró que se suspendiera la intervención, se pagaran los días caídos y se discutieran convenios con participación de la Comisión Interna. La hija de

Como ocurrió con muchos otros activistas de la zona, cayó sobre los integrantes de la lista naranja la patronal y la represión: 4 días antes del golpe de Estado del ’76 recibieron el telegrama de despido. Sin trabajo y con estudios primarios terminados en una escuela nocturna, Manuel se dedicó a hacer changas para sobrevivir. Su hija recordó que “desde que se casó y formó la familia se quedó con nosotros. No se fue nunca hasta que se lo llevaron”.

Así fue resistiendo la familia, hasta el 27 de octubre del ’76. Mientras la pareja y los chicos cenaban, a las diez de la noche varios represores ingresaron a la casa por las ventanas del fondo con armas largas y cortas. “A mi papá le ataron las manos atrás con un pedazo de mantel que rompieron y le vendaron los ojos”, recordó María Marta. Además de dar vuelta todo y robar objetos de valor y dinero, a María Marta le quedó grabado que “en un momento se identificaron y dijeron ’no somos chorros, somos el Ejército’”. En verdad fue un operativo conjunto con agentes de la Brigada de Investigaciones de Quilmes que, según reconstruyó luego la familia, ya habían estado rondando por el barrio.

De inmediato el hermano de Manuel, Joaquín Coley, hizo la denuncia en el Consulado de España y luego fue a la Diócesis de Quilmes a hablar con el obispo Jorge Novak. La familia hizo todo lo que pudo por averiguar lo sucedido con “El Gallego”, integraron la Comisión de Desaparecidos Españoles en Argentina, presentaron el caso ante la justicia española y en el Juicio por la Verdad en La Plata. También participaron de distintos homenajes a los trabajadores desaparecidos de la Rigolleau.

Con los años se conoció el testimonio de la sobreviviente María Kubik Marcoff de Leteroff, que dijo haber visto a Manuel en el “Pozo de Quilmes” entre fines de enero y principios de febrero del ’77. Se intuye que antes había sido llevado al CCD de Plátanos en Berazategui. También Gustavo Calotti dijo haber compartido celda en Quilmes con “El Gallego” entre noviembre y diciembre del ’76.

En el año 2009 el Equipo Argentino de Antropología Forense se comunicó con la familia para pedirles muestras de sangre para una posible identificaión de ADN. “Ahí me dieron un informe y me enteré de que lo habían acribillado en la calle. Mucho. De frente y de espalda”, dijo María Marta al tribunal. En la 5ta audiencia de este juicio la integrante del EAAF Patricia Bernardi describió los enterramientos clandestinos detectados en varios cementerios del conurbano, entre ellos el de General Villegas en Isidro Casanova, Partido de La Matanza. Dijo que allí hubo 392 inhumaciones de NN entre el ’76 y el ’80, particularmente en el sector O, tablón 4. Afirmo que en el lugar no había área delimitada de NN y sólo un espacio determinado para personas indigentes. De la tarea allí realizada se detectó un cadáver masculino y otro femenino. En el masculino se establecieron 14 impactos de bala y el hallazgo de algunos proyectiles junto al esqueleto. Con posterior análisis genético se determinó que se trataba de Manuel Coley Robles, sepultado junto a Cecilia Rotemberg, secuestrada el 5 de enero del ‘77 en Isidro Casanova y vista dos días de febrero de ese año en el CCD “Puente 12”.

María Marta finalizó su testimonio leyendo un poema suyo dedicado a su papá que dice: “Te me vas convirtiendo en nebulosa, en un montón de aire, de silencio, en un río perdido sin distancia y sin destino. Ya sos eso sagrado y misterioso, que apenas se lo nombra. Para no transformarlo en algo sólido, para no desplazar del paraíso. Ese lugar donde no están ni los vivos ni los muertos. Únicamente los que existen. Ya estás fuera del mundo, fuera de la vida y de la muerte, del sueño, del sonido y de la sombra. Ahora sos una esperanza”.


El juicio continúa el 29 de junio con más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio. Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.

 


 

 

 

lunes, 21 de junio de 2021

15 DE JUNIO: TRIGESIMA AUDIENCIA

 HISTORIAS SURCADAS POR LA REPRESIÓN

Una nueva audiencia del debate por los crímenes cometidos en los “Pozos” de Banfield y Quilmes y la Brigada de Investigaciones de Lanús-Avellaneda tuvo como protagonistas a Melania Servín Benítez, hermana del periodista Santiago Servín, desaparecido en septiembre del ’76 que paso por el CCD de Quilmes; a Ricardo López Martín, hermano de la docente y militante del PRT-ERP Ángela López Martín, vista en los CCD de Arana; y Valeria Gutiérrez Acuña, hija de los militantes montoneros desaparecidos en agosto del ’76 Liliana Isabel Acuña y Oscar Gutiérrez, nacida en cautiverio y apropiada con colaboración de efectivos del “Pozo de Banfield”.

 

Por Espacio de Lucha Nilda Eloy

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VÍCTIMA DEL PLAN CÓNDOR

El primer testimonio de la jornada fue el de MELANIA SERVÍN BENÍTEZ, hermana del periodista desaparecido Santiago Servín, director del diario “La Voz de Solano”, secuestrado en Quilmes el 7 de septiembre del ’76 y visto en los CCD de Arana y luego en el “Pozo de Quilmes” entre fines de septiembre y fines de diciembre de ese año.

Melania contó que su hermano había nacido en Paraguay y había venido a Argentina tras sufrir cárcel en la dictadura de Alfredo Stroessner por su militancia en el PC paraguayo. Así fue que se radicó en San Francisco Solano, partido de Quilmes, adonde luego fue también Melania a vivir.

La testigo detalló que su hermano era director del diario “La Voz de Solano”, donde escribía en contra de la dictadura. Santiago tenía 51 años, era promotor de vinos a la mañana y a la tarde se iba al periódico. Era militante de Vanguardia Comunista y fue secuestrado la madrugada del 7 de septiembre del ’76 en su casa, junto a su sobrino Atilio Servín, de 27 años y cuyo caso increíblemente no forma parte del debate.

Melania dijo que la esposa de Santiago, Deolinda Paniagua, le contó que en el operativo hubo varios represores de civil que aparentemente era militares, y entraron violentamente al domicilio para llevarse al periodista. “Se llevaron el sueldo que él había cobrado, ropa, cosas de él, los escritos y el borrador de una novela que estaba escribiendo”, afirmó la testigo. Días antes habían envenenado al perro de la familia para preparar el terreno, y habían secuestrado a José Estevao, compañero de su hermano y también periodista en La Voz”.

La familia presentó varios Hábeas Corpus y realizó averiguaciones y denuncias en comisarías de Quilmes y La Plata, y hasta en el Batallón de Comunicaciones de City Bell, pero no obtuvieron ningún dato. A las 2 semanas fue liberado Atilio, liberado de madrugada en el Parque Pereyra y que luego se exilió en Suecia. Al salir Atilio debió ser internado, y cuando se recuperó comenzó a realizar averiguaciones sobre el lugar donde habían estado con Santiago, del que recordaba que era descampado, con calle de tierra y pasaba el tren cerca. Así dedujo que podría haber sido alguno de los CCD de Arana, lo que se comprobó por la testimonial del sobreviviente Gustavo Calotti.

Empezamos a saber de gente que estuvo con él”, señaló la testigo, y agregó que Calotti “cuenta que estuvieron juntos en el Pozo de Arana, y coincidieron con los chicos de la Noche de los Lápices. El 23 de septiembre fueron trasladados a la Brigada de Investigaciones de Quilmes. Allí permanecieron hasta mediados de octubre. Mi hermano y mi sobrino. Parece que fue llevado al Pozo de Banfield. Calotti se fue, pero ahí quedó mi hermano y de ahí lo largaron a mi sobrino».

Además Melania refirió que el caso de Santiago se relaciona con el “Plan Cóndor”, el esquema de coordinación represiva de las dictaduras del Cono Sur sobre el que expuso la especialista Stella Calloni en la audiencia 14 de este debate, y aseguró que Santiago estaba en una lista de más de cincuenta paraguayos secuestrados: “Supuestamente fue llevado a Paraguay”, dijo la testigo.

Me gustaría saber qué hicieron de él porque realmente era un hombre bueno, muy inteligente, muy capaz”, dijo la hermana del desaparecido, que leyó un fragmento de la declaración de Calotti donde el sobreviviente dijo: “Santiago Servín era un hombre bueno, y no creo que yo lo idealice en el tiempo. Solidario, de no perder la calma, de alentar a los que estábamos a su lado. Tal vez haya sido el último en verlo con vida. Era de una gentileza, de una bondad… Tenía 50 años. Nosotros lo llamábamos viejo, abuelo. Todos los días me contaba un capítulo de su libro. Lo recuerdo con cariño, con entrañable cariño”.

La testigo aportóque hace años la familia dejó su ADN en el banco del Equipo Argentino de Antropología Forense, pero que “se sigue buscando, y no aparece”. Recordó a su hermano al decir que “era mi apoyo, mi sostén espiritual. No quisiera irme de este mundo sin saber qué hicieron con él, cómo fueron sus últimos días. Dónde lo tiraron, dónde está. Alguien tiene que saber dónde están. Estos se están muriendo todos y ninguno dice nada. Podrían hacer algo bueno antes de morir. Seguro que Etchecolatz lo entregó al Plan Cóndor».

La actividad periodística de Santiago Servín y en particular el rol de “La Voz de Solano” puede verse en este corto documental producido por la Universidad de Quilmes. 

 https://www.youtube.com/watch?time_continue=1&v=9okbHqlAAao&feature=emb_logo

 


DE ARANA A BANFIELD

El segundo testimonio fue el de RICARDO SALVADOR LÓPEZ MARTÍN, hermano de Ángela López Martín, secuestrada la madrugada del 25 de septiembre de 1976 en la casa familiar de Villa Montoro, al sur de La Plata, y vista entre el 3 de octubre y diciembre de ese año en la División de Cuatrerismo de Arana y el “Pozo de Quilmes”. Ángela era compañera del militante del PRT-ERP Osvaldo Enrique Busetto, secuestrado herido el 9 de septiembre del ’76 en La Plata y desaparecido tras pasar por los CCD del Hospital Naval, Arana, “Pozo de Banfield” y “Pozo de Quilmes”

Ricardo comenzó diciendo que al momento de su secuestro su hermana tenía 30 años y era profesora de geografía del Colegio Nacional de La Plata, de la Escuela Agraria y de la Facultad de Arquitectura de la UNLP. Relató que aquella noche, cerca de la 1:30 de la mañana, él estaba en la casa de su hermana con ella y sus padres, todos durmiendo. Así se presentó un operativo de alrededor de 15 personas vestidas de particular y armadas que se presentaron como del Ejército, pidieron que abran la puerta. La madre abrió y él salió por una puerta lateral de la casa. De inmediato lo pusieron contra la pared con las manos en alto y le dijeron que fuera hacia el frente. En ese momento Ricardo vio un Torino negro sin patente y sobre el auto de su hermana, estacionado en la puerta de la casa, divisó a un represor con una visera larga apostado con un arma de grueso calibre. Entonces preguntaron por “Andrea” o “Angélica” y ellos corrigieron que la única que allí había con nombre parecido era Ángela. Además redujeron a sus padres en el living y le dijeron a su hermana que los acompañara. Le vendaron los ojos, le ataron las manos en la espalda y la llevaron de los pelos hasta un vehículo. Mientras tanto se robaron varias cosas de la casa y al parecer encontraron en la habitación de Ángela algún elemento relacionado con la militancia, porque uno de los represores dijo “resultado positivo”. También le preguntaban a Ángela por “Marlene”, estudiante de obstetricia y compañera suya, que no es otra que Marlene Kegler Krug, militante del PRT-ERP secuestrada un día antes de este operativo frente a la Facultad de Medicina y que fue desaparecida tras pasar por los CCD de Arana y “Pozo de Banfield”. Ricardo contó que Ángela estaba de novia con el militante del PRT-ERP Osvaldo Busetto, con quien había alquilado un departamento en calle 9 en el centro de La Plata, y tras el secuestro de Busetto, Marlene y Ángela habían coordinado para ir a buscar allí unos documentos para entregar a la organización. Pero en medio de esa acción Marlene cayó detenida y luego secuestraron a Ángela.

Ricardo contó que la familia realizó el Hábeas Corpus por Ángela y gestiones ante el Ministerio de Interior y la embajada de España, ya que la joven era española naturalizada argentina. Y agregó que se hizo un proceso en la audiencia Nacional de España, adonde él fue a declarar en el año ’97.

Por la reconstrucción que pudo realizar la familia a través de los relatos de los sobrevivientes Nora Ungaro, Walter Docters y Pablo Díaz se supo que Ángela estuvo confinada en el CCD “División de Cuatrerismo” de Arana hasta comienzos de octubre del ‘76, y luego alternadamente en el “Pozo de Quilmes” y el “Pozo de Banfield” hasta diciembre de ese año.

Cuatrerismo” fue uno de los 4 CCD de la zona de Arana, en el extremo suburbano sur de La Plata y cercano al Aeropuerto, junto con el Destacamento policial, el “Pozo de Arana” ubicado detrás del Destacamento y la Estancia “La Armonía”, emplazada en el actual predio del Regimiento 7.

En su testimonial en el Juicio por la Verdad de octubre del ’99 Ricardo había relatado que durante el operativo su padre alcanzó a ver a varios de los represores y le contó que dos personas que él había identificado no estaban fuera del barrio, y una de ellas vivía cerca de la casa dela familia. Agregó que esa persona estuvo por período largo viviendo en el barrio y en la década del ‘80 se fue de ese lugar. Pero a otra de las personas la identificó y con el tiempo le alquiló la casa familiar, convertida en departamento a ese individuo. Esa persona se llama Emir Reinaldo Macedo, cuyo documento nacional 5.178.626.fue aportado a la justicia por Ricardo hace más de 20 años. En la testimonial de este debate Ricardo agregó que a partir del secuestro de su hermana la familia se desarmó: él se fue de su casa, su madre se enfermó de cáncer y murió en 2 años y medio.

 


Respecto a Osvaldo Enrique Busetto tenía 30 años. Se había casado y tenía una niña de 2 años. Era diseñador y estudiaba arquitectura en La Plata. Integraba el Frente Militar del PRT-ERP, bajo los alias de "Pedro" y "Juan". Participó en la acción de Monte Chingolo con este último nombre. Trabajaba en el Cuerpo de Bomberos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y había desarrollado un trabajo de inteligencia entre la oficialidad de La Bonaerense. Fue secuestrado dos semanas antes que su compañera, el 9 de septiembre del ’76 en la Plaza San Martín del centro platense, por hombres que le dispararon y lo metieron en el baúl de un auto. Según relatos reconstruidos por la militancia erpia, un vecino lo vio correr por la calle 54 hacia la plaza. En el momento que cruzaba la calle, llegó un Torino de color marrón de contramano por la calle 7. Otros dos Torinos también participaron en la operación. Se bajaron tres personas del primero, y uno le gritó a Osvaldo. Otro le disparó, y Osvaldo cayó herido en la plaza. Lo recogieron inmediatamente, lo pusieron en el baúl de uno de los Torinos y se fueron.
Al parecer fue herido de bala en las piernas y el abdomen y operado en el Hospital Naval Río Santiago, ubicado detrás del Batallón de Infantería de Marina 3, en el límite entre La Plata y Ensenada. Allí fue interrogado por el Coronel Ricardo Eugenio Campoamor, "coronel Vargas", jerarca de la represión en la subzona 11 y jefe del Destacamento de Inteligencia 101 entre noviembre del ’74 y noviembre del ‘76. Osvaldo fue visto en el los CCD de Arana en septiembre del ‘76, y en los “pozos” de Quilmes y de Banfield entre fines de septiembre y fines de diciembre de aquel año.
Su caso integró la acusación el juicio realizado por el radicalismo en causa nº 44 con sentencia en 1986, y también fue contemplado en los debates conocidos como “Circuito Camps” de 2012 y “Fuerza de Tareas” de 2015.

En el debate de 2012 Mariana Busetto, hija de Osvaldo y Ángela, dijo que tuvo la primera información sobre su padre a través del libro y la película “La noche de los lápices”. De allí sacó el nombre de Pablo Díaz, el sobreviviente que permitió reconstruir esa historia, y lo contactó en una marcha en 1989. Agregó que su hijo lleva el nombre de guerra de su padre. Tanto en aquel debate como en este, los sobrevivientes Walter Docters y Pablo Díaz contaron que vieron a Osvaldo en el circuito Arana-Banfield-Quilmes y que pudieron hablar con él para determinar su recorrido. Díaz dijo que en Banfield Busetto les decía a los jóvenes secundarios allí recluidos “que nos quedáramos tranquilos, que éramos unos perejiles e íbamos a salir. Él ya sabía que no iba a salir, era el único que podía ver a los guardias y nos recomendaba que, si no nos sacábamos la vendas, no nos iba a pasar nada”. Díaz agregó que fue el médico policial torturador y apropiador Jorge Bergés, imputado en este debate, quien lo eligió para que le curara las heridas de Busetto. Fue allí que Osvaldo le contó su paso por el Hospital, donde había sido operado por médicos de la Armada y había visto a la cara a los marinos.


DE MARTÍNEZ A BANFIELD

El testimonio final de la jornada fue el de VALERIA NATALIA GUTIÉRREZ ACUÑA, hija de los militantes montoneros desaparecidos en agosto del ’76 Liliana Isabel Acuña y Oscar Rómulo Gutiérrez, nacida en el cautiverio de su madre, apropiada desde el “Pozo de Banfield” y nieta restituida en 2014.

Valeria comenzó presentando a sus padres: Liliana Isabel, apodada “Isa”, tenía 24 años al momento de su secuestro, estudiaba agronomía y estaba embarazada de 5 meses. Oscar, apodado “Felipe”, era sociólogo y tenía 25 años, había trabajado en la metalúrgica Santa Rosa de Capital Federal. La pareja vivía en una casa de Ramos Mejía, partido de La Matanza, y la madrugada del 26 de agosto de 1976 llegó un operativo en el que fueron secuestrados y llevados a la Comisaría 4ta de Martínez, en el partido de San Isidro, un lugar denominado Las Barrancas” y ubicada a unas cuadras de la DDI San Isidro y dentro del Área 420 de la Zona IV de la estructura de cuerpos militares represivos, es decir con dependencia de Campo de Mayo.

 


Valeria dijo que todo esto “lo sé porque un policía los ve, en una ‘zona restringida’ de esa comisaría, junto a otras 15 personas, esposados, sin ser alimentados, y sin poder ir al baño. Ese policía les hace escribir el nombre de ellos en un papel con un teléfono y prometió acercarle información a algún familiar. Mi mamá escribió los nombres de todos los secuestrados y puso ‘avisále al Dr. Gutiérrez que mi embarazo está bien’. Era el suegro de mi mamá. El policía llamó y avisó a la primera persona de la lista y una mujer envió medicamentos y alimentos y tuvo contacto por algún tiempo con ese policía. Luego el contacto y la señora, una Madre de Plaza de Mayo que se llamada Nair de Maddalena, que tenía a su hija detenida, llamó a todos los de la lista para avisar”. Nair Amuedo de Maddalena murió en noviembre de 2020. Su hija Patricia Maddalena fue secuestrada en Villa Tesei el 28 de agosto del ’76y llevada a “Las Barrancas”, en un operativo en que asesinaron a su esposo Juan Ramón Romero. Amuedo se comunicó con los abuelos de Valeria, que a su vez intentaron contactarse con el policía que había pasado el dato. Tardaron un año en dar con el agente Pedro Guallini, a quien le tomaron una declaración por escrito donde describía la situación de los detenidos. “Él dijo que se acordaba que había una mujer embarazada, que la habían trasladado para fines de noviembre a otro lugar desconocido y que tenía un embarazo avanzado. Eso fue lo único que supo la familia de mi papá. A mí me buscaron por Campo de Mayo, porque se sabía que había gente que pasaba por una comisaría en ‘zona restringida’ era de Campo de Mayo”.

Valeria dijo que se enteró a los 33 años de que no era hija biológica de las personas que la criaron, y que fue por una amiga que le dijo que sus padres no eran sus padres. Ella le preguntó a la mujer que la crió, Rita Maggiani, y le reconoció que no era su hija biológica, así como tampoco su hermano. Así supo que el hombre que la anotó como hija propia, Rubén Fernández, que era oficial principal de División Delitos contra la Propiedad –sede del “Pozo de Banfield”, la había apropiado en diciembre del ’76 a través de un Comisario Benítez, numerario de una Comisaría de Lanús o Ciudadela, que había dicho que la niña había sido abandonada a la vera de una ruta.

Valeria contó que en su partida de nacimiento figura el 31 de diciembre del ’76 y que Maggiani le dijo que llegó a la casa envuelta en un trapo sucio y con el cordón recién cortado. Así inició la búsqueda de su identidad al tener tantos elementos que determinaban la posibilidad de que fuera hija de desaparecidos. Se acercó a Abuelas se hizo los análisis de ADN y en 2014 le dieron positivo respecto a las familias Acuña y Gutiérrez. Además acompañó a su hermano de crianza en la misma búsqueda pero dijo que “no se sabe si es o no hijo de desaparecidos”.

Por la apropiación de Valeria hubo un juicio oral en el TOF 1 de Caba, en la causa N 1984, caratulada “Bignone, Reynaldo Benito Antonio y otros s/sustracción de menores de diez años", donde se determinó que Valeria nació aproximadamente a fines de diciembre de 1976, probablemente en la Brigada Femenina de San Martín. En el fallo de 2015, los jueces María del Carmen Roqueta, Julio Paneloy Jorge Gettas,determinaron que fue el Comandante de Institutos Militares de Campo de Mayo, Santiago Omar Riveros, quien “ordenó previamente su sustracción de la esfera materna, se aseguró que fuera retenida y ocultada con otra identidad, al habérsela entregado al matrimonio compuesto por Rubén Alejandro Fernández -integrante de la Policía de la Provincia de Buenos Aires- y Rita Maggiani, quienes la anotaron como hija biológica con el nombre de Valeria Natalia Fernández”. En la causa se condenó a Riveros a 30 años de prisión por la apropiación de Valeria y también por los casos de Laura Catalina De Sanctis Ovando y los hijos de Marta Graciela Álvarez y Susana Stritzler. En marzo de 2013 el TOF 1 de San Martín había condenado a perpetua a Riveros por el allanamiento ilegal, secuestro y torturas de la pareja Acuña-Gutiérrez.

Respecto al proceso de conocer a su familia biológica Valeria dijo que “fue fácil porque encontré a mis tíos y a mis primos. Pero me dio mucho dolor no poder encontrarme con mi abuela, que me buscó mucho y fue una de las que hizo mucho para que Abuelas sea lo que es hoy. Tuve mucha necesidad de conocerlos y que ellos supieran que yo estaba viva, que había estado bien. Tanto dolor y tanto sufrimiento la verdad que es difícil llevarlo”, afirmó.

La abuela paterna de Valeria fue Vilma Sesarego de Gutiérrez, quien falleció en 2012 sin conocer a su nieta.

Valeria tiene una tía desparecida, Elba Eva Acuña, militante de la JP secuestrada junto a su esposo Hugo Alberto Sáez en Villa Luzuriaga, La Matanza, el mismo día que la pareja Acuña-Gutiérrez. Por relatos de sobrevivientes se sabe que Elva y Alberto pasaron por el CCD de la Comisaría 4ta de Martínez, partido de San Isidro, hasta octubre del ’76 y continúan desaparecidos.

 


En los procesos llevados adelante en Caba y San Martín por la pareja Acuña-Gutiérrez, figuran las declaraciones de Nair Amuedo y de María Ramona Rodríguez de Poletti, cuyas hijas estuvieron desaparecidas en “Las Barrancas”, y que corroboran la búsqueda hecha por los familiares de los detenidos allí recluidos. También figuran las testimoniales del represor Santiago Abel Mansilla, comisario de la 4ta de Martínez entre julio del ’76 y enero del ’77, y del suboficial Julio César Palermo, activo n el lugar entre enero del ’76 y junio del ’77, quienes confirmaron la existencia del “área restringida”, pero deslindaron responsabilidades en el personal militar de Campo de Mayo. Sobre Guallini, Palermo dijo que cumplía funciones dentro de la misma dependencia, aunque “no podía recordar el motivo por el que fue dado de baja”, y que “podría haberse debido a que Guallini haya sido visto en el área restringida, aunque tal situación hubiera motivado una sanción”. EL propio Guallini declaró en la instrucción de esas causas que fue el que brindó la mayor cantidad de datos respecto de los prisioneros que estuvieron ilegalmente detenidos en la Comisaría 4ª. de San Isidro, y que recordaba a una joven que se encontraba embarazada, la cual en algunas ocasiones fue asistida por el Dr. Sparrow que iba a controlar su estado. Ello hasta que en un momento la chica fue trasladada a la Brigada Femenina de San Martín, ya con los dolores propios de parto.

La relación del caso de Liliana Isabel Acuña con este debate viene de los datos aportados por la sobreviviente del “Pozo de Banfield” Alicia Carminati, recluida en ese CCD entre fines de septiembre y fines de diciembre del ’76 y quien declaró en 1997 que en esa época en Banfield había una “embarazada que no me acuerdo el nombre que tenía una panza como de término, pero no recuerdo si tubo familia o se la llevaron. Eso fue en la época en la que Stella tuvo el bebé (se trata de Stella Maris Montesano, que dio a luz en diciembredel’76). Ella era alta y tenía el cabello largo negro. Recuerdo que una de las pocas veces que nos hicieron bañar para hacer el show ella estaba al lado mío y me dijo que me quedara al lado de ella que tenía miedo. Luego, en 2003, Carminati agregó que “había una persona que estaba embarazada, casi, puedo decir casi a término, que me pide que me quede al lado de ella, porque había sido manoseada por los guardiacárceles, así fue que me di cuenta que estaba en un avanzado estado de gravidez, era una chica de tez morena, cabello negro y lacio y largo, que como dije antes todavía no la pude identificar”.

El caso de Liliana Isabel Acuña forma parte de la acusación de este debate desde que en el requerimiento fiscal de elevación a juicio se imputó a Juan Miguel Wolk, Miguel Etchecolatz, Raúl Carlos Rodíguez, Jaime Smart, Federico Minicucci, Miguel Ángel Amigo (hoy apartado dela causa), Ricardo Armando Fernández, Pedro Anselmo Palavezzati, Guillermo Domínguez Matheu Carlos Fontana, Carlos Hidalgo Garzón, Gustavo Cacivio, Ricardo Von Kiaw, y Juan María Torino, los tres últimos muertos impunes, los delitos de privación ilegal de la libertad y aplicación de tormentos.

Para finalizar Valeria Gutiérrez Acuña contó que conserva las cartas que se escribían sus padres y que leyendo esos textos le pareció que le estaban contando en primera persona los proyectos que tenían y que “eran personas muy sensibles, que se preocupaban mucho por el otro y trataban siempre de ayudar. Eran militantes, ella daba clases en los barrios populares y él, era sociólogo, y si quería un cambio era a través de los libros. Yo tuve una vida feliz, pero me duele mucho que alguien haya elegido por vos, que te saquen de un lugar y te pongan en otro”.


El juicio continúa el 22 de junio con más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio. Se puede seguir en vivo todos los martes a las 9 AM por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

AUDIENCIA 37 DEL JUICIO POZO DE BANFIELD, POZO DE QUILMES E “INFIERNO”

FUENTE: DIARIO CONTEXTO - Ago 24, 2021 E l secuestro y desaparición de Ricardo Darío Chidichimo, por entonces meteorólogo recibido e...