martes, 30 de marzo de 2021

23 DE MARZO DE 2021: AUDENCIA DÉCIMO NÓVENA

COMPLICIDAD PATRONAL


El debate continuó con los testimonios de dos trabajadores despedidos y secuestrados por su actividad sindical, más el relato del hermano de un militante y obrero rural desaparecido. Nicolás Barrionuevo, obrero de SAIAR, Oscar Pellejero, no docente de la Universidad de Luján, y Sixto García, hermano de un delegado de la FATRE, reflejaron en su propia experiencia de vida la complicidad patronal que aportó listas y logística para que se concretara el genocidio durante la última dictadura.


Por HIJOS La Plata

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LOS OBREROS DE SAIAR

La audiencia comenzó con el testimonio de NICOLÁS ADÁN BARRIONUEVO, trabajador de la firma de termotanques SAIAR de Quilmes y ex detenido de los CCD Pozo de Banfield e Infierno.

El 13 abril del ’76 el Ejército ingresó en la fábrica SAIAR y se realizó una reunión con el jefe de personal Juan Manuel Martínez Riviere, un oscuro personaje contratado seis meses antes del golpe para aplicar ajuste y persecución a los trabajadores de la planta. Durante aquella jornada con los represores en la planta, Barrionuevo vio como revisaban las taquillas de los trabajadores y con un listado aportado por la empresa lo separaron con otros obreros: Argentino Cabral, Jorge Varela, Mariano Aransenchuk, Raúl Codesal y Marcos Alegría.  Los llevaron a la Comisaría 1ra de Quilmes. En el traslado iba presente el propio Martínez Riviere, que luego hizo pasar el hecho como un secuestro cuando en verdad era parte de la operatoria desaparecedora. De hecho en la dependencia policial Barrionuevo sufrió un interrogatorio de parte del gerente, en combinación con un capitán del Ejército, pidiendo nombres de sus compañeros e información de la organización Montoneros. Un día después fue llevado a la Comisaría de Temperley por 10 días y luego lo liberaron. Decidió volver al trabajo, pese a que había evidentes controles de las fuerzas represivas y la gerencia. Los secuestros de operarios de SAIAR siguieron durante todo el año ‘76. Barrionuevo dijo que eso “eran torturados y luego devueltos” y eso “pegaba muy fuerte en los trabajadores porque era un acto intimidatorio”. Las mayoría de las detenciones ilegales se produjeron en un edificio que la fábrica había destinado a los obreros, ubicado en Corrientes y Urquiza, Quilmes.

Tanto Cabral como Varela, Aransenchuk, Codesal y Alegría fueron volvieron a sufrir secuestros ese otoño-invierno del ’76 y pasaron por la Brigada de Investigaciones de Banfield. A Barrionuevo lo volvieron a buscar el 10 de junio del ’76, esta vez en su casa. Lo sorprendieron militares con ropa de fajina de madrugada cuando dormía con su esposa y sus 4 hijos. Les robaron las pocas cosas de valor que tenían y a Nicolás lo subieron a un Falcon para llevarlo al “Pozo de Banfield”. Allí fue sometido a torturas con picana eléctrica. “La segunda vez creía que no salía de ahí”, dijo el sobreviviente. 

En Banfield estuvo siempre tabicado y confirmó que para llevarlo a torturar lo subían y bajaban por unas escaleras. Otros detenidos le confirmaron que se trataba de la Brigada de Banfield. Comunicándose de celda a celda Barrionuevo encontró a un compañero cordobés que le confirmó que por allí pasaron también Edith Vera Páez y su esposo Rodríguez, oriunda de Cruz del Eje y delegada de la autopartista ILASA secuestrada en marzo del ’76 en Capital Federal. En una oportunidad lo torturaron en presencia de su compañero de SAIAR Raúl Codesal y les preguntaban por una reunión gremial que había habido hacía un tiempo. Tras varias sesiones en la “parrilla” y un mes de cautiverio en Banfield, Barrionuevo fue llevado a la Brigada de Investigaciones de Lanús con sede en Avellaneda, CCD conocido como “El Infierno”. Lo siguió en ese recorrido Codesal, que había sido secuestrado en su casa de Quilmes en junio del ’76, y había pasado unas horas en la Brigada de Quilmes, dos semanas en el “Pozo de Banfield”, luego 3 días en "El Banco" y de regreso a Banfield hasta mediados de julio del mismo año. Aquel invierno Barrionuevo y Codesal llegaron casi desnudos al “Infierno” y siguieron sufriendo distintos maltratos. El 24 de agosto del ’76 Barrionuevo fue llevado a la cárcel de Devoto y un mes más tarde a la Unidad 9 de La Plata, donde fueron sometidos a la “recibida” con golpes de puño, patadas y palazos por los penitenciarios comandados por Abel David Dupuy. Luego gestionó la salida del país, pero se la negaron y recién en julio del ’82 le dieron libertad vigilada hasta diciembre de ese año.

El sobreviviente recordó que los delegados de SAIAR reclamaban el cumplimiento de la ley 19.587 de Higiene y Seguridad en el trabajo, sancionada en el año ‘72, que garantizaba plus por producción, comedor, y elementos de seguridad. “Trabajábamos con muchos balancines, que para el cuerpo humano son una guillotina”, reflexionó, y agregó que “había compañeros a los que les faltaba un dedo o parte de la mano y eso no era considerado un accidente grave”.

Otro represor que dirigió la represión en SAIAR fue Guillermo Minicucci, Jefe del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 10, ubicado al lado del Regimiento 3 en La Tabalada. Minicucci actuó bajo el apodo de “Rolando”, en los ’80 estuvo procesado por más de 105 delitos y fue amnistiado con las leyes de impunidad. 

Barrionuevo, que fue obligado a renunciar a su trabajo, brindó un completo y extenso testimonio donde reflejó la represión que sufrieron los obreros de SAIAR con la plena participación de la patronal en la operatoria desaparecedora. A 45 años del golpe genocida recién se comienzan a desentrañar los delitos del grupo Garovaglio - Zorraquín que por los favores represivos ofrecidos a la dictadura recibió 340 millones de dólares, y fue el décimo responsable del endeudamiento externo privado durante los años de plomo.


REPRESIÓN EN LA GRANJA 

El segundo testimonio fue el de SIXTO GARCÍA, hermano de Silvano José García detenido desaparecido en el Pozo de Banfield quien pasó por ese CCD entre el 8 y el 15 de abril del ’76.

Sixto contó que al momento de los hechos vivía en Merlo y trabajaba en la empresa Pirelli de esa localidad. Dijo que él estaba atravesando una adicción al alcohol que le impidió saber muchas cosas sucedidas en la época. Agregó que su hermano Silvano trabajaba y era delegado en la granja y productora avícola San Sebastián en Zelaya, una localidad rural cercana al río Luján en el partido de Pilar. Para ello se movía en una camioneta F100 roja. En ese el móvil también realizaba volanteadas y pintadas por su militancia política. Para marzo del ’76 y a través de su hermano menor, Martín, supo que en Zelaya había unas personas preguntando por la camioneta roja. 

Silvano había nacido en diciembre de 1945. Trabajaba y vivía en la granja San Sebastián, donde la empresa le había otorgado una vivienda que compartí con su mujer, Azucena de Rabbo, y sus hijos. Era delegado de la Federación Argentina de Trabajadores Rurales (FATRE) y militaba en la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Sus compañeros lo apodaban “Larga” o “Nito”. Ante los permanentes hostigamientos que se vivían decidió sacar a su familia de la granja y llevarlos a casa de unos parientes en Merlo. Luego regresó a la granja con la convicción continuar luchando y, según dijo Sixto, porque “no quiero que mis compañeros piensen que soy cobarde”. Silvano le había dicho a su familia que si no tenían noticias de él en 3 días lo buscaran en la granja. Fue secuestrado el 26 de marzo del ’76. Su hermano Martín fue hasta su vivienda en la granja y encontró los rastros del operativo en la casa dada vueltas. Varios trabajadores que también vivían en la granja les dijeron a sus familiares que vieron movimiento de móviles militares en dirección a la vivienda de Silvano. A partir de allí la familia inició la búsqueda en las comisarías de Pilar y Escobar, así como la presentación de habeas corpus, siempre con resultado negativo.

En esa época la zona era solada por las patotas de la policía bonaerense comandadas por el represor Luis Abelardo Patti, hoy condenado a perpetua por las desapariciones de los militantes Gastón Roberto José Gonçalves, Diego Muniz Barreto, Carlos Daniel Souto, Guillermo David, Luis Rodolfo  D'Amico, Osvaldo Cambiasso y Eduardo Pereyra Rossi. 

En la instrucción de esta causa figura la testimonial de Orlando Edmundo Ubiedo, hermano del sobreviviente de Banfield Valerio Salvador Ubiedo, que en 2009 dijo ante la justicia federal de San Martín que él era secretario general del gremio de los rurales y trabajaba en San Sebastián junto con Silvano García, que a su vez integraba la comisión interna de la fábrica. Lo conocía desde el año ’66 y juntos desarrollaban una lucha por convenios para los trabajadores rurales, una actividad que se hacía completamente en negro y sin condiciones de salubridad. Afirmó que en esa militancia tuvieron varias reuniones con los directivos de la empresa, entre ellos el fallecido Armando Piñeiro y el gerente administrativo de apellido Deguine. Dijo que desde antes del golpe de Estado del ’76 ya estaban sufriendo persecución política y se les complicó la tarea sindical. Días antes del golpe tenían vigilancia permanente de un Falcon verde en la puerta del sindicato. Su hermano, delegado del Molino de la empresa San Sebastián, fue víctima de secuestro y torturas en diciembre del ’75 y fue liberado. El represor Patti encabezó ese operativo. 

En la audiencia 16 de este debate Ubiedo reiteró que su hermano, fallecido hace 20 años, le contó que tras un segundo secuestro y cuando estuvo confinado en el Pozo de Banfield en abril del ’76 pudo ver a varios detenidos, entre ellos Silvano José García, a quien conocía de Escobar. Por la fecha de estancia de Valerio Ubiedo en Banfield se tiene por cierto que Silvano García estuvo en ese CCD por lo menos entre el 8 y el 15 de abril del ’76. Por su caso están acusados los policías Juan Miguel Wolk, Raúl Rodríguez y Jorge Bergés, el ministro de Gobierno de facto Jaime Smart, el jefe del regimiento 3 de La Tablada Federico Minicucci, y los integrantes del Destacamento 101 de Inteligencia Guillermo Domínguez Matheu, Carlos Gustavo Fontana, Ricardo Fernández y Pedro Palavezatti.

La empresa avícola San Sebastián estuvo gerenciada por la familia de Manuel Gurmendi y fue la primera en el país en integrar la producción avícola desde la crianza hasta la faena. En su auge concentraba cerca del 20% del mercado argentino de pollos. Tras la apertura de la importación de pollos desde Brasil en los ’90 la firma cerró, pasó a manos de una cooperativa que no pudo ponerla a producir, se decretó quebrada en 2006 y fue comprada por Granja Tres Arroyos en 2010.  Tal como se escuchó en este debate referido a la firma de termotanques Saiar de Quilmes, queda claro con el caso de Silvano José García secuestrado dentro de la planta de la empresa San Sebastián, la participación de firmas líderes del mercado argentino en la desaparición de sus delegados durante la última dictadura.

 


DE LUJÁN AL POZO DE BANFIELD

El último testimonio correspondió a OSCAR PELLEJERO, trabajador no docente de la Universidad de Luján secuestrado la madrugada del 24 al 25 de marzo del ’76 y sobreviviente de los CCD Puente 12 y del Pozo de Banfield. 

Pellejero comenzó relatando que esa madrugada un grupo operativo con varios autos lo sacó de su casa encapuchado y lo llevaron en los vehículos con otras personas detenidas hasta la autopista de acceso oeste a la ciudad de Luján. En el camino reconoció las voces de sus compañeros Alejandro Reinhold y Héctor Aurelio Phighin. Allí les hicieron un simulacro de fusilamiento y los trasladaron a Puente 12 en La Matanza. A la noche del día siguiente los represores de civil que los custodiaban les sacaron la ropa y sus pertenencias y los vistieron con ropa vieja. Después los cargaron atados y encapuchados en una camioneta e hicieron un recorrido donde pararon en el camino, bajaron  un grupo, luego siguieron y los llevaron a otra dependencia con portón y garage. Allí los bajaron del vehículo, los subieron 2 pisos por escaleras y los pusieron en calabozos individuales. A la mañana siguiente personal de civil les dijeron que no hablaran, les trajeron comida y les permitieron ir al baño. Por la tarde o noche los revisaba un médico que les daba pastillas para dormir y 2 cigarrillos. Con posterioridad pudieron saber que se trataba de Jorge Antonio Bergés, imputado en esta causa. Pellejero recordó que en el piso en que estaban había muchos calabozos y que al tercer día se llenó el lugar con detenidos por lo que los pusieron de a 2 por calabozo. A él le tocó con Alejandro Reinhold, compañero suyo de trabajo en la Universidad de Luján, y les dieron más libertad de movimiento. En la audiencia 18 de este debate el sobreviviente Reinhold contó su secuestro en Luján la noche del 24 de marzo de 1976, su traslado a la ruta de acceso a la ciudad,  los interrogatorios que allí sufrió y su encuentro en ese lugar con Oscar Pellejero y Phighin, con quienes trabajaba en la Universidad de Luján. Agregó que fueron trasladados juntos a Puente 12 y luego al Pozo de Banfield.

En el mismo piso que el grupo de Luján estaba un grupo de 5 personas de San Andrés de Giles vinculados al ex presidente Héctor Cámpora, entre ellos 2 mujeres. 

Pellejero describió los calabozos de Banfield como “de 2 un por 1,50 metros, no más, puertas de fierro ciega con mirilla, piso de cerámica tipo teja chiquita, que con Reinhold las usábamos para jugar al ajedrez con piezas de papel, y los baños al fondo del pasillo en el lado opuesto a las escaleras”.

Según el sobreviviente en Banfield al grupo de ellos no los torturaron ni recibieron golpes, sí escuchaban que se torturaba a otros detenidos, y recordó que les prohibieron hablar especialmente con los detenidos de los calabozos de adelante del pasillo. Tras 12 o 13 días vino personal al que por el lenguaje identificaron como del Ejército que les dijeron que “lo de ustedes ya está terminado”, les hicieron firmar papeles un blanco, los encapucharon y los llevaron en otro vehículo hasta el Regimiento de Mercedes, y luego hasta San Andrés de Giles ya que había detenidos de esa localidad. Allí los cambiaron de vehículo y los liberaron en las afueras de Luján, los liberaron. Los tres ex trabajadores de la universidad fueron liberados juntos el 10 de abril de 1976. Según Pellejero los que los liberaron “estaban de civil pero eran militares”. Agregó que al único que identificó bien como militar fue a un oficial que había ido a hacer preguntas a su trabajo vestido de militar y con una pistola antigua colgada en el pecho, y luego lo divisó integrando el grupo que lo secuestró en su casa.

El sobreviviente recordó que su esposa junto a la de Reinhold realizaron una búsqueda por su cuenta. En su caso hasta le aceptaron una denuncia por secuestro en la comisaría del pueblo de Jáuregui. En Luján obtuvieron un dato de que estaban en la Brigada de Banfield, pero cuando las mujeres fueron al Pozo le negaron que estuvieran allí.

Finalmente Pellejero contó que cuando volvió a su trabajo como director de personal en la Universidad, ya intervenida, le preguntaron si había sido torturado: “me llamó la atención”, dijo. Le informaron que estaba “en investigación” y suspendido sin goce de sueldo, por lo cual no podía pisar la Universidad. Pellejero recordó que la Universidad de Luján fue la primera en el país en incluir a los no docentes en el gobierno universitario, y él, Reinhold y Phighin fueron los primeros consejeros en ese cargo. Concluyó diciendo que cuando ya estaba en libertad a otro compañero de trabajo le volaron la casa muy cerca de la suya y entonces decidió llevar a su familia a Bahía Blanca mientras él seguía buscando trabajo en Luján. Pero finalmente consiguió trabajo de auditor de la UOCRA en Bahía Blanca y se afincó allí en junio del ‘76. 


El juicio continúa el 30 de marzo más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio.  Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.




viernes, 26 de marzo de 2021

16 DE MARZO DE 2021: DÉCIMO OCTAVA AUDIENCIA

DOS GENERACIONES

El debate continuó con los testimonios de dos sobrevivientes del Pozo de Banfield y de dos hijos de detenidos-desaparecidos confinados en ese CCD. Con los testimonios de Alejandro Reinhold, María Esther Alonso, Eduardo Nachman y Alejandrina Barry, dos generaciones de víctimas del Genocidio que esperaron 45 años para relatar el horror vivido.

Por HIJOS La Plata

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DE MAR DEL PLATA A BANFIELD

El primer testigo fue EDUARDO NACHMAN, hijo del teatrista y actor desaparecido Gregorio Nachman, secuestrado en aquella ciudad el 19 de junio de 1976, en una céntrica oficina donde estaba con su esposa y su cuñada. “Ese día en Mar del Plata secuestraron a mucha gente”, dijo Eduardo, y agregó que el mismo día por la tarde fue allanada la casa familiar donde estaban sus dos hermanos menores y sus primos. Por lo que pudo reconstruir la familia la patota era de la Brigada de Investigaciones local. Sin embargo “no supimos más nada de él”, aseguró Eduardo. La búsqueda de su padre incluyó una visita a la Comisaría 4ª de Mar del Plata “que era ya célebre por ser un centro de tortura y ahí me dijeron ‘¿A quién buscan? ¿Ah, Gregorio Nachman? ¿Ah, el actor, ah puto? ¿Pero además judío y zurdo? ¿Para qué buscan?’”, relató el hijo del desaparecido que cuando se llevaron a su padre tenía 19 años. Además de la falta de información la familia sufrió durante varias semanas la vigilancia de varios represores en el edificio donde vivían y la intervención del teléfono de su casa. Su relato, expuesto de manera virtual, fue interrumpido por varios problemas técnicos en la señal, y al retomar el testimonio Eduardo agregó que pese a realizar varias averiguaciones nunca encontraron nada. Supieron de un rumor que Gregorio había sido llevado en avión a Buenos aires pero no pudieron confirmar el dato. En esa época el PRT tenía un importante trabajo en el movimiento obrero de la industria del pescado, al que evaluaban como el más dinámico de la clase obrera marplatense, y también en el ámbito de la cultura, basado en la tarea del actor Antonio Luis Conti y el propio Nachman.


Recién en 2003, en el Juicio por la Verdad en La Plata el sobreviviente de Banfield Raúl Horacio Codesal habló de Gregorio. “Codesal hablaba de un director de teatro de Mar del Plata, un estupendo muchacho, pero que estaba con signos de demencia por las torturas recibidas”, contó Eduardo. Por Codesal supo que en Banfield también estuvieron ese invierno del ’76 Gladis Noemí García Niemann, Antonio Luis Conti, Daniel Ángel Román (militante del TERS-Política Obrera) y su hermana Nora Esther Román. Todos están desaparecidos, fueron secuestrados en el mismo operativo en Mar Del Plata, e identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense enterrados como NN en el cementerio de Avellaneda. EN el caso de Nora Ester Román fue identificada en el cementerio de Lomas. En curioso criterio de la justicia y la fiscalía, pese a haber sido secuestrados e inhumados juntos, sólo los casos de Nachman y García Niemann forman parte de la acusación de este debate. Desde hace algunos años y en memoria de este grupo de compañeros desaparecidos, el 19 de junio de cada año se conmemora el "Día del Actor Marplatense".

En el requerimiento de elevación a juicio de esta causa se da por probado el pase de Gregorio Nachman por el “Pozo de Banfield” entre el 20 de junio y el 15 de julio del ’76, en base al testimonio de Codesal, quien a su vez estuvo confinado en Banfield durante todo el mes de junio y la primera quincena de julio de aquel año. Como una muestra más de la tardanza impune de estos juicios, el sobreviviente Codesal se encuentra fallecido.

Las consecuencias de la desaparición de Gregorio en la familia Nachman fueron definidas por Eduardo como de “mucha desesperación”. Su madre se mudó a Buenos Aires, cayó en una depresión y con el tiempo falleció. Los hermanos debieron irse de Mar Del Plata como un exilio interno, hoy sufren de cardiopatía y están bajo tratamiento. “Cómo no van a ser cardiopáticos, si tienen roto el corazón”, dijo Eduardo que les dijo el médico una vez. Además su hermana falleció hace unos años.

Eduardo Nachman concluyó su testimonio con unas palabras escritas por su padre a los 19 años que dicen: “Hay una noche entre lo legal y lo justo. La injusticia se basa siempre en lo legal. (…) La ley es la defensa de la injusticia opulenta. Lo justo no necesita defensa. La ley puede interpretarse de varias maneras, de acuerdo a la injusticia que se quiera justificar. Lo justo no tiene discusión”.

La historia de vida y militancia cultural de Gregorio Nachman puede verse en el documental “Gregorio por Nachman”, que es parte de la tarea de reconstrucción de la figura de su padre que realizó Eduardo con sus familiares.

https://www.youtube.com/watch?v=DT7KCNRlpCI&ab_channel=LaOtraOreja

EL GRUPO DE LUJÁN

El segundo testimonio fue el de ALEJANDRO REINHOLD, detenido la noche del 24 de marzo de 1976 en el edificio donde vivía en el centro de Luján, a más de 70 kilómetros del Pozo de Banfield. Reinhold era trabajador de la Universidad de Luján, creada en 1972 y cuyo rector era Emilio Mignone, luego fundador del CELS. Reinhold era activista contra las reformas antipopulares en la universidad que encabezó Oscar Ivanisevich, ministro de Educación de la Nación designado en agosto de 1974 por la derecha peronista. Había sido despedido de la universidad tras un conflicto político de varios meses. Sobre las 11 de la noche del día del golpe de Estado le tocaron varias veces el timbre y divisó tres autos no identificados y represores de civil asediando el edificio donde vivía. Sabía del inminente golpe de Estado y conocía el accionar de la Triple A y otras bandas de la derecha peronista, y pensó que era un operativo de esos grupos. Entonces intentó esconderse desde el segundo piso al tanque de agua de la terraza del consorcio, pero fue descubierto y llevado a golpes a su departamento. En ese momento vio como parte del operativo a un oficial de la Comisaría de Luján de apellido Tubus, al que él conocía, que parecía estar al mando y que se identificó con nombre falso. Así revisaron toda su casa y luego lo llevaron hasta un Chevrolet 400 color azul que lo trasladó hasta la colectora de la ruta provincial en la entrada de la ciudad. Lo tabicaron, lo interrogaron sobre su trabajo y su actividad política y lo golpearon. Allí también estaban secuestrados Oscar Pellejero y Héctor Aurelio Phighin, con quienes trabajaba en la Universidad de Luján. Luego los tres fueron llevados en autos a un lugar que pudieron divisar que se identificaba como “Caballería” de la Policía, y se trataba del CCD Puente 12, la Brigada Güemes y la dependencia de Cuatrerismo ubicadas en La Matanza, donde fueron bajados, ubicados en una sala grande y donde pudieron escuchar gritos y alaridos de gente que era torturada.

Sobre el amanecer del día siguiente una patota los saca en grupo a un playón y los divide por su lugar de origen y los suben a unos furgones policiales. A ellos los ubicaron con un grupo de detenidos de San Andrés de Giles, en total unas 12 personas, y los llevaron al Pozo de Banfield. Al llegar al Pozo los subieron por una escalera y los pusieron en una galería con ventanal vidriado y calabozos. Los destabicaron y los pusieron en un calabozo pequeño. “Éramos unos 12. Ahí estuvimos entre ocho y trece días”, afirmó el testigo. En ese período recibían comida traída por uniformados del Ejército que le recordó a la que le daban cuando hizo el servicio militar. Al tercer día escuchó que trajeron un grupo de secuestrados muy jóvenes que habían sido torturados y a ellos los reubicaron para poder confinar a esos detenidos. “Los días siguientes se llevaban a algunos a la noche para torturarlos y a la madrugada los traían de vuelta”, dijo Reinhold. En Banfield identificó al mismo represor que había ordenado cargarlos en el furgón en Puente 12, y a otros genocidas como el imputado en este debate Jorge Antonio Bergés, médico policial que iba a ver al otro grupo de detenidos y al que en una oportunidad le pidió una pastilla para dormir. Pudo identificarlo en un reconocimiento fotográfico realizado tiempo después en la Secretaría de Derechos Humanos.

En Banfield en un momento a él sus compañeros de Luján les hicieron firmar una ficha en blanco, tras lo cual los sacaron a la galería y al playón de ingreso y les dijeron que los liberaban. Los llevaron en un furgón hasta el Regimiento de Mercedes custodiados por un Puegeot 400 color claro. Luego los llevaron en el auto al cruce de las ruta 41 y 5, en las afueras de Luján, los liberaron y les dijeron que no contaran dónde habían estado porque iban a estar vigilados. Era el 10 de abril de 1976.

El sobreviviente recordó que un cabo de apellido Silva de Luján le avisó a su esposa y a la de Pellejero que estaban en Banfield, y cuando las mujeres fueron a reclamar les dijeron que no constaban en los registros. 

Reinhold recordó a otros detenidos de los que supo que pasaron por Banfield como Emilio Marchione, ex Juez de Paz de San Andrés de Giles, sobreviviente que estuvo en Banfield entre el 25 y 26 de marzo del ’76 y de quien se constató su fallecimiento hace poco tiempo. También mencionó a “La Cholita” Iribarren de San Andrés de Giles, y a Gustavo Trombetta, secretario de gobierno de ese municipio y militante peronista, ambos cercanos a Héctor José Cámpora, que tras su renuncia a la presidencia de la Nación en 1973 se había retirado a su casa de Giles. Sobre el grupo de detenidos de Luján se espera en el debate el testimonio de Oscar Pellejero. Del sobreviviente Héctor Phighin se constató que falleció.

EL TERROR DE ESTADO PREVIO AL GOLPE

El tercer testimonio fue el de MARÍA ESTHER ALONSO, secuestrada en Bernal el 13 de noviembre de 1974 a los 18 años y que pasó 1 mes de aquel año desaparecida en el Pozo de Banfield.

La sobreviviente contó que por entonces vivía en una casa en Bernal con sus compañeros Víctor Manuel Taboada, Nelfa Suárez, Dalmiro Suarez y Delfina Morales, que estaba embarazada y a término para dar a luz. 

Al llegar a su casa por la noche con Taboada fueron sorprendidos por una patota de civil que los reduce y los metieron en el piso de un Ford Falcon blanco y los llevaron a la comisaría de Bernal. Allí fue interrogada sobre sus compañeros y estuvo dos días en una celda grande con una pileta de donde podía tomar agua. En un momento apareció un represor canoso a las patadas que dijo “yo soy el coronel y vengo a reventar a cuatro subversivos. Me molestan un fin de semana para que venga”. Luego la pusieron en la caja de una camioneta sobre otros secuestrados, entre los que reconoció a Dalmiro Suárez. 

Entonces los llevaron tabicados a un CCD que cree era Cuatrerismo- Protobanco-Brigada Güemes. Allí los pusieron en un galpón y fue torturada con picana eléctrica y sometida a simulacro de fusilamiento. “Me ponían un sifón en los oídos, me pasaban electricidad en los pies y en la pelvis”, dijo Alonso y agregó que “a mi izquierda escuchaba ruidos de agua de un piletón, más allá escuchaba la voz de Dalmiro y a unos dos metros se escuchaba como que era Víctor que lo tenían atado, que lo colgaban y lo ahogaban. Yo estaba aterrorizada”. Agregó que en ese CCD fue víctima de abuso sexual. Luego la llevaron al Pozo de Banfield, adonde llegó el 15 de noviembre del ’74 muy lastimada por la tortura. 

Durante el mes que estuvo recluida en Banfield en una celda del primer piso pudo saber del paso por ese lugar de Nelfa y Dalmiro Suárez y la pareja Susana Mata-Alejandro Barry. Luego de dos semanas en las que la visitó un médico y pudo recuperarse de las heridas, le hicieron firmar una declaración donde “decía que yo era culpable de todo”. Además le trajeron unas zapatillas con un mensaje de su familia oculto en la plantilla que decía “te queremos mucho”. Afirmó que nunca supo cómo sus padres habían dado con ella en ese CCD y que nunca hablaron del tema. En diciembre del ’74 la llevaron a un juzgado en La Plata, donde le tomaron una declaración y, por un descuido del personal judicial pudo ver una carpeta donde se constataba el asesinato de Víctor Taboada. Entonces la trasladaron a la cárcel de Olmos. Allí la pusieron en una casa con otras presas políticas, entre ellas Silvia Ibarra, Nelfa Suárez, Delfina Morales y sus hijas, Silvia Negro, Nelly Ramos, Alicia Bello, Susana Mata, Raquel Itaí y Estela Maris Martínez. La mayoría de ellas son caso en este debate por su paso por el Pozo de Banfield durante el tercer gobierno peronista. De Olmos María Esther Alonso fue liberada el 10 de marzo de 1975 en un episodio donde por altoparlantes anunciaban que “se va una guerrillera en libertad”. Desde entonces comenzó a vivir en la clandestinidad porque había seguimientos de su situación en la casa de sus padres. Finalmente se exilió del país en mayo del ’77.

Para finalizar su testimonio Alonso dijo: “Yo les agradezco a todos que siga presente este tema. Como una lucecita chiquita. Que no se olvide todo esto. Memoria, Verdad y Justicia”.

LA CONSTRUCCIÓN DEL ENEMIGO

El testimonio final fue el de ALEJANDRINA BARRY, hija de los militantes montoneros desaparecidos Susana Mata y Juan Alejandro Barry.

 Barry comenzó el relato aclarando que “este es un juicio por el que esperamos muchos años y por el que luchamos muchos años. Queríamos reivindicar la lucha de los familiares y de los sobrevivientes para que este juicio fuera posible”, y agrego dirigiéndose al tribunal que “no hubiera conocido mi historia si no fuera por la lucha colectiva”. A su vez recordó las figuras militantes de las integrantes de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos Adriana Calvo y a Nilda Eloy, fallecidas en los últimos años y cuya coherente tarea militante conformó mucha de la prueba existente en las causas por los CCD de Banfield, Quilmes y El Infierno.

Luego Barry sentenció con total pertinencia que “el plan genocida comenzó antes del 76” y que “los responsables del genocidio no están siendo juzgados”. También reivindicó a su madre Susana Mata como una docente y militante, secretaria del sindicato docente de Almirante Brown en el momento de su detención. “Era militante montonera como el resto de mi familia”. La pareja Barry-Mata fue secuestrada en noviembre de 1974 y llevada al Pozo de Banfield hasta diciembre de ese año. Susana cursaba un embarazo de 7 meses de Alejandrina. Fue llevada a la cárcel de Olmos como presa política, donde nació Alejandrina el 19 de marzo de 1975. Juan Alejandro Barry, fue llevado primero a una comisaría de Lomas de Zamora y luego a la Brigada de Banfield. Sus padres dueron liberados en el ’75, se mudaron a Rosario y luego a Montevideo, donde fueron perseguidos, asesinados en diciembre del ’77 y enterrados como NN en el cementerio local.

La testigo dijo que supo que su mamá estuvo en Olmos por su tío y por otra compañera. Además otras compañeras de cárcel de su mamá le contaron relatos de cuando la fueron a ver encarcelada en una camilla.

“Sé que antes de Olmos mi mamá estuvo en el Pozo de Banfield por Nelfa Suárez de Rufino”, precisó. En audiencias anteriores, Laura Franchi, sobreviviente, contó que Susana llegó “muy mal a Olmos. Muy debilitada”.

“Mi mamá salió meses después de mi nacimiento”, dijo, pero “la persecución represiva siguió en Uruguay”, advirtió.

“En diciembre de 1977, estando yo con ellos, somos víctimas de un operativo conjunto de las Fuerzas Armadas argentinas y uruguayas” en el que participó el Grupo de Tareas 3.3.2 de la Escuela de Mecánica de la Armada. Desde entonces, sus padres están desaparecidos y ella fue secuestrada y utilizada para una campaña psicológica cómplice de las dictaduras argentina y uruguaya. 

“Fui tapa de las principales revistas de Editorial Atlántida y de la revista Gente con frases como ‘los hijos del terror’ o ‘Alejandrina está sola’ haciendo una campaña, diciendo que yo había sido abandonada por mis padres y ocultando la verdad, cuando mis padres habían sido asesinados”, sostuvo. Barry puntualizó que desde hace años es querellante junto con la abogada Myriam Bregman en una causa contra quienes hicieron aquella “campaña mediática”.

La revista Para Ti publicó una nota el 16 de enero de 1978 con el título “A ellos no les importaba Alejandra”. Esa infamia cierra una serie de artículos interrelacionados de las revistas de Editorial Atlántida. El primero, “Los Hijos del Terror”, apareció en Somos, el 30 de diciembre de 1977; y el segundo, “Esto también es terrorismo. Alejandra está sola”, en Gente, dirigida por Anibal Vigil y Samuel “Chiche” Gelblung, el 5 de enero de 1978.

Los detalles de aquella infamia pueden verse en el documental “LA construcción del enemigo” de Gabi y el Grupo Boedo Films, que reconstruye los hechos ocurridos en la navidad de 1977 en Montevideo, cuando un operativo en el marco del Plan Cóndor asesinó a Juan Alejandro y Susana , secuestrando a Alejandrina de poco menos de tres años.

https://www.youtube.com/watch?v=vVTw7i44jzI&ab_channel=contraimagen


Además la testigo reivindicó a sus tíos Jorge, Enrique y Susana y no dudó en señalar a la jerarquía de la Iglesia católica como el “brazo ejecutor para obtener información de las familias de las víctimas”, porque miles de familiares acudían ingenuamente en busca de ayuda a representantes de la Iglesia, como el obispo Emilio Graselli, a quien nombró expresamente. EN los juzgados federales de La Plata existe una causa contra Graselli y la jerarquía de la iglesia, donde figuran copias de más de 40 de las fichas de familiares que confeccionaba la iglesia para luego pasárselas como listas a los represores, pero nunca se movió el expediente.

Alejandrina Barry fue contundente al afirmar que la Iglesia católica tiene información, al igual que la ex SIDE, donde tras numerosas presentaciones logró obtener “tres hojas sobre su padre”. La querella de Justicia Ya, pidió al Tribunal que se incorporen las fichas de la ex SIDE y las que armaba Graselli. Sobre el punto la hija de desaparecidos dijo: “Los servicios de inteligencia siguen teniendo información de cada desaparecido”.

Barry terminó su declaración reclamando por los 300 nietos que falta recuperar. “Falta juzgar a civiles, falta juzgar a la Iglesia y abrir los archivos de la represión”, cerró.


Por los casos de Alonso, Barry, Mata y los demás militantes secuestrados en Banfield en los años ’74 y 75 están imputados en este juicio Juan Miguel Wolk, Jefe de la división Delitos contra la Propiedad y Delitos contra las Personas, así como también Jefe de la Dirección de Investigaciones “Zona Metropolitana”, todos con sede en el edificio del Pozo de Banfield previo al golpe; Antonio Herminio Simón, Segundo Jefe del Destacamento de Inteligencia 101 al momento de los hechos; y Guillermo Dominguez Matheu, jefe de Actividades Psicológicas del 101 entre el ’75 y el ’76. Los tres asisten al juicio desde la cómoda prisión domiciliaria.

 

El juicio continúa el 23 de marzo más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio. Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.


09 DE MARZO DE 2021: DÉCIMO SÉPTIMA AUDIENCIA

AUDIENCIA 17

(Fuente: Diario Contexto)

En la décimo séptima audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, prestaron declaración testimonial Miguel Ángel Prince y otra sobreviviente que solicitó no dar difusión a su testimonio.

Luego de la declaración de la primera testimoniante, declaró Miguel Ángel Prince, ex intendente y actual concejal de LujánComenzó su testimonio señalando que en el año 2004 y voluntariamente, prestó declaración testimonial en los Juicios por la Verdad; consideró que el presente es una continuación de ese primer testimonio que sirve como base o referencia para la investigación.

Prince contó que fue secuestrado en la noche del jueves 2 de septiembre de 1976 de un pensionado estudiantil/universitario en calle Lavardén 95, en Parque Patricios. Un grupo de tareas irrumpió en el lugar y lo sometió durante alrededor de media hora a simulacros de fusilamiento y otro tipo de maltratos y torturas.

Explicó que lo trasladaron en el baúl de un auto, con los ojos vendados y las manos atadas en la espalda, hasta lo que pudo identificar posteriormente como la Brigada de Lanús conocida como “El Infierno”. A partir de las preguntas de las partes, explicó que suponían que era zona sur no solo por los tiempos de los traslados, sino también gracias a datos como una publicidad aérea que promocionaba las funciones de un circo de Avellaneda.

En su momento, intuyó que llegaron a una especie de playa de estacionamiento o un subsuelo porque luego subieron unas escaleras hacia la planta donde se encontraban los calabozos. A estos “se accedía a través de una puerta grande de hierro con pasadores y después un pasillo hasta las celdas chicas”. Otro dato que mencionó como importante para la identificación del CCD fue que en el piso de arriba de los calabozos, se encontraba el lugar destinado a tormentos e interrogatorios; pudo diferenciarlo no solo porque se escuchaba sino porque él también fue llevado ahí. Posteriormente detalló que “no tenían mucho sobre lo que interrogarme” dado que desde principios de 1974 estaba desvinculado de Montoneros, la organización en la que militó. De todas maneras, las preguntas se centraron en algunos compañeros de Luján, como Kelly y Palazzo.

Al momento de su llegada, lo dejaron en un calabozo en el que ya se encontraba Carlos Ochoa, empleado del Banco Nación, de la localidad de Monte. Luego llegaron a esa misma celda Victor Marcasciano un joven de alrededor de 15 años, vinculado a la militancia secundaria de la ciudad de La Plata; y Gustavo Fernández. A raíz de las preguntas de la Fiscalía, señaló que estimaban que en el lugar habría habido al menos diez o doce personas, dada la cantidad de celdas. Mencionó que también se encontraban en el lugar Carlos Fernández, Juan Yoli y algunas otras personas que cree recordar eran de General Rodríguez.

“Esto es importante en relación a los hechos que se investigan: las características del lugar y la atención estaba vinculada con fuerzas policiales (…) En función del trato de este personal, que era el que nos atendía diariamente -nos daba la comida, nos trasladaba al baño, y demás-, sabíamos que no era la misma fuerza o el mismo grupo de tareas que se ocupaba de los traslados, los interrogatorios y las torturas. Todo indica, o la impresión con la que nos quedamos es que este era un espacio de la Policía de la Provincia de Buenos Aires utilizado por estos grupos; que en mi caso personal se trataría de efectivos del Ejército con jurisdicción en cuanto a la represión en Luján y más específicamente con responsabilidades en el Regimiento VI de Infantería de Mercedes”.

Según explicó Prince, entonces, el personal que trabajaba en el lugar al que fueron llevados, quienes los “atendían” se mostraban distantes y hasta críticos del procedimiento de las fuerzas del Ejército. Según lo que les comentaron, consideraban que no tenían responsabilidad en los hechos, dado que estas otras fuerzas usaban su espacio físico, pero ellos opinaban que la represión estaba mal porque se dirigía a perseguir inocentes y jóvenes de manera injusta.

Lo liberaron el martes 7 de septiembre de 1976 junto con Corin Yoli -trabajadora social y militante territorial en la Ciudad de Buenos Aires, parte de una familia conocida de General Rodríguez- y su hermano Juan. A Corin y a él los dejaron en un baldío de Dock Sud, y Prince resaltó como un dato relevante que el tiempo de traslado fue de alrededor de 10-15 minutos. Ante la pregunta de la querella Justicia YA, contó que se enteró hace algunos años del fallecimiento de Corin. Además, detalló que desde ese descampado tomaron un micro hacia la Ciudad de Buenos Aires y se bajaron detrás de la Casa Rosada, ahí se separaron.

A continuación, Prince respondió preguntas de las partes. La Fiscalía le consultó si había tenido la posibilidad de identificar a alguno de sus victimarios. Respondió que a partir de sus recuerdos personales, su militancia y trabajo en DDHH, y la experiencia de su compañera de aquel momento, Beatriz Dobal, identificaron al que aparecía como el jefe del grupo que los secuestró -primero a ella y luego a él-. Una persona alta con voz nasal, que por datos complementarios saben que se trataría del Teniente Primero Durán, que tuvo mucha actuación en trabajos de inteligencia del Regimiento VI de Infantería de Mercedes. Sobre esta persona agregó que casi diez años después -cuando comenzaron las sediciones y los levantamientos de los “carapintadas”- apareció con destino en Salta o en Jujuy encuadrado o involucrado en estas asonadas.

La abogada Santos Morón, de la querella de Justicia YA, le preguntó a Prince si podía relatar cómo fue su vida luego del secuestro. A partir de conversaciones con otrxs sobrevivientes pudo ver que muchxs coincidían en que al momento de liberarlxs, los secuestradores les “daban consejos de vida”; por ejemplo “que nos cuidemos y nos portemos bien”. A él particularmente, le dijeron que no vaya a Luján por lo menos por un año. Prince explicó que las consecuencias de esto se extienden hasta el día de hoy, hay cosas que no se terminan de digerir, de entender, de evaluar su impacto.

“Durante bastante tiempo, yo recuerdo, (…) esto de modo inmediato cuando volvió la democracia o en los últimos años del autodenominado “proceso” (…), en aquel momento vivíamos una situación de psicosis, de persecución, de duda. Si nos seguían, si cuando uno volvía a su domicilio había alguna presencia que resultaba sospechosa, algún coche (…) es lo que se plantea en este tipo de situaciones, convivir con sensaciones tenebrosas” explicó.

Por otro lado, y aunque no estaba seguro si a eso iba la pregunta, señaló que “(…) con la democracia, todavía seguía la estigmatización y los prejuicios ‘este zurdo, este montonero’. Bueno, concretamente hay un informe de la DIPPBA (…) donde hay muchas calificaciones en cuanto a mi persona como DS ‘delincuente subversivo’ ”.

Al finalizar la audiencia, la querella de Justicia YA solicitó que se oficie al Registro de las Personas a los fines de establecer el fallecimiento de Corin Yoli.

 


02 DE MARZO DE 2021: DÉCIMO SEXTA AUDIENCIA

AUDIENCIA 16

 (Fuente: Diario Contexto).


En la décimo sexta audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, prestaron declaración testimonial lxs ex detenidxs-desaparecidxs Gustavo Javier Fernández y Lidia Ester Biscarte y Orlando Edmundo Ubiedo, quien testificó por su hermano Valerio Salvador Ubiedo.

 

Los tres testimonios de esta audiencia son relevantes para pensar cómo confluyen en estos Centros Clandestinos distintos circuitos represivos de la provincia  y también cómo en una misma persona pueden entrelazarse las dimensiones de familiar y sobreviviente.

 

 

El primer testigo fue Orlando Edmundo Ubiedo, hermano de Valerio Salvador Ubiedo, cuyo caso forma parte de este juicio por su paso por el Pozo de Banfield. Orlando testifica por el caso de su hermano, ya que Valerio falleció en el año 2000. 

Valerio Salvador Ubiedo trabajaba en el Molino San Sebastián, en el partido de Escobar, y era delegado interno de la Unión Obrera Molinera. El primer secuestro de Valerio ocurrió en la primera semana de marzo de 1976. Fue secuestrado por un grupo al mando del policía Luis Abelardo Patti, en la casa de un familiar. Fue torturado y luego liberado en la ruta 4. 

Después del golpe, Luis Patti estuvo una semana en la vereda de la casa de Valerio hasta que, el 2 de abril, lo secuestró nuevamente, en esta ocasión de su domicilio. Según le relató posteriormente a su hermano, Valerio pudo bajarse la venda y reconocer que se encontraba en el Pozo de Banfield. En ese lugar pudo ver a Catalina Martha Velazco de Morini, José Silvano García, Daniel Lagaronne y Blanca Buda. Luego de su paso por el Pozo de Banfield, fue puesto a disposición del PEN en la cárcel de Mercedes y más tarde, trasladado al penal de Sierra Chica y a la Unidad 9 de La Plata. En el año 1981 recuperó la libertad.

 Ubiedo relató que su hermano falleció en el año 2000. Para él, la enfermedad de Valerio se debió a las terribles condiciones de encierro en el penal de Sierra Chica. Y señaló que su papá fue militante político y delegado del sindicato de la construcción en Entre Ríos. Falleció de un infarto a partir de la noticia del secuestro y la desaparición de sus dos hijos. A su vez, Orlando declaró que “…aterrorizaron a mi familia durante mucho tiempo”. 

Pedro Griffo,  de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación le preguntó a Orlando por su propia actividad política y por los hechos de persecución que había sufrido él mismo. Relató entonces que fue Secretario General del Sindicato de Trabajadores Rurales de Escobar, que formaba parte de la CGT de zona norte. Fue secuestrado en septiembre de 1974, junto a Gastón Roberto José Gonçalves y Ana María del Carmen Granada. Describió las terribles condiciones de su propio secuestro. Fueron trasladados a la delegación de la policía federal de San Martín. Tilo Wenner, un periodista, hizo pública la denuncia del secuestro y logró que los liberaran. Posteriormente Wenner fue secuestrado en marzo de 1976 y, al igual que Gonçalves y Granada, continúa desaparecido.

Orlando Ubiedo se vio obligado a irse del país, ya que se encontraba vigilado de manera permanente. Orlando agregó que sentía su testimonio como “un compromiso” ya que él es un “sobreviviente, de esa etapa tan jodida, donde desaparecieron y murieron 30.000 compañeros”. Concluyó su declaración expresando que “Es mi deber denunciar estas cosas por las cual hemos pasado, lamentablemente en nuestro país”.

El segundo testimonio de la audiencia fue el de Lidia Ester “China” Biscarte.

Comenzó dirigiendose al juez Ricardo Basilico: “Yo quiero decirle señor presidente: esto causa mucho dolor. No sé si se ríen los genocidas de nosotros, si les recordamos cómo nos torturaron, nos violaron…. Siento que venir ante un tribunal no sirve de nada ya que los genocidas o están en sus casas o están absueltos (…) por favor presidente haga justicia. Que esto no se repita nunca más. Somos tres los que quedamos vivos de Zárate. Somos respetuosos de la ley pero quiero pedirle: ya se fueron muchos compañeros. Esta gente está en su casa. Son genocidas. Que esta gente pague por lo que hizo”. Lidia hizo así referencia a la reciente muerte de Ios sobrevivientes Iglesias y Lagaronne, que no llegaron a testimoniar en el juicio. Luego continuó contando que le dicen “China”, que es un sobrenombre que le puso su papá y no “un nombre de guerra”, por lo que afirmó “llevarlo con mucho honor”, a pesar de haber sido hostigada por ello.

Al momento de su secuestro, trabajaba como personal de maestranza en el Puente Zárate- Brazo Largo y tenía 29 años. Se desempeñaba como delegada gremial y era  subcontratada junto a sus compañeras  -no recuerda el nombre de la empresa de Campana para la que trabajaba- para limpiar las oficinas de las empresas constructoras y concesionarias (Techint-Albano, Pilotes Trevi, Vialidad Nacional y Mecánica del Suelo). La secuestraron en la madrugada del 27 de marzo de 1976 en su domicilio de Zárate. Según explicó, participaron efectivos de Gendarmería, Prefectura y la Policía de Zárate. Cuando se la llevaron, en la casa quedaron sus cuatro hijos solos atados. Relató el sufrimiento que significó no saber nada de ellos hasta que pudo contactarse con su familia. Supo luego que los vecinos los encontraron y se los llevaron a su padre. 

A continuación detalló su recorrido por distintos Centros Clandestinos y por las unidades penitenciarias de Olmos y Devoto. Relató cómo reconoció los lugares donde estuvo secuestrada porque podía identificar ruidos y otras peculiaridades de la zona. Reconoció la Comisaría de Zárate como el primer lugar al que la llevaron. Por el relato de sus vecinos supo que la trasladaron en un falcon verde. Allí vió a Bugatto, a su hijo, a otro compañero y a Teresita Di Martino. También escuchó a un compañero que no pudo reconocer. Señaló que no estuvo más de dos días y describió las terribles torturas recibidas en la Comisaría,  señalando  que durante los interrogatorios, muchas preguntas estaban dirigidas a la actividad gremial que señalamos anteriormente.

Luego la llevaron al Arsenal de Zárate. Lo reconoció porque es oriunda de esa localidad y escuchó el silbato especial del ferry que pasaba por allí. Contó las terribles torturas que sufrieron particularmente las mujeres. De allí la cruzaron al buque Murature. “Sé que era ese barco porque había pescadores que los hicieron retirar. Cuando salí en libertad ellos me contaron que era de ese barco de donde se escuchaban gritos. Digo esto porque en otros juicios lo han negado”, sostuvo tajante. Dio cuenta de la presencia de detenidos de la zona de Zarate, Campana y Escobar, a muchos de los cuales no conocía. Entre ellos reconoció a los intendentes de Zárate y de Campana, a los Armesto, padre e hijo, a los Bugatto, padre e hijo, José María Iglesias, los hermanos Barrientos, la doctora Velazco y su esposo y otras personas con las que compartió un largo trecho.

Posteriormente fue devuelta al Arsenal, donde ve a través de la venda muchos cadáveres junto a una máquina excavadora y denunció que sobre el lugar donde los enterraron se construyó el Casino de Oficiales. 

Luego indicó los centros clandestinos de la zona por los que fue trasladada sucesivamente: el Tiro Federal de Campana, la Comisaría Federal de esa localidad, la Comisaría de Escobar, el Tolueno de Campana, el Clubs Siderca, una quinta en Tigre y la Comisaría de Moreno. indicó que fue conducida en un vehículo junto a otras personas, que en cada lugar fueron bajados y subidos del vehículo para ser interrogados bajo tormentos y que tanto en el Tiro Federal como en la quinta del Tigre pudo ver muchos cadáveres de prisioneros. 

Finalmente fue conducida al Pozo de Banfield. Narró el trato que allí recibieron e indicó que en ese lugar se produjo el fallecimiento de Souto. Ante la pregunta de la Fiscalía, Biscarte relató que el traslado al Pozo de Banfield fue en un camión del Ejército. A su vez, relató las deplorables condiciones de vida en Banfield. “Éramos animales para ellos”, describió. Del Pozo de Banfield a Campo de Mayo fue en celular. 

Remarcó en varias oportunidades que trataban de reconocerse y nombrarse entre los compañeros, “por si alguno quedaba vivo, avisar a las familias” Los sobrenombres eran lo más fácil de retener, de recordar. Cuando Ana Oberlin le preguntó por un compañero conocido como “Negro”, afirmó haber estado con él.

Sobre los compañeros con los que había estado nombró a José María Iglesias, los hermanos José y Juan Pedro Barrientos, Eva Orifici, Osvaldo Souto, Blanca Buda, Juan Puthod, Julio y Luis María Armesto, Guillermo José Luis Cometti, Francisco José y José Alberto Bugato, Héctor Omar Ferraro, Daniel Lagaronne, Marcelino López, Eduardo Paris, Celina Marquez, Luis Alberto Messa, Valerio Ubiedo, Juan Carlos Deghi, Héctor Eduardo Fernando Parra, Catalina Martha Velazco de Morini y su marido, Teresita Di Martino. Sobre ellxs, agregó “Todos estos compañeros habíamos estado ya en un circuito en Zárate y pasábamos de centro en centro. No siempre estábamos todos juntos (…) en toda esta cantidad de centros clandestinos me tuvieron”.

Lidia contó que en el Hospital de Campo de Mayo, cuando las monjas las llevaron al baño, escucharon a una compañera gritar pidiendo por el hijo y a una enfermera gritándole que se calle porque se le iba a salir el apósito. A raíz de la pregunta de la abogada querellante Santos Morón, Lidia calculó que el parto habría sido alrededor del mes de abril de 1977. Ellas le preguntaban el nombre a la compañera que había dado a luz pero no llegó a decirles; tenían incorporado recordar, preguntar y decir el nombre para aquel que salga en libertad.

Lidia Biscarte insistió con su reclamo de justicia ante el presidente del Tribunal, Ricardo Basílico, porque en septiembre pasado el Tribunal Federal Nº 2 de San Martín que integra el juez Walter Venditti, magistrado que también forma parte del TOF Nº1 que lleva adelante este juicio, absolvió en la Causa Campo de Mayo al médico Edgardo Omar Di Nápoli acusado de delitos de lesa humanidad contra 20 víctimas que estuvieron cautivas en el barco “ARA Murature” en Zárate. Lidia Biscarte, reconoció claramente a Nápoli como el que controlaba las sesiones de tortura. “No somos como ellos, no queremos venganza, creemos en la justicia”.

Pasó por la cárcel de Olmos y luego por Devoto. Allí estaba cuando le dieron la libertad. Previo pasó por Coordinación Federal, le decían que tenía captura en Mar del Plata o Córdoba aunque ella nunca había estado allí. En ese lugar se encontró con otros presos que se estaban yendo al extranjero, les contó que era presa política y les dió una lista para denunciar el terrorismo de estado en el exterior. Cuando la dejaron en libertad en enero de 1979 le dijeron “que había sido un error, que alguien la había cantado, que se olvide de lo que había pasado porque sino la iba a pasar mal”. En la calle, luego de años de cutiverio, paró a un transeúnte y le contó su situación de presa política recién liberada, este la ayudó a volver a su casa.

Desde la querella de Justicia Ya, fue consultada por su vida, su trabajo y su familia, luego de que recuperara la libertad. Contó que cuando la liberaron su vida estaba desarmada. No encontraba trabajo porque tenía antecedentes. Pero recuerda el amor y la solidaridad que recibió de vecinos y amigos. La lucha por encontrar trabajo es lo que más resalta, “hasta que las cosas fueron cambiando”.

Lidia Biscarte volvió a dirigirse al Tribunal al terminar su declaración: “Le pido que haga justicia. Esto no es una novela, este es un dolor muy grande, en el cual mis compañeros ya no están para defenderse”.

Por último, fue el turno de declarar de Gustavo Javier Fernandez, su testimonio fue ofrecido por el Ministerio Público Fiscal y parte de las querellas. Comenzó su relato señalando que ellos eran dos hermanos, que comenzaron su militancia política en el año 1972 en lo que se conocía como la Juventud Peronista vinculada a Montoneros en Luján. Su hermano, Carlos Alberto Fernández, quedó durante un tiempo a cargo de ese espacio compartido de militancia -el Ateneo 26 de Julio-. En la casa tenía un taller cerámico en el que ambos trabajaban, aunque su hermano se dedicaba de lleno a esa labor dado que había dejado sus estudios universitarios. Carlos estaba casado y tenía dos hijas, y Gustavo resaltó la tensión que existía entre la exigencia de una militancia activa y la vida familiar. No solo por el tiempo y energía que la primera demandaba, sino también por los riesgos que aparejaba. Esto llevó a Carlos a alejarse por un tiempo de la militancia.

Antes del golpe del 76 en Luján ya habían ocurrido secuestros adjudicados al grupo Comando Nacionalista Bruno Genta. Aunque eran detenidos por pocos días y luego liberados, la situación era muy tensa. Por esa razón Gustavo se mudó a la ciudad de Buenos Aires. Su hermano se quedó en Luján dado que había empezado a dar clases de cerámica en la Escuela de Arte, un espacio que posteriormente fue blanco de la persecución en esta localidad porque era catalogado como “muy politizado”.

Frente a la represión, su hermano decidió mudarse a la capital para retomar su militancia porque “no se iba a quedar esperando a que lo lleven, mientras otros compañeros estaban peleando en otros lados y estaban cayendo sin esperarlo”. Gustavo aclaró que no conocía bien el lugar que Carlos ocupaba en la agrupación porque estaban en canales distintos. Lo que sí pudo precisar es que su hermano había encontrado un lugar más estable para vivir mientras él seguía con una situación de mucha inestabilidad habitacional: pasaba una o dos noches en cada lugar. Ante esto, Carlos le ofreció quedarse con él unos días en la casa que le había prestado Miguel Prince, quien también era militante aunque la relación que mantenían no era orgánica sino de amistad. Llegó a permanecer en esa casa, ubicada en calle Fernández al 1900 de Buenos Aires, dos noches. El 27 de agosto de 1976, contando él 22 años y su hermano 26, un grupo armado entró preguntando por Prince y los secuestraron a ambos.

Los llevaron a lo que cree haber identificado como Superintendencia de Seguridad Federal. Les tomaron los datos en una declaración bastante formal y los llevaron a una celda grande con mucha gente. Al día siguiente, un grupo de personas que se identificó como Comando Bruno Genta, los trasladó nuevamente atados de pies y manos en un baúl.

Durante su testimonio, Gustavo contó que una vez liberado, realizó al testimoniar en la CONADEP un croquis de este segundo lugar. Allí le dijeron que el lugar podría ser la  Comisaría 2da de Avellaneda. Sin embargo,  durante la instrucción de la causa se consideró que la descripción del lugar se corresponde con la  Brigada de Lanús con asiento en Avellaneda y así fue el caso elevado a juicio.  

Describió que este espacio en Avellaneda tenía varias celdas que daban a un patio. Allí los sometieron a tormentos mientras los interrogaban: le preguntaron por nombres de personas de Luján y él pudo ver que desconocían el funcionamiento operativo de los grupos de esa ciudad. Cuando se reencontró con Carlos en la celda, este le contó que le preguntaron sobre todo por la Escuela de Arte y en particular sobre el estudiante Ricardo Palazzo. Hacia el final de la audiencia y a partir de la pregunta de la Fiscalía, Gustavo confirmó que Palazzo fue secuestrado y continúa desaparecido.

Con respecto al funcionamiento del CCD señaló que los días que estaban los agentes del grupo operativo -la patota- los guardias no los alimentaban ni los sacaban al baño; de todas maneras comían muy esporádicamente y en general sobras. Es decir, buscó marcar en reiteradas oportunidades, la gran diferencia entre los tratos de los guardias o policías del lugar, quienes no se metían mucho, y este otro grupo al que él denomina como “operativo”.

En Avellaneda se encontró con Carlos Ochoa, parte de un grupo de gente de la zona de Cañuelas. También mencionó a un chico de quince años de La Plata, del que no recuerda el nombre pero comentó que estaba esperanzado en que lo soltaran porque tenía familiares que trabajaban en la Justicia. Aunque no volvió a estar en una celda con él, cree que después lo llevaron también a Quilmes. Recordó a una chica de General Rodríguez, que hacía mucho tiempo estaba ahí y mencionó que había estado secuestrada junto a Mimí, otra chica que Gustavo conocía por su militancia en Luján. Llevaron en un momento también a Miguel Prince y a un grupo de alrededor de cinco uruguayos que cree eran todos varones y se conocían, posiblemente trabajaban en la misma fábrica. 

A mediados de septiembre prácticamente vaciaron el lugar, los apilaron sin cuidado a casi todos en la caja de un furgón y los llevaron a otro lugar que, una vez liberado pudo identificar como el Pozo de Quilmes: “nos suben por una escalera bastante característica, muy empinada y creo que así caracol, pegaba una vuelta”. Señaló que el trato en este espacio era muy distinto: no iba ningún grupo operativo, comían más regularmente, a veces podían sacarse la venda de los ojos y hablar entre ellos. 

Allí Néstor Busso, otro detenido de La Plata que cree que pertenecía a un grupo católico, que estaba desde bastante tiempo antes allí, le enseñó a comunicarse con las manos. Compartió casi todo el tiempo la celda con Eddie Szapiro, militante del ERP de la zona de Avellaneda, quien le dijo que su pareja estaba en el piso de abajo. No compartía celda con su hermano Carlos, pero lo escuchaba y podían hablar a veces. Recordó que alguien del personal que llevaba comida – “guisos o pastiches para comer con la mano”- y parecía ser un jefe, solía hacerles preguntas y entablar conversaciones sobre política con un detenido de Florencio Varela que era mayor que todos, periodista.  Dado que en Quilmes no los interrogaron ni sometieron a tormentos específicos, consideró que “fue un lugar de transición, estaban esperando algo, una decisión”.

Cuando volvieron a trasladarlos a él y su hermano, los llevaron a un lugar bastante más precario. En el recorrido los escuchó preguntar por “la Comisaría vieja”. Llegaron a un lugar policial, con celdas muy chicas, más precarias que las anteriores y más deterioradas, donde una noche que llovió entró agua por el piso. Ahí estaban solo ellos y un  delegado gremial de la fábrica Tamer de la zona de Avellaneda, del que no recuerda el nombre. En esta nueva locación fue brutalmente golpeado otra vez, mientras lo interrogaban y le decían que les había mentido, Gustavo consideró que se habían enterado de algo que pensaban que él también sabía. La noche del 1ero de Octubre, en un nuevo traslado, realizan un recorrido bastante largo por ruta y  creyó percibir que los llevaban a Luján. Luego de pasar un puente, con una curva que va subiendo, se detuvieron.  Al quedar solo en el auto, escuchándolos a lo   lejos, “haciendo un asado” o algo por el estilo, logró salir del auto. Vio el costado de una casa y llamó a su hermano por si estaba en la camioneta de al lado, pero nadie respondió. Se escapó a través de un descampado, hasta un arroyito, por el cual siguió paralelo hasta llegar a un puente. En ese momento escuchó un tiro de escopeta, que supone provenía de un criadero de pollos de la zona. Llegó  a la Ruta 5, comprobando que estaba en la entrada a Luján. Hizo hincapié en el esfuerzo físico enorme que significó toda esta travesía considerando que estaba en un estado muy debilitado.

Logró llegar a la casa de un compañero para pedirle que lo contacte con su familia: su tío logró esconderlo alrededor de tres meses. En diciembre pudo contactarse con su novia y mudarse a Chivilcoy, donde vive todavía hoy. La situación de semi clandestinidad se perpetuó por años porque no tenía sus documentos y temía hacer los trámites; trabajaba en lugares donde no se los solicitaban, con su pareja no salían de noche, etc. “No fue sólo ese período del secuestro, el resto me cambió también la vida hasta que pude normalizar, volver a una actividad de trabajo en blanco, pasó bastante tiempo. Sobre todo con el temor de que me volvieran a secuestrar porque volvieron a ir a mi casa, volvieron a amenazar a mi mamá y a mi tío (…) hubo toda una situación que duró bastante tiempo”.

“De mi hermano no supe más nada. Sigue desaparecido”, aseguró. En aquel entonces, su madre tuvo la ayuda de Emilio Fermín Mignone, cuya hija había sido secuestrada, para presentar un Hábeas Corpus a fines de septiembre o principios de octubre de 1976. Se hicieron otras gestiones como hablar con distintas personas o solicitadas en los diarios. Con dolor, Gustavo contó que Carlos no llegó a enterarse que su esposa estaba embarazada de su tercer hija. 

Sobre la persecución que sufrieron otros familiares, contó  el Comando Bruno Genta fue a la casa de su madre en junio o julio de 1976 mientras ellos estaban en CABA y que iban a la casa de  su cuñada, esposa de Carlos, periódicamente. Ella posteriormente pudo reconocer a uno de ellos mucho años después en un desfile por el Día de la Bandera en Luján, como parte del Regimiento de Mercedes. Alrededor de un mes después de que Gustavo logró escaparse volvieron a lo de su madre. Señaló que “estaban vestidos de civil e iban a cara descubierta”. 


AUDIENCIA 37 DEL JUICIO POZO DE BANFIELD, POZO DE QUILMES E “INFIERNO”

FUENTE: DIARIO CONTEXTO - Ago 24, 2021 E l secuestro y desaparición de Ricardo Darío Chidichimo, por entonces meteorólogo recibido e...