viernes, 30 de abril de 2021

20 DE ABRIL DE 2021: VIGÉSIMA TERCERA AUDIENCIA

MÁS HISTORIAS DEL GENOCIDIO

Nueva audiencia del debate por las Brigadas de Investigaciones de Banfield, Quilmes y Lanús, donde tres sobrevivientes y una hija de desaparecidos relataron el horror vivido como parte del Genocidio ocurrido en nuestro país durante la última dictadura. Mario Colonna, que completó su testimonio, Virgilio Medina, Néstor Busso y Eva Romina Benvenutto dieron continuidad al debate que lleva más de seis meses de audiencias.


Por HIJOS La Plata – Espacio de Lucha Nilda Eloy

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TORTURAS EN EL SPB

En primer término concluyó su testimonio MARIO ERNESTO COLONNA, sobreviviente de los CCD de Arana, Pozo de Quilmes y Comisaría 3ra de Valentín Alsina, que había iniciado su relato en la audiencia anterior.

 

El testigo completó su exposición detallando los padecimientos que sufrió en la Unidad 9 de La Plata, donde fue llevado en diciembre del ’76 desde la Comisaría 3ra de Valentín Alsina. Así describió que tras la recibida con golpes lo vio un médico que le dijo “te caíste de una escalera” y por las amenazas de los represores del SPB tuvo que dejar de reclamar atención. Entre los años ’77 y ‘79 el sobreviviente sufrió distintos traslados de pabellón en la U9 hasta mayo de ese último año cuando fue llevado con otros detenidos al penal de Caseros, donde cesaron las torturas, pero lo hicieron firmar una declaración de arrepentimiento y rechazo de la actividad de las organizaciones armadas, como parte de una estrategia de la dictadura para presentar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como parte de la “reeducación” a los presos políticos.  Colonna se negó a firmar y reclamó por la situación de su hermano ante el capellán penitenciario y ante el represor Carlos Sánchez Toranzo. En Caseros Colonna se encontró con otros detenidos como Carlos Kunkel y Dante Gullo y recibió la visita de una comisión de la Cruz Roja, ante quienes reclamó por las condiciones de detención, que incluían aislamiento e incomunicación con el exterior. Así consiguieron algunas mejoras en el régimen penitenciario. En agosto de 1980 Colonna volvió a ser llevado a la U9, esta vez al llamado “pabellón de la muerte”  donde volvió a sufrir torturas como la ducha con agua fría, ante lo que realizaron una protesta y pudieron acceder al agua caliente. A fines del año 1980 Colonna volvió a encontrarse al represor Sánchez Toranzo, quien le informó que iba a ser liberado. Recién en noviembre de 1980 Colonna recibió la libertad vigilada. 


DE LOBOS A BANFIELD

El segundo testimonio correspondió a VIRGILIO CÉSAR MEDINA, sobreviviente del CCD “Pozo de Banfield” donde pasó 5 días confinado a fines de marzo del ’76. Medina contó que en 1976 tenía 34 años y estaba afiliado al Partido Socialista Democrático. Fue secuestrado la tarde del 24 de marzo del ’76 en casa de sus padres en una zona rural de Lobos, donde estaba con su compañera  sus hijos. Allí había ido con su familia a visitar a sus padres y llegó un grupo de represores de la Policía Bonaerense y del Ejército que lo redujo y lo llevó a la comisaría local, donde le tomaron los datos y lo ubicaron en un calabozo individual. Allí escuchó que estaban detenidos Pastorino, Eduardo Pachamé y Delfino. Cerca de las 11 de la noche lo llevaron a una habitación, lo golpearon y lo sacaron esposado y encapuchado hacia una F-100 de doble cabina donde lo pasearon varios minutos y luego regresaron a la comisaría. El testigo intuye que hubo un desperfecto en el móvil, por lo cual lo devolvieron al calabozo anterior. Tras un tiempo es nuevamente sacado del lugar encapuchado y esposado y subido a una camioneta en la que lo llevan dos lugares distintos que el testigo intuye que eran las comisarías de San Miguel Del Monte o de Cañuelas.

 

Ahí es depositado en un calabozo y destabicado. Entonces vio por la mirilla a un oficial que conocía de Lobos al que le pidió agua, pero no lo asistieron. Luego lo volvieron a encapuchar y lo sacaron a otro vehículo con un grupo de detenidos. Medina perdió la ubicación en esos traslados, que siempre se realizaban de noche. Finalmente un día los llevan a un lugar donde los bajaron y se escuchó la apertura de un portón y la carga de armas largas. Allí lo pusieron destabicado en un calabozo donde encontró una prenda íntima de mujer y un hilo sisal con el que se colgó intentando suicidarse. Sin embargo perdió el conocimiento y sobrevivió. En un momento lo sacaron del calabozo y pudo ver que en otras celdas había otros detenidos que tenían un régimen más leve y por lo menos podían alimentarse. Entonces se comunicó con esos detenidos, pudo alimentarse y tomar agua y les pidió que si alguien salía avisara que él estaba ahí. Entre ese grupo de personas recuerda que había gente cercana a Héctor Cámpora, de un grupo que había sido secuestrado en San Andrés de Giles. Por la correspondencia de fechas y los relatos de otros detenidos, se deduce que este lugar de detención era el “Pozo de Banfield”. El testigo recordó que un día lo sacaron del calabozo, lo subieron por unas escaleras y lo llevaron a una sala donde fue torturado con picana eléctrica e interrogado por otras personas que desconocía. “La tortura también era psicológica, porque uno podía escuchar los gritos de otras personas que por el tono de voz uno se daba cuenta que eran jóvenes. A veces de noche había gritos que te taladraban”, reflexionó Medina.

 

Además el testigo contó que un día lo sacaron esposado dos represores, uno de ellos Alejandro Duret, oficial de inteligencia del Ejército juzgado y absuelto en 2009 en Mar Del Plata en la causa “Labolita”, y otro de apellido Vidal. Lo llevaron en un vehículo en un viaje largo y al parar en un retén los represores dijeron “llevamos un paquete” y siguieron el viaje hasta la delegación de la Policía Federal en Azul donde fue puesto en un calabozo. Tras un tiempo fue trasladado a la cárcel de Azul, donde pudo alimentarse tras 2 días sin comer. También supo que su familia había ido a verlo, aunque no los dejaron comunicarse. Allí por otro preso se enteró que su padre también había sido detenido y estaba en ese penal. Un tiempo después lo pasaron de calabozo al pabellón de presos políticos y se encontró con su padre y otros conocidos de Lobos. En Azul Medina estuvo 3 meses con régimen más leve: recibió visitas de los familiares y pudo alimentarse mucho mejor. Un día le dijeron que los trasladaban y fue llevado a Sierra Chica junto a su padre y otros detenidos. Tras 3 años en Sierra Chica, donde las condiciones de detención se endurecieron. Luego de esto fue trasladado en un avión Hércules a la Unidad 9 de La Plata hasta julio de 1980, cuando recuperó la libertad.

 

Medina agregó que tras salir en libertad quiso recuperar su trabajo en el Teatro General San Martín de Capital Federal. Y dijo que le dieron un certificado de que estuvo detenido a disposición del Poder Ejecutivo, pese a que una buena parte del tiempo estuvo desaparecido, sin causa alguna. “La familia es la que realmente sufre todo este proceso”, dijo Medina y detalló que su domicilio fue allanado y visitado por los represores en varias oportunidades cuando él ya estaba detenido y que su familia sufrió requisas cuando iban a visitarlo a la cárcel. Agregó que como consecuencia del horror vivido una de sus hijas sufrió mucho y se quitó la vida. 


“CUIDÁME A EVITA”

La audiencia continuó con el testimonio de EVA ROMINA BENVENUTTO, hija de Rosa Elena Vallejos y Jorge Omar Benvenutto, militantes del Partido Justicialista que realizaban tareas sociales desde una Unidad Básica donde tenían una guardería y una salita sanitaria. Eva Romina contó que Rosa estudiaba medicina en la UNLP y Jorge era trabajador del comedor de esa facultad. Vivían en La Plata, pero a partir del golpe de Estado decidieron irse a vivir a Punta Lara por razones de seguridad. Fueron secuestrados el 30 de julio del ’76 en su casa de Punta Lara, en el partido de Ensenada. Al momento de su secuestro Rosa tenía 23 años y Jorge 24. Eva Romina era una niña de un año y medio. 

 

En un hecho anterior al secuestro de la pareja, la familia sufrió un operativo en casa de los abuelos paternos de Romina. En la casa estaban los abuelos y los dos hermanos menores de Jorge. Como no encontraron a Jorge los represores quisieron llevarse a su padre, pero el otro hijo varón Oscar, de 15 años, se ofreció para que lo lleven a él. Así lo encapucharon y lo metieron en un auto, dieron vueltas por Ensenada y seguían secuestrando gente, entre ellos Raúl Romano, un migo de la familia. Luego emprendieron un viaje más largo hasta un lugar descampado donde había un galpón. Oscar Benvenutto dedujo que el lugar era uno de los CCD de Arana, y allí escuchó que Romano era torturado mientras lo interrogaban por Jorge Benvenutto. Oscar estuvo dos días en Arana, fue golpeado en varias oportunidades y pudo saber que en el lugar había muchos otros detenidos. Finalmente lo llevaron en un auto hacia a un descampado y se prepararon para fusilarlo. Sin embargo lo abandonaron y Oscar se volvió hacia Ensenada en colectivo. 

 

Al mismo tiempo, cuando Jorge llegó a la casa de sus padres su padre, este lo alertó del secuestro de su hermano Oscar. Jorge dijo que se iba a entregar para que soltaran a Oscar y le pidió “Cuidáme a Evita”. Finalmente, como Oscar fue liberado Jorge no se entregó.

 

La madrugada del 23 de julio del ’76 Jorge y su familia estaban en su casa de Punta Lara y llegó un operativo de varios represores vestidos de civil y armados. Tras reducir a la pareja uno de los genocidas alzo en brazos a Romina, ante lo cual su madre reaccionó pegándole con una plancha y pidiéndole que dejaran a la niña. Así se llevaron a Jorge y a Rosa en varios vehículos y Romina quedó sola en la casa. Romina fue asistida por los vecinos y la llevaron a la Comisaría de Punta Lara, de donde fue retirada por sus abuelos.

 

Allí comenzó la búsqueda de la familia por varias comisarías, pero siempre sin encontrar nada. En septiembre del ’76 los abuelos se enteraron por la familia Pozzo que Rosa estaba en la Comisaría 3ra de Valentín Alsina con Patricia Pozzo, a quien ya se escuchó en este debate. Rosa quedó a disposición del PEN, fue llevada a la cárcel de Olmos y luego a Devoto.

 

 “Hace poco tiempo me enteré por Walter Docters que mi mamá estuvo en Arana”, dijo Romina. Y agregó que fue por el testimonio de los sobrevivientes Patricia Pozzo y Mario Colonna que se enteró que su madre había pasado por el “Pozo de Quilmes”, al menos la segunda mitad de agosto del ’76. Curiosamente el caso no formó parte del requerimiento de elevación a juicio realizado por el Ministerio Público en la causa n° 605 por hechos del “Pozo de Quilmes”.

 

Rosa Vallejos falleció a fines de 1980 en un accidente de auto. Jorge continúa desaparecido y por lo que Rosa le contó a Romina, estuvieron juntos en el primer lugar de detención, que sería en Arana, y Jorge le habría dicho que él no iba a salir, pero que ella sí y que cuidara a la hija de ambos. Sobre el destino de Jorge no hay mayores datos y su rastro se pierde en el CCD de Arana. El caso de Rosa forma parte de la acusación de este debate por los hechos de la Brigada de Investigaciones de Quilmes.

Romina Eva finalizó agradeciendo a los sobrevivientes del terrorismo de Estado porque “gracias a ellos podemos ir reconstruyendo como un rompecabezas lo que sucedió”.


SI NO TE VAS SOS BOLETA

El último testimonio de la jornada fue el de NÉSTOR BUSSO, sobreviviente de los CCD Comisaría 8va de La Plata, Destacamento de Arana, Pozo de Quilmes y Brigada de Investigaciones de La Plata.

El testigo narró que en 1976 vivía en La Plata y estudiaba Ingeniería Eléctrica. Con 25 años estaba casado y tenía dos hijos pequeños. Además trabajaba en un espacio político ligado a la doctrina social de la iglesia católica. Recordó que con otros compañeros manejaban una imprenta en La Plata donde realizaban tareas comerciales y vivían de ese trabajo. Busso sufrió dos secuestros en el año ’76. En esa imprenta de calle 50 y 22 estaba realizando sus tareas solo el 12 de agosto del ’76, cuando llegó un operativo de represores, uniformados con ropa de fajina del Ejército, que lo redujeron, lo tabicaron y lo colocaron en el piso de un camión o camioneta que lo llevó hasta la Comisaría 8va. Por la cercanía que había entre la imprenta y la sede del Regimiento 7 su esposa comenzó la búsqueda yendo a preguntar a esa dependencia, donde un soldado conscripto le dijo que fuera a la 8va, ubicada en calles 7 y 74, en las afueras del casco urbano de La Plata.

 

Una vez que fue depositado en la 8va Busso sufrió un interrogatorio con golpes sobre las publicaciones que realizaban en la imprenta, especialmente sobre su relación con los  obispos Jaime De Nevares y Elder Cámara. «Estaban obsesionados». Más tarde explicó que El testigo dijo que De Nevares, obispo de Neuquén, realizó varias gestiones por su situación. Y coincidentemente en el calabozo de la 8va se encontró con dos jóvenes que habían sido detenidos en Neuquén por la Policía Federal, para después llevarlos a Arana, al Pozo de Quilmes y finalmente a la 8va. Tras más de 2 semanas de cautiverio, en las que recibió visitas de su familia, el 31 de agosto lo liberaron y le dieron un certificado del Área Operacional 113 del Ejército que decía que había estado detenido por averiguación de antecedentes. Además lo llevaron en auto hasta su casa, pero esa misma noche lo volvieron a buscar. Esta vez varios represores con armas largas, pasamontañas y gorras lo sacaron de su casa y lo metieron en un Torino. Lo llevaron al Destacamento de Arana, donde lo interrogaron por armas, nombre de guerra y conexiones. “No tenían ningún dato real sobre mi persona, era algo rayano con lo absurdo”, dijo el testigo. Más tarde lo desnudaron y lo pusieron en un elástico de cama para torturarlo con picana, pero finalmente no lo hicieron. Luego lo pusieron en un espacio de reclusión, desde donde escuchaba movimientos nocturnos de cómo sacaban o entraban detenidos para torturarlos. “En ese lugar una vez por día se escuchaba el ruido de un tren a cierta distancia y evidentemente estaba en zona de campo», afirmó sobre el CCD de Arana. Cerca del 11 de septiembre del ‘76 lo sacaron en la caja de una camioneta con otros tres detenidos y los llevaron al “Pozo de Quilmes”. Cuando llegaron Busso pudo ver el escudo de la puerta de la dependencia por debajo de la venda.

 

El sobreviviente definió cómo fue el ingreso al CCD al decir que lo hicieron subir tres pisos por una escalera caracol y que “el que me llevaba me dijo ‘de acá te vas al cielo’. Y uno de ellos me roba la alianza y la campera que tenía”. Entonces lo ubicaron con otros 3 detenidos José Abel Fuks, que trabajaba en el Hospital de Niños y en una escuela de La Plata, y a una pareja joven. Al poco tiempo se llevaron a los otros detenidos y Busso quedó solo un par de días en el tercer piso. Pudo confirmar que estaba en Quilmes porque por un ventanal se veía el techo rojo del Hospital zonal en la otra manzana, las viejas chimeneas de la cervecería y los domingos se escuchaba ruido de un estadio de fútbol. Posteriormente comienzan a traer muchas personas secuestradas y había mucho movimiento en las guardias, que rotaban cada tres días.

 

Busso recordó que un día se apersonó un represor con mando, porque lo trataban como jefe: “abren la celda y me pregunta cómo estoy. Veo unos zapatos brillosos, como alguien bien vestido”. Al otro día le posibilitaron lavarse y le dieron una bolsa de dormir. Habían pasado casi 1 mes en este CCD. En todo ese tiempo había podido comunicarse por señas con otros secuestrados por la pequeña ventana del baño de su celda. Así se enteró que algunos eran de La Plata, en particular un detenido que había sido baleado y del cual los represores “se vanagloriaban de que ahí tenían un cuadro del ERP y eso era un trofeo”. Se trataba de Osvaldo Enrique Busetto, militante del PRT-ERP secuestrado a comienzos de septiembre en el centro de La Plata en calle 7 y 54 e ingresado a Quilmes a fines de ese mes. Busetto continúa desaparecido.

 

Busso también supo de Gustavo Calotti, en ese momento un joven de 18 años que era policía al igual que varios familiares y había sido secuestrado el 8 de septiembre del ’76 en el edificio de la Jefatura y fue llevado a Quilmes hacia el 23 del mismo mes. “Fue con la única persona con la cual pude conversar varias horas, compartiendo un pequeño calabozo”, dijo Busso. 

 

Finalmente el sobreviviente relató su liberación, y dijo que el 20 de octubre del ’76 lo sacaron en un Falcon o un Torino un grupo de represores. Entre ellos había alguien con mando al que trataban con respeto. Ese represor le dio un sermón y le dijo que tenía 24 hs para salir del país. “‘Si no te vas en 24 y te volvemos a encontrar, sos boleta’, me dijo. Yo no sabía si me iban a matar o me iban a liberar”. Así lo liberaron en el centro de la Plata, donde encontró a su padre, que ya había sido alertado de la acción. Tras 40 días en el Pozo de Quilmes y bajo esta situación de amenaza, Busso se fue a Brasil

Mucho tiempo después, al regresar al país y viendo un programa de televisión reconoció la voz que lo amenazó al momento de ser liberado. Se trataba del mismísimo Director General de Investigaciones Miguel Osvaldo Etchecolatz. “Reconozco la voz de Etchecolatz, su forma de discurso, su forma de hablar. Estoy convencido de que quien estaba en el auto en el momento de mi liberación era el comisario Etchecolatz», dijo Busso con firmeza y agrego que “fue en un infame programa conducido por el señor Grondona donde carearon al genocida Etchecolatz con el maestro Alfredo Bravo. Mientras escuchaba hablar a este señor Etchecolatz me resonó esa voz y la identifiqué con mucha claridad. Cada vez que ha hablado, repite el mismo discurso que me hizo aquella noche del 20 de octubre del 76”.

El testigo también reflexionó sobre el rol cómplice d ela la iglesia católica y el poder Judicial en el plan represivo. Dijo que su familia hizo numerosas gestiones a través de la Iglesia, incluido el párroco de la Catedral, Montes, que según Busso “le había dicho a mi familia en nombre de Monseñor Plaza que yo estaba vivo y que iba a salir en libertad. También presentaron un Hábeas Corpus ante el juez Leopoldo Russo, que lo rechazó. Quiero decir esto porque ese Poder Judicial recibió la información de que yo había sido secuestrado y lo que hizo fue rechazar el Hábeas Corpus y estamos 45 años después analizando lo sucedido”.

 

Como se sabe a fines de diciembre del ’83 el alfonsinismo formó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) que integraban, entre otros, el obispo De Nevares. Aprovechando la oportunidad Busso le envió un informe de su secuestro y su paso por el Pozo de Quilmes, con un croquis del CCD. Recién un año más tarde con la Conadep se hizo un primer reconocimiento de ese lugar de tortura y muerte. Han pasado casi 45 años de los hechos y recién se está juzgando  parte de los responsables de la Brigada de Investigaciones de Quilmes y a los responsables militares del área represiva.

 

Para concluir Busso agradeció a quienes trabajan por Memoria, Verdad y Justicia y agregó que “mi testimonio es por los 30 mil compañeros desaparecidos”.

 


El juicio continúa el 27 de abril con más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio.  Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.







jueves, 29 de abril de 2021

13 DE ABRIL DE 2021: VIGÉSIMA SEGUNDA AUDIENCIA

TRES SOBREVIVIENTES DE QUILMES


Una nueva audiencia del debate por las Brigadas de Investigaciones de la Bonaerense tres sobrevivientes del Pozo de Quilmes secuestrados en La Plata relataron la persecución a la militancia platense de la UES y de la Unidad Básica del barrio platense “El Churrasco”.


Por HIJOS La Plata

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DE ARANA AL POZO DE QUILMES

La audiencia comenzó con el testimonio de PATRICIA POZZO, ex militante de la UES que pasó como detenida desaparecida por los CCD de Arana, Pozo de Quilmes y Comisaría 3ra de Valentín Alsina en Lanús. Su hermana Julia y su cuñado Roberto Castagnet también fueron secuestrados ese día y tras pasar por el CCD de Arana continúan desaparecidos.

  

Patricia contó que al ser secuestrada tenía 18 años. Vivía en casa de sus padres y el 29 de julio de 1976 estaban en la casa con su abuela, sus padres, su hermana Julia Ester Pozzo, su cuñado Roberto Castagnet, su pequeña sobrina Carolina y Fabián Asla, un amigo suyo.

 

A la medianoche cayó un operativo de hombres de civil fuertemente armados que entraron violentamente y redujeron a toda la familia. Uno de los represores se hacía llamar “Coronel” y tenía mando sobre los demás. A ella la encapucharon con una sábana  y comenzaron a preguntarle por el militante “Patulo” Rave. Cuando les contestó que había sido asesinado la golpearon y le dijeron que no mintiera. 


Patricia militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios desde 1973, y conoció “Patulo” Rave y Horacio Ungaro. Ricardo Arturo “Patulo” Rave era referente de la UES platense y fue secuestrado y asesinado por una banda mixta de la CNU-Policía-Ejército en diciembre de 1975. La familia Rave vivía en una casa de calle 8 42 y 43 y eran 9 hermanos. La noche del 23 de diciembre del ’75 “Patulo”, que tenía 18 años y llevaba 3 meses viviendo en casas de compañeros como medida de seguridad, fue a cenar con los padres por la navidad y se quedó a dormir. De madrugada llegó un operativo conjunto que ingresó violentamente a la casa y se llevaron secuestrado al joven. Mientras la familia movía los primeros contactos para la búsqueda, “Patulo” apareció torturado, asesinado y colgado en el “Puente de Fierro” de calle 90 y 31, a la salida de La Plata. Su caso no formó parte del juicio que se realizó en La plata en 2017 y donde fue condenado Carlos “Indio” Castillo y absuelto Juan José “Pipi” Pomares. La familia Rave fue especialmente golpeada por la represión, y tras el asesinato de “Patulo” sus hermanos Gustavo y Carlos Rave, ambos militantes del peronismo revolucionario, fueron asesinados por la dictadura en julio y agosto de 1976. Patricia Pozzo dijo que el asesinato de “Patulo” fue un antes y un después y que en su caso luego del hecho dejó de militar.

 


Tras ese primer interrogatorio en su casa Patricia fue subida a un auto con su cuñado Roberto Daniel Castagnet y después de un trayecto largo los bajaron en un lugar descampado que después supo era uno de los CCD de Arana, en las afueras de La Plata. Al llegar a Arana Patricia escuchó la voz de su hermana y la de Asla. Luego fue llevada a una pieza y torturada. En Arana Patricia estuvo unos 20 días, varios de ellos en un calabozo con una cama de cemento junto a su hermana, y desde allí escuchó que eran sacados varios detenidos a torturar. Entre ellos recordó a Rosa Elena Vallejos, Norma Justa Rivera, Cristina Kafka y Rosa Cristina Rodríguez, además de una chica llamada Noelia. También supo que en Arana estuvieron Carlos Stremi, Alfredo Fernández, Rubén Saposnik,  Víctor Taverna, Gladis Beluardi, Juan Carlos Tonil, Mario Colonna y un joven apodado “Pomelo” que era Luis Vigo.


Patricia recordó que fue trasladada al Pozo de Quilmes a mediados de agosto del ’76, de noche, tabicada y en una camioneta junto a un grupo de 14 detenidos, entre ellos Beluardi, Vallejos, Rivera, Kafka, Rodríguez, Fernández, Stremi, Bustos, Taverna y Colonna.  

 

Al llegar a Quilmes los bajan del móvil, los suben por escaleras. “Yo tenía impresión de entrar a una gruta o caverna, porque era todo húmedo y mojado”. Ella fue ubicada en un calabozo con Rivero, Vallejos, Casca y Rodríguez. Allí las tuvieron dos días sin comer y supieron que estaban en Quilmes por la publicidad comercial que realizaba un avión de una pizzería. Respecto a los represores de Quilmes sólo recordó a uno que les decía que la conocía y que una vez le sacó la venda para que alimentara a sus compañeros. Le pusieron una bandeja con basura para que repartiera y en esa situación pudo observar el lugar: un segundo piso, las escaleras, un patio interior en planta baja. En una oportunidad la llevaron a una pieza donde uno de los represores le dijo que conocía sus movimientos y que su padre trabajaba en el Ministerio de Economía bonaerense.

 

Tras 2 semanas en Quilmes Patricia fue llevada a la 3ra de Lanús con el mismo grupo con que la sacaron de Arana. Al llegar a Lanús el comisario les dijo que estaban “en depósito” y los tuvieron en un calabozo todos juntos un par de días vendados y sin atenderlos. Luego les dieron de comer y los separaron a varones de mujeres. Allí los presos comunes les dijeron que dieran sus nombres porque había un detenido que iba a salir. Así se le avisó a la madre de Alfredo Fernández y se hizo una cadena entra las familias, que peregrinaron por el Regimiento 3 de La Tablada, donde les confirmaron que estaban en la 3ra de Lanús. Luego el grupo fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo en octubre del ’76 y pudo ser visitado por sus familiares. Hacia 15 de diciembre del ’76 los trasladaron a las celdas de castigo del penal de Olmos, y en el caso de Patricia en enero del ’77 la llevan a Villa Devoto con Rosa Vallejos. A fines de 1979 Patricia pudo salir del país hacia Suecia, con esposas hasta el último escalón de ingreso al avión, y gracias a la gestión que realizaron sus padres. La testigo contó que en sus padres murieron entre su exilio y el regreso de la democracia.

 


También mencionó el caso de su prima Adela Ester Founrouge y su compañero Juan José Libralato, militantes montoneros en La Plata secuestrados y desaparecidos el 11 de octubre del ’77. Adela estaba embarazada de 4 meses. Años después la primera hija de la pareja, Julia, se acercó al Equipo Argentino de Antropología Forense. Por sobrevivientes se supo que José pasó por el CCD “Club Atlético”. Los restos de la pareja fueron identificados por el EAAF, en el caso de Adela inhumada como NN en el cementerio de La Plata –se determinó que su embarazo no llegó a término- y en el de Juan José en el de Berazategui. Por esos crímenes y otros producidos en La Plata fueron juzgados y condenados en 2016 un grupo de 6 integrantes de la Delegación La Plata de la Policía Federal, comandados por el jefe Martín Eduardo Zuñiga.

 

La testigo cerró su relato afirmando que para ella su gran revancha por los años de desaparición y cárcel fue haber tenido cuatro hijos y dos sobrinas a las que adora. “Después me llevó la vida hacer el duelo. Traté de hacer una vida lo mejor posible, aunque siempre extrañando a mi familia, a mi hermana, siempre con esa nostalgia. Esa pérdida que nunca la voy a superar. Aprendí a vivir con ella”, concluyó la sobreviviente que hoy vive en Grenoble, Francia.

 


SOBREVIVIENTE DE 4 CCD

El segundo testimonio correspondió a JUAN CARLOS STREMI, sobreviviente de los CCD de Arana, Pozo de Quilmes, Comisaría 3ra de Lanús y la Unidad 9. Stremi contó que en julio del ‘76 tenía 17 años, había militado en la UES y vivía en el mismo barrio de la familia Pozzo y Rave, en la zona de 8 y 42 en La Plata. Fue secuestrado en el mismo operativo que el hecho sufrido por la familia Pozzo, la madrugada del 29 al 30 de julio del ’76. Un grupo armada de hombres vestidos de civil, identificados como policías, golpeó la puerta de su casa y cuando su padre fue a atender lo redujeron en el piso con una pistola en la cabeza. Entonces lo fueron a buscar a él, lo apuntaron con un arma larga, rompieron una sábana, lo vendaron, le ataron las manos atrás y se lo llevaron en un auto particular a lo que después supo era uno de los CCD de Arana. En ese lugar pudo saber del paso de las hermanas Patricia y Julia Pozzo, de Alfredo Fernández, Roberto Castagnet y del joven Luis Vigo, apodado “Pomelo”. Todos eran conocidos del barrio y de la militancia, y salvo Patricia Pozzo y Fernández el resto continúan desaparecidos. 

 

El sobreviviente dijo que conocía a “Patulo” Rave de la UES y que su asesinato de fines del ’75 motivó que “dejamos de militar con un grupo de compañeros”. 

 

En las dos semanas que estuvo en Arana Stremi escuchó la llegada y salida de los grupos operativos, las torturas, violaciones y simulacros de fusilamiento que se perpetraban: “Eso era todos los días”, afirmó el testigo. Stremi contó que alrededor del 20 de agosto del ’76 fue trasladado en un camión cerrado con un grupo de detenidos al Pozo de Quilmes, entre ellos Paricia Pozzo y Fernández, y que en Arana quedaron Julia Pozzo, Castagnet y Vigo. Al llegar a Quilmes fueron recibidos con golpes y patadas. En coincidencia con el relato de Patricia Pozzo, describió las condiciones de detención en Quilmes como inhumanas, comiendo basura. “Íbamos al baño vendados y atados atrás. Yo seguía con la misma venda. En un momento determinado se escuchaban gritos. Uno estando tan mal no podía identificar de dónde venían… pero era de ahí”, afirmó.

 

El sobreviviente relató que integró el grupo que fue trasladado de Quilmes a la 3ra de Lanús a fines de septiembre del ’76, y en su caso en esta comisaría se encontró con Saposnik, Tonil, Taverna, Colonna y Fernández, que también venían del Pozo de Quilmes. “Nos sacaron las vendas como legalizándonos y nos desataron. Ahí nos pudieron visitar las familias y llevar comida. Ahí estábamos un poco mejor. Yo estaba descalzo desde el día de mi detención”, agregó.

 

Stremi fue trasladado a la Unidad 9 de La Plata y en ese lugar volvió a sufrir golpes y torturas. “Dos por tres te llevaban al ‘buzón’, que era un calabozo de castigo. Ahí había tortura por parte de la gente de penitenciaría. Hasta que llegó la Cruz Roja Internacional y la cosa cambió un poco. Pero siempre existía el maltrato por cualquier cosa. La pasé muy mal», afirmó. También recordó las liberaciones de algunos detenidos que luego eran asesinados, hecho que se asentaba irregularmente como caídos en un “enfrentamiento”. Por parte de los hechos de torturas y homicidios cometidos en la Unidad 9 en dictadura fueron juzgados y condenados en 2010 varios penitenciarios como Abel Dupuy, Héctor “Oso” Acuña, Raúl “Nazi” Revainera y Ramón “Manchado” Fernández. 

 

Tras 4 años en la Unidad 9 Stremi fue puesto a disposición del PEN por decreto 2.705 de noviembre del ’76, y vivió con libertad vigilada teniendo que ir a firmar a la Comisaría 2da de La Plata. Sobre su vida como sobreviviente del Genocidio el testigo dijo que “fue un momento difícil. Con 17 años pasé una etapa terrible. Tenía miedo. Después de salir no sabía qué iba a pasar. Encima con libertad vigilada no me podía mover mucho. Tuve pesadillas”. Agregó que en parte pudo reconstruir su vida cuando comenzó a trabajar con su padre en la Cervecería Alemana de La Plata y formar una familia.

 


PERSECUCIÓN A LA MILITANCIA DE “EL CHURRASCO”

El último testigo de la jornada fue MARIO ERNESTO COLONNA, al igual que Pozzo y Stremmi sobreviviente de los CCD de Arana, Pozo de Quilmes y Comisaría 3ra de Valentín Alsina. Colonna, secuestrado junto a su hermano Juan Carlos Colonna que permanece desaparecido, relató que en el año ’76 tenía 27 años, trabajaba en el frigorífico Swift y era estudiante de medicina en La Plata. La noche del 30 de julio de aquel año estaba con su hermano, con su amiga Carolina Lugones y el hijo de ella Luis, de 12 años, en el departamento que compartían en calle 68 entre 7 y 8. Lugones había venido de Neuquén a ver a su hijo David que había sido secuestrado en marzo del ’76 y estaba preso en la Unidad 9. La esposa de Mario había viajado a Coronel Dorrego con la hija de ambos de 3 años y a culminar su embarazo en curso, con lo cual en la pieza del matrimonio habían alojado a Lugones y su hijo. De madrugada llegó un operativo que se anunció como “Fuerzas Conjuntas” y tras ingresar violentamente lo redujeron junto a su hermano mientras demandaban dónde estaban las armas. Como negaron que hubiera armas los represores hicieron llamar a uno que se hacía llamar “Coronel” y comenzaron a golpearlos hasta que hicieron unas vendas con sábanas y los tabicaron junto a su hermano y los maniataron para sacarlos a los golpes por un pasillo hacia la calle y cargarlos en autos particulares. Mario calcula que eran cinco o seis vehículos y a él lo subieron a un Torino. “Cuando me metieron en el auto, uno me dice: quedáte tranquilo, que el Coronel te hace unas preguntas y después te vamos a soltar”. Sin embargo los llevaron en caravana a secuestrar a una persona en el barrio platense “El Churrasco”, que era Damián Perego, y a otra en Ringuelet que sería enfermera del Hospital Naval. Luego los llevaron a un lugar descampado y tras cruzar un alambrado los ingresaron a una casona donde fueron ubicados contra una pared y pasaron lista. Luego confirmó que era la casona de Arana, conocida como “Estancia La Armonía”, uno de los varios CCD que hubo en esa zona suburbana de la Plata. Tras varios días en Arana Mario pudo registrar que el lugar era una casa de campo y tenía una galería con patio. En ese sitio lo sacaron varias veces a interrogatorio donde lo golpearon, lo torturaron con picana eléctrica y le preguntaron por las actividades de su hermano y por armas o explosivos. En uno de esos interrogatorios reconoció la voz del “Capitán Cacivio”, a quien conocía porque había comandado el secuestro de David Lugones tiempo atrás. Colonna había hecho gestiones ante Monseñor Antonio Plaza por Lugones y el sacerdote lo mandó a hablar con el “jefe de la SIDE”. Cuando fue al edificio donde funcionaba el Destacamento 101 del Ejército en La Plata, en 55 entre 7 y 8, y se entrevistó con Cacivio. El genocida Gustavo Adolfo Cacivio fue condenado dos veces a perpetua en 2014 por los crímenes de los CCD “La Cacha” y “Vesubio”, estaba procesado en este debate y murió impune antes de iniciarse el juicio.

 

Por su amiga Carolina Lugones Colonna se enteró que en el operativo de su propio secuestro los represores se habían quedado un tiempo en el departamento consumiendo algunas bebidas que había, habían maltratado a la mujer y a su hijo, y se habían robado ropa, dinero escondido en los libros y varios objetos, menos los libros.

 

En Arana su hermano Juan Carlos y Perego le contaron que los habían sacado varias veces al campo a hacerles simulacros de fusilamiento. Mario pudo saber de varios otros detenidos de La Plata como Roberto Castagnet, Patricia y Julia Pozzo, Juan Carlos Stremmi, Alfredo Fernández, Luis “Pomelo” Vigo, Pablo Genazzi y Juan Carlos Tonil. 

 

El 8 de agosto del ’76 por la tarde Mario y otros detenidos escucharon que los represores de Arana empezaron a llamar gente por su nombre para un traslado. Fue la última vez que Mario vio a su hermano. Juan Carlos había nacido en Coronel Dorrego y había integrado el seminario “La Asunción” de Bahía Blanca. En el ’73 se fue a estudiar Filosofía e Historia en la UNLP. Además había sido oficial cañista en el Astillero Río Santiago y al momento de su secuestro trabajaba en el frigorífico Swift. Era referente de la Unidad Básica del barrio “El Churrasco” de Tolosa, adscripta a la línea de la Juventud Peronista de las Regionales conducida por Dante Gullo.

 

Mario Colonna fue trasladado al pozo de Quilmes en una camioneta junto a otros detenidos, como relataron en esta audiencia Patricia Pozzo y Juan Carlos Stremi. Al llegar a Quilmes fueron subidos por una escalera y ubicados en varios calabozos. A Mario le tocó estar solo. Recuerda que sufrió mucho el frío en los pies y para calentarse hizo movimientos, se destabicó y desató y pudo ver la celda, el pasillo y el pabellón. Tras un día y medio solo fue llevado a otra celda más grande donde estaban Genazzi, Tonil, Stremi, Fernández y dos chichos muy jóvenes que habían caído en La Plata. Así habló con ese grupo y le dijeron que estaban en Quilmes y que venían de Arana. Mario conocía Quilmes por su militancia y dedujo que estaba en la Brigada de Investigaciones. También reconstruyeron que un tal Daniel Oscar Bustos, militante platense de Montoneros apodado “Pepino”, había delatado a todo el grupo que cayó en La Plata en esos días de julio del ’76. También supo de otros detenidos que venían de San Francisco Solano como Víctor Taverna y su esposa Gladis Beluardi, Juan Carlos Bordón y su hermana y un chico apodado “El Paraguayo” que era novio de la hermana de Bordón. 

El sobreviviente dijo que en Quilmes comieron mal y muy pocas veces y contó que en una oportunidad reconoció a un Policía Federal de La Plata al que conocía de cuando había trabajado en un local gastronómico. Mario le pidió que avisara a su familia pero no lo consiguió. También se refirió a los delitos sexuales cometidos en Arana y en Quilmes y dijo que “además de las torturas del secuestro, los golpes y la picana, las compañeras por el hecho de ser mujeres sufrieron más torturas”.

El 18 de agosto del ‘76 Mario y un grupo de detenidos fueron trasladados a la Comisaría 3ra de Valentín Alsina, donde el régimen de detención se relajó, los desataron y destabicaron y pudieron bañarse. Mario dijo que tuvo la sensación que de ellos estaban inaugurando esa comisaría como lugar de detenidos políticos porque había muchos presos comunes y según su relato los policías de la dependencia se asombraban del estado en que los traían desde Quilmes. Allí compartió celda con Genazzi, Tonil, Fernández, Stremi, y Taverna. Luego presenció la llegada de Rubén Saposnik y Daniel Bustos, este último quien supuestamente había delatado a todo el grupo de la UB del Churrasco. En Valentín Alsina Mario se enteró que su hermano Juan Carlos continuaba en Arana y que allí se le perdió el rastro. También compartió cautiverio en la 3ra con Rosa Elena Vallejos, Cristina Kafka, Norma Rivera y Rosa Cristina Rodríguez y Galdis Beluardi.

 

Por un preso común que fue liberado Mario pudo avisar a conocidos suyos y a la familia de Fernández que estaban en Valentín Alsina. Cuando fueron a verlos les negaron que estuvieran allí, pero les recibieron la comida que llevaron. En agosto del ’76 Colonna pudo empezar a recibir visitas de familiares, entre ellos de su mujer y su segunda hija a la cual aún no conocía porque había nacido cuando él estaba secuestrado. 

 

Colonna agregó detalles de un episodio ocurrido en noviembre del ’76 en la comisaría donde, tras la bomba colocada por Montoneros en la Jefatura de Policía y la respuesta del jefe Ramón Camps de asesinar como respuesta a varios secuestrados, hubo mucho movimiento de personal impidiendo que se intervenga en la dependencia. Mario colige que en esa época su hermano fue sacado de Arana y asesinado en Melchor Romero.

 

Sobre el rol de la Comisaría 3ra de Valentín Alsina, Mario dijo que estaba a cargo el comisario Pini o Pirri y que hay que profundizar la investigación sobre los libros de las comisarías: “La burocracia administrativa guarda todo, hay que revisar los libros de las comisarías, ahí se anotaba todo: quién entraba, quién salía, quién estaba de guardia”.

 

El 14 de diciembre del ’76 Colonna fue llevado a la Unidad 9, donde estuvo en el pabellón 13 y desde el ingreso sufrió palizas y torturas de parte del personal penitenciario. Allí también se enteró de los asesinatos de presos políticos liberados y falsamente registrados como caídos en enfrentamientos, como Horacio Rapaport, Roberto Pirles y Dardo Cabo

 

El 29 de mayo del ’79 Colonna fue trasladado al penal de Caseros, donde estuvo 16 meses y luego fue nuevamente llevado a la Unidad 9 de La Plata. Recién en noviembre de 1980 recibió la libertad vigilada. Tras casi dos horas y media de testimonio el tribunal decidió interrumpir el relato y continuarlo en la próxima audiencia.

 


El juicio continúa el 20 de abril con más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio.  Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.












AUDIENCIA 37 DEL JUICIO POZO DE BANFIELD, POZO DE QUILMES E “INFIERNO”

FUENTE: DIARIO CONTEXTO - Ago 24, 2021 E l secuestro y desaparición de Ricardo Darío Chidichimo, por entonces meteorólogo recibido e...