viernes, 30 de abril de 2021

20 DE ABRIL DE 2021: VIGÉSIMA TERCERA AUDIENCIA

MÁS HISTORIAS DEL GENOCIDIO

Nueva audiencia del debate por las Brigadas de Investigaciones de Banfield, Quilmes y Lanús, donde tres sobrevivientes y una hija de desaparecidos relataron el horror vivido como parte del Genocidio ocurrido en nuestro país durante la última dictadura. Mario Colonna, que completó su testimonio, Virgilio Medina, Néstor Busso y Eva Romina Benvenutto dieron continuidad al debate que lleva más de seis meses de audiencias.


Por HIJOS La Plata – Espacio de Lucha Nilda Eloy

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TORTURAS EN EL SPB

En primer término concluyó su testimonio MARIO ERNESTO COLONNA, sobreviviente de los CCD de Arana, Pozo de Quilmes y Comisaría 3ra de Valentín Alsina, que había iniciado su relato en la audiencia anterior.

 

El testigo completó su exposición detallando los padecimientos que sufrió en la Unidad 9 de La Plata, donde fue llevado en diciembre del ’76 desde la Comisaría 3ra de Valentín Alsina. Así describió que tras la recibida con golpes lo vio un médico que le dijo “te caíste de una escalera” y por las amenazas de los represores del SPB tuvo que dejar de reclamar atención. Entre los años ’77 y ‘79 el sobreviviente sufrió distintos traslados de pabellón en la U9 hasta mayo de ese último año cuando fue llevado con otros detenidos al penal de Caseros, donde cesaron las torturas, pero lo hicieron firmar una declaración de arrepentimiento y rechazo de la actividad de las organizaciones armadas, como parte de una estrategia de la dictadura para presentar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como parte de la “reeducación” a los presos políticos.  Colonna se negó a firmar y reclamó por la situación de su hermano ante el capellán penitenciario y ante el represor Carlos Sánchez Toranzo. En Caseros Colonna se encontró con otros detenidos como Carlos Kunkel y Dante Gullo y recibió la visita de una comisión de la Cruz Roja, ante quienes reclamó por las condiciones de detención, que incluían aislamiento e incomunicación con el exterior. Así consiguieron algunas mejoras en el régimen penitenciario. En agosto de 1980 Colonna volvió a ser llevado a la U9, esta vez al llamado “pabellón de la muerte”  donde volvió a sufrir torturas como la ducha con agua fría, ante lo que realizaron una protesta y pudieron acceder al agua caliente. A fines del año 1980 Colonna volvió a encontrarse al represor Sánchez Toranzo, quien le informó que iba a ser liberado. Recién en noviembre de 1980 Colonna recibió la libertad vigilada. 


DE LOBOS A BANFIELD

El segundo testimonio correspondió a VIRGILIO CÉSAR MEDINA, sobreviviente del CCD “Pozo de Banfield” donde pasó 5 días confinado a fines de marzo del ’76. Medina contó que en 1976 tenía 34 años y estaba afiliado al Partido Socialista Democrático. Fue secuestrado la tarde del 24 de marzo del ’76 en casa de sus padres en una zona rural de Lobos, donde estaba con su compañera  sus hijos. Allí había ido con su familia a visitar a sus padres y llegó un grupo de represores de la Policía Bonaerense y del Ejército que lo redujo y lo llevó a la comisaría local, donde le tomaron los datos y lo ubicaron en un calabozo individual. Allí escuchó que estaban detenidos Pastorino, Eduardo Pachamé y Delfino. Cerca de las 11 de la noche lo llevaron a una habitación, lo golpearon y lo sacaron esposado y encapuchado hacia una F-100 de doble cabina donde lo pasearon varios minutos y luego regresaron a la comisaría. El testigo intuye que hubo un desperfecto en el móvil, por lo cual lo devolvieron al calabozo anterior. Tras un tiempo es nuevamente sacado del lugar encapuchado y esposado y subido a una camioneta en la que lo llevan dos lugares distintos que el testigo intuye que eran las comisarías de San Miguel Del Monte o de Cañuelas.

 

Ahí es depositado en un calabozo y destabicado. Entonces vio por la mirilla a un oficial que conocía de Lobos al que le pidió agua, pero no lo asistieron. Luego lo volvieron a encapuchar y lo sacaron a otro vehículo con un grupo de detenidos. Medina perdió la ubicación en esos traslados, que siempre se realizaban de noche. Finalmente un día los llevan a un lugar donde los bajaron y se escuchó la apertura de un portón y la carga de armas largas. Allí lo pusieron destabicado en un calabozo donde encontró una prenda íntima de mujer y un hilo sisal con el que se colgó intentando suicidarse. Sin embargo perdió el conocimiento y sobrevivió. En un momento lo sacaron del calabozo y pudo ver que en otras celdas había otros detenidos que tenían un régimen más leve y por lo menos podían alimentarse. Entonces se comunicó con esos detenidos, pudo alimentarse y tomar agua y les pidió que si alguien salía avisara que él estaba ahí. Entre ese grupo de personas recuerda que había gente cercana a Héctor Cámpora, de un grupo que había sido secuestrado en San Andrés de Giles. Por la correspondencia de fechas y los relatos de otros detenidos, se deduce que este lugar de detención era el “Pozo de Banfield”. El testigo recordó que un día lo sacaron del calabozo, lo subieron por unas escaleras y lo llevaron a una sala donde fue torturado con picana eléctrica e interrogado por otras personas que desconocía. “La tortura también era psicológica, porque uno podía escuchar los gritos de otras personas que por el tono de voz uno se daba cuenta que eran jóvenes. A veces de noche había gritos que te taladraban”, reflexionó Medina.

 

Además el testigo contó que un día lo sacaron esposado dos represores, uno de ellos Alejandro Duret, oficial de inteligencia del Ejército juzgado y absuelto en 2009 en Mar Del Plata en la causa “Labolita”, y otro de apellido Vidal. Lo llevaron en un vehículo en un viaje largo y al parar en un retén los represores dijeron “llevamos un paquete” y siguieron el viaje hasta la delegación de la Policía Federal en Azul donde fue puesto en un calabozo. Tras un tiempo fue trasladado a la cárcel de Azul, donde pudo alimentarse tras 2 días sin comer. También supo que su familia había ido a verlo, aunque no los dejaron comunicarse. Allí por otro preso se enteró que su padre también había sido detenido y estaba en ese penal. Un tiempo después lo pasaron de calabozo al pabellón de presos políticos y se encontró con su padre y otros conocidos de Lobos. En Azul Medina estuvo 3 meses con régimen más leve: recibió visitas de los familiares y pudo alimentarse mucho mejor. Un día le dijeron que los trasladaban y fue llevado a Sierra Chica junto a su padre y otros detenidos. Tras 3 años en Sierra Chica, donde las condiciones de detención se endurecieron. Luego de esto fue trasladado en un avión Hércules a la Unidad 9 de La Plata hasta julio de 1980, cuando recuperó la libertad.

 

Medina agregó que tras salir en libertad quiso recuperar su trabajo en el Teatro General San Martín de Capital Federal. Y dijo que le dieron un certificado de que estuvo detenido a disposición del Poder Ejecutivo, pese a que una buena parte del tiempo estuvo desaparecido, sin causa alguna. “La familia es la que realmente sufre todo este proceso”, dijo Medina y detalló que su domicilio fue allanado y visitado por los represores en varias oportunidades cuando él ya estaba detenido y que su familia sufrió requisas cuando iban a visitarlo a la cárcel. Agregó que como consecuencia del horror vivido una de sus hijas sufrió mucho y se quitó la vida. 


“CUIDÁME A EVITA”

La audiencia continuó con el testimonio de EVA ROMINA BENVENUTTO, hija de Rosa Elena Vallejos y Jorge Omar Benvenutto, militantes del Partido Justicialista que realizaban tareas sociales desde una Unidad Básica donde tenían una guardería y una salita sanitaria. Eva Romina contó que Rosa estudiaba medicina en la UNLP y Jorge era trabajador del comedor de esa facultad. Vivían en La Plata, pero a partir del golpe de Estado decidieron irse a vivir a Punta Lara por razones de seguridad. Fueron secuestrados el 30 de julio del ’76 en su casa de Punta Lara, en el partido de Ensenada. Al momento de su secuestro Rosa tenía 23 años y Jorge 24. Eva Romina era una niña de un año y medio. 

 

En un hecho anterior al secuestro de la pareja, la familia sufrió un operativo en casa de los abuelos paternos de Romina. En la casa estaban los abuelos y los dos hermanos menores de Jorge. Como no encontraron a Jorge los represores quisieron llevarse a su padre, pero el otro hijo varón Oscar, de 15 años, se ofreció para que lo lleven a él. Así lo encapucharon y lo metieron en un auto, dieron vueltas por Ensenada y seguían secuestrando gente, entre ellos Raúl Romano, un migo de la familia. Luego emprendieron un viaje más largo hasta un lugar descampado donde había un galpón. Oscar Benvenutto dedujo que el lugar era uno de los CCD de Arana, y allí escuchó que Romano era torturado mientras lo interrogaban por Jorge Benvenutto. Oscar estuvo dos días en Arana, fue golpeado en varias oportunidades y pudo saber que en el lugar había muchos otros detenidos. Finalmente lo llevaron en un auto hacia a un descampado y se prepararon para fusilarlo. Sin embargo lo abandonaron y Oscar se volvió hacia Ensenada en colectivo. 

 

Al mismo tiempo, cuando Jorge llegó a la casa de sus padres su padre, este lo alertó del secuestro de su hermano Oscar. Jorge dijo que se iba a entregar para que soltaran a Oscar y le pidió “Cuidáme a Evita”. Finalmente, como Oscar fue liberado Jorge no se entregó.

 

La madrugada del 23 de julio del ’76 Jorge y su familia estaban en su casa de Punta Lara y llegó un operativo de varios represores vestidos de civil y armados. Tras reducir a la pareja uno de los genocidas alzo en brazos a Romina, ante lo cual su madre reaccionó pegándole con una plancha y pidiéndole que dejaran a la niña. Así se llevaron a Jorge y a Rosa en varios vehículos y Romina quedó sola en la casa. Romina fue asistida por los vecinos y la llevaron a la Comisaría de Punta Lara, de donde fue retirada por sus abuelos.

 

Allí comenzó la búsqueda de la familia por varias comisarías, pero siempre sin encontrar nada. En septiembre del ’76 los abuelos se enteraron por la familia Pozzo que Rosa estaba en la Comisaría 3ra de Valentín Alsina con Patricia Pozzo, a quien ya se escuchó en este debate. Rosa quedó a disposición del PEN, fue llevada a la cárcel de Olmos y luego a Devoto.

 

 “Hace poco tiempo me enteré por Walter Docters que mi mamá estuvo en Arana”, dijo Romina. Y agregó que fue por el testimonio de los sobrevivientes Patricia Pozzo y Mario Colonna que se enteró que su madre había pasado por el “Pozo de Quilmes”, al menos la segunda mitad de agosto del ’76. Curiosamente el caso no formó parte del requerimiento de elevación a juicio realizado por el Ministerio Público en la causa n° 605 por hechos del “Pozo de Quilmes”.

 

Rosa Vallejos falleció a fines de 1980 en un accidente de auto. Jorge continúa desaparecido y por lo que Rosa le contó a Romina, estuvieron juntos en el primer lugar de detención, que sería en Arana, y Jorge le habría dicho que él no iba a salir, pero que ella sí y que cuidara a la hija de ambos. Sobre el destino de Jorge no hay mayores datos y su rastro se pierde en el CCD de Arana. El caso de Rosa forma parte de la acusación de este debate por los hechos de la Brigada de Investigaciones de Quilmes.

Romina Eva finalizó agradeciendo a los sobrevivientes del terrorismo de Estado porque “gracias a ellos podemos ir reconstruyendo como un rompecabezas lo que sucedió”.


SI NO TE VAS SOS BOLETA

El último testimonio de la jornada fue el de NÉSTOR BUSSO, sobreviviente de los CCD Comisaría 8va de La Plata, Destacamento de Arana, Pozo de Quilmes y Brigada de Investigaciones de La Plata.

El testigo narró que en 1976 vivía en La Plata y estudiaba Ingeniería Eléctrica. Con 25 años estaba casado y tenía dos hijos pequeños. Además trabajaba en un espacio político ligado a la doctrina social de la iglesia católica. Recordó que con otros compañeros manejaban una imprenta en La Plata donde realizaban tareas comerciales y vivían de ese trabajo. Busso sufrió dos secuestros en el año ’76. En esa imprenta de calle 50 y 22 estaba realizando sus tareas solo el 12 de agosto del ’76, cuando llegó un operativo de represores, uniformados con ropa de fajina del Ejército, que lo redujeron, lo tabicaron y lo colocaron en el piso de un camión o camioneta que lo llevó hasta la Comisaría 8va. Por la cercanía que había entre la imprenta y la sede del Regimiento 7 su esposa comenzó la búsqueda yendo a preguntar a esa dependencia, donde un soldado conscripto le dijo que fuera a la 8va, ubicada en calles 7 y 74, en las afueras del casco urbano de La Plata.

 

Una vez que fue depositado en la 8va Busso sufrió un interrogatorio con golpes sobre las publicaciones que realizaban en la imprenta, especialmente sobre su relación con los  obispos Jaime De Nevares y Elder Cámara. «Estaban obsesionados». Más tarde explicó que El testigo dijo que De Nevares, obispo de Neuquén, realizó varias gestiones por su situación. Y coincidentemente en el calabozo de la 8va se encontró con dos jóvenes que habían sido detenidos en Neuquén por la Policía Federal, para después llevarlos a Arana, al Pozo de Quilmes y finalmente a la 8va. Tras más de 2 semanas de cautiverio, en las que recibió visitas de su familia, el 31 de agosto lo liberaron y le dieron un certificado del Área Operacional 113 del Ejército que decía que había estado detenido por averiguación de antecedentes. Además lo llevaron en auto hasta su casa, pero esa misma noche lo volvieron a buscar. Esta vez varios represores con armas largas, pasamontañas y gorras lo sacaron de su casa y lo metieron en un Torino. Lo llevaron al Destacamento de Arana, donde lo interrogaron por armas, nombre de guerra y conexiones. “No tenían ningún dato real sobre mi persona, era algo rayano con lo absurdo”, dijo el testigo. Más tarde lo desnudaron y lo pusieron en un elástico de cama para torturarlo con picana, pero finalmente no lo hicieron. Luego lo pusieron en un espacio de reclusión, desde donde escuchaba movimientos nocturnos de cómo sacaban o entraban detenidos para torturarlos. “En ese lugar una vez por día se escuchaba el ruido de un tren a cierta distancia y evidentemente estaba en zona de campo», afirmó sobre el CCD de Arana. Cerca del 11 de septiembre del ‘76 lo sacaron en la caja de una camioneta con otros tres detenidos y los llevaron al “Pozo de Quilmes”. Cuando llegaron Busso pudo ver el escudo de la puerta de la dependencia por debajo de la venda.

 

El sobreviviente definió cómo fue el ingreso al CCD al decir que lo hicieron subir tres pisos por una escalera caracol y que “el que me llevaba me dijo ‘de acá te vas al cielo’. Y uno de ellos me roba la alianza y la campera que tenía”. Entonces lo ubicaron con otros 3 detenidos José Abel Fuks, que trabajaba en el Hospital de Niños y en una escuela de La Plata, y a una pareja joven. Al poco tiempo se llevaron a los otros detenidos y Busso quedó solo un par de días en el tercer piso. Pudo confirmar que estaba en Quilmes porque por un ventanal se veía el techo rojo del Hospital zonal en la otra manzana, las viejas chimeneas de la cervecería y los domingos se escuchaba ruido de un estadio de fútbol. Posteriormente comienzan a traer muchas personas secuestradas y había mucho movimiento en las guardias, que rotaban cada tres días.

 

Busso recordó que un día se apersonó un represor con mando, porque lo trataban como jefe: “abren la celda y me pregunta cómo estoy. Veo unos zapatos brillosos, como alguien bien vestido”. Al otro día le posibilitaron lavarse y le dieron una bolsa de dormir. Habían pasado casi 1 mes en este CCD. En todo ese tiempo había podido comunicarse por señas con otros secuestrados por la pequeña ventana del baño de su celda. Así se enteró que algunos eran de La Plata, en particular un detenido que había sido baleado y del cual los represores “se vanagloriaban de que ahí tenían un cuadro del ERP y eso era un trofeo”. Se trataba de Osvaldo Enrique Busetto, militante del PRT-ERP secuestrado a comienzos de septiembre en el centro de La Plata en calle 7 y 54 e ingresado a Quilmes a fines de ese mes. Busetto continúa desaparecido.

 

Busso también supo de Gustavo Calotti, en ese momento un joven de 18 años que era policía al igual que varios familiares y había sido secuestrado el 8 de septiembre del ’76 en el edificio de la Jefatura y fue llevado a Quilmes hacia el 23 del mismo mes. “Fue con la única persona con la cual pude conversar varias horas, compartiendo un pequeño calabozo”, dijo Busso. 

 

Finalmente el sobreviviente relató su liberación, y dijo que el 20 de octubre del ’76 lo sacaron en un Falcon o un Torino un grupo de represores. Entre ellos había alguien con mando al que trataban con respeto. Ese represor le dio un sermón y le dijo que tenía 24 hs para salir del país. “‘Si no te vas en 24 y te volvemos a encontrar, sos boleta’, me dijo. Yo no sabía si me iban a matar o me iban a liberar”. Así lo liberaron en el centro de la Plata, donde encontró a su padre, que ya había sido alertado de la acción. Tras 40 días en el Pozo de Quilmes y bajo esta situación de amenaza, Busso se fue a Brasil

Mucho tiempo después, al regresar al país y viendo un programa de televisión reconoció la voz que lo amenazó al momento de ser liberado. Se trataba del mismísimo Director General de Investigaciones Miguel Osvaldo Etchecolatz. “Reconozco la voz de Etchecolatz, su forma de discurso, su forma de hablar. Estoy convencido de que quien estaba en el auto en el momento de mi liberación era el comisario Etchecolatz», dijo Busso con firmeza y agrego que “fue en un infame programa conducido por el señor Grondona donde carearon al genocida Etchecolatz con el maestro Alfredo Bravo. Mientras escuchaba hablar a este señor Etchecolatz me resonó esa voz y la identifiqué con mucha claridad. Cada vez que ha hablado, repite el mismo discurso que me hizo aquella noche del 20 de octubre del 76”.

El testigo también reflexionó sobre el rol cómplice d ela la iglesia católica y el poder Judicial en el plan represivo. Dijo que su familia hizo numerosas gestiones a través de la Iglesia, incluido el párroco de la Catedral, Montes, que según Busso “le había dicho a mi familia en nombre de Monseñor Plaza que yo estaba vivo y que iba a salir en libertad. También presentaron un Hábeas Corpus ante el juez Leopoldo Russo, que lo rechazó. Quiero decir esto porque ese Poder Judicial recibió la información de que yo había sido secuestrado y lo que hizo fue rechazar el Hábeas Corpus y estamos 45 años después analizando lo sucedido”.

 

Como se sabe a fines de diciembre del ’83 el alfonsinismo formó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) que integraban, entre otros, el obispo De Nevares. Aprovechando la oportunidad Busso le envió un informe de su secuestro y su paso por el Pozo de Quilmes, con un croquis del CCD. Recién un año más tarde con la Conadep se hizo un primer reconocimiento de ese lugar de tortura y muerte. Han pasado casi 45 años de los hechos y recién se está juzgando  parte de los responsables de la Brigada de Investigaciones de Quilmes y a los responsables militares del área represiva.

 

Para concluir Busso agradeció a quienes trabajan por Memoria, Verdad y Justicia y agregó que “mi testimonio es por los 30 mil compañeros desaparecidos”.

 


El juicio continúa el 27 de abril con más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio.  Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.







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