jueves, 8 de abril de 2021

30 DE MARZO DE 2021: VIGÉSIMA AUDIENCIA

DE PADRES Y DE HIJOS


El debate continuó con los testimonios de la hija de dos militantes del PRT-ERP, uno asesinado y otra secuestrada y confinada en la Comisaría de Bernal y en Olmos; y con el relato de un militante de la JP de Escobar que fue llevado a los CCD de Zárate-Campana y luego al Pozo de Banfield. La reconstrucción de la historia militante de los padres de la primera y la espera de 7 años del segundo como preso político para volver a abrazar a su hijo fueron dos historias relacionadas a los CCD más grandes del conurbano sur, como fueron las Brigadas de Investigaciones de Banfield, Quilmes y Lanús.


Por HIJOS La Plata

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ENVEJECER DE NIÑA

La audiencia se inició con el extenso y tremendamente documentado testimonio de MARÍA ESTER ALONSO MORALES, hija de Jacinto Alonso y Delfina Morales, y hermana melliza de María Elena Alonso Morales, ambas nacidas durante el confinamiento de su madre. Alonso era militante del PRT-ERP y fue asesinado en la zona de Banfield el 7 de octubre de 1974 durante una acción armada. Morales fue secuestrada el 13 de noviembre de 1974 en una casa de Bernal, partido de Quilmes. Sus casos no forman parte de este debate pero completan la situación represiva que se vivía en la zona sur del conurbano durante el tercer gobierno peronista.

María Ester abogada y escritora, fue parte de la agrupación HIJOS en los ’90 y en la década siguiente estuvo trabajando un tiempo en el equipo jurídico de Abuelas de Plaza de Mayo. Desde 2006 vive en Hamburgo, Alemania, y vino en esta ocasión al país para declarar en este debate.

La testigo explicó la tarea de investigación que llevó adelante desde los 20 años para saber qué había ocurrido con sus padres: “Mi testimonio es una reconstrucción histórica”, dijo, y agregó que hizo “un trabajo de archivo que comencé en el año 1995 cuando estudiaba en la Facultad de Derecho de la UNLP. Mis fuentes son, principalmente, la palabra de mi madre, lo que me fue contando con pesar, con dolor y hasta con pudor como mujer por todo lo que le pasó. Y lo fui corroborando en expedientes penales, recursos de hábeas corpus, recortes periodísticos. Tengo toda esta documentación en papel y la tengo digitalizada y la pongo a disposición de la justicia”.

Así contó que su padre Jacinto nació en marzo de 1950 en Salvatierra de Miño, en Galicia, España. Vino a Argentina a los 4 años y aquí lo esperaba parte de su familia, que se instaló en Liniers. Jacinto fue al colegio Nacional y comenzó a militar en el Partido Comunista, después en el Partido Comunista Revolucionario y finalmente en el PRT. En esta última militancia conoció a Delfina. Sobre su padre María Ester dijo que pudo reconstruir que “era un hombre muy directo, que hablaba de frente y que se vestía formal, con saco y corbata. Que parecía más grande que la edad que tenía y que siempre andaba con resfrío o tristeza”. Así, algunos compañeros le dijeron que “Aníbal”, como lo conocían en el partido, había participado del en el VI Congreso del Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS) realizado en Rosario, como parte del espacio políticos, social, sindical y cultural que impulsó el PRT-ERP con la estrategia de desarrollar, a la par de la lucha armada y el trabajo sindical de base, un amplio frente de liberación nacional y social que tuvo entre sus referentes a Armando Jaime, Agustín Tosco y Norberto Pujol. El espacio llegó a sumar 12 mil militantes en el V Congreso de Roque Sáenz Peña, Chaco, en noviembre del ’73 y para la actividad de Rosario 25 mil participantes aprobaron un plan de lucha por la derogación de la legislación represiva del gobierno peronista, por la libertad de los militantes presos y por el ceses de los asesinatos políticos, la tortura, la represión.

María Ester también reseño el origen humilde de su madre Rosa Delfina Morales con estas palabras: “nació en 1937 en Santiago del Estero, aunque fue inscripta diez años después. No fue a la escuela. Fue la mayor de ocho hermanos. Su madre la entregó a una familia de Frías para que la críen”. Agregó que con esa familia su madre aprendió a leer y a escribir, trabajó desde muy niña y fue cocinera en restaurantes y casas de comida en Buenos Aires, donde alquiló una pieza de pensión en Once. A Jacinto lo había conocido en una reunión del PRT y pronto comenzaron a compartir la pieza de Once. En palabras de la testigo la época del tercer gobierno peronista fue “urgente y muy intensa”. En marzo del ’74 Jacinto alquiló una casa en Lanús con su nombre legal y se mudaron allí. Entre los hechos represivos de aquel período, María Ester recordó la “Masacre de Capilla del Rosario”, ocurrida en Catamarca el 12 de agosto del ’74 y donde 27 combatientes de la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez del ERP que se disponían a atacar el Regimiento 17 de Infantería Aerotransportada fueron sorprendidos por una patrulla policial, cercados, detenidos por el Ejército y fusilados. En ese hecho cayó combatiendo Antonio del Carmen Fernández, destacado dirigente azucarero tucumano y miembro del buró político del PRT. A raíz de la masacre en Catamarca, el ERP decidió lanzar una campaña de represalia para frenar la represión. Como parte de ello actuó el comando Guillermo Pascual Altera  “Es así que mi padre y sus compañeros, haciendo cumplimiento de esa decisión, se dirigen a la casa del mayor Jaime Gimeno. Disparan una ráfaga de ametralladora. Le cruzan el paso. Alertados por los disparos, el hijo de Gimeno desde el balcón del primer piso de la casa abre fuego y cae Arístides Benjamín Suarez, y mi padre es herido y fallece después. Otro compañero también resulta herido y un cuarto logra escapar. Esto ocurrió en Banfield el 7 de octubre de 1974”, dijo la testigo. En un texto aparecido en el Estrella Roja n° 42 el órgano de prensa de la organización definía que “mientras el ejército opresor no tome guerrilleros prisioneros, el ERP no tomará oficiales prisioneros, y a cada asesinato responderá con una ejecución de oficiales indiscriminada. Es la única forma de obligar a una oficialidad cebada en el asesinato y la tortura a respetar las leyes de la guerra”.  Aquel día fatal su madre no estaba en la casa de Lanús, pero tras ver el nombre de su inquilino en los diarios el propietario de la casa los denunció en la comisaría. 

Delfina Morales, embarazada, había buscado refugio en una casa de Quilmes al cuidado de Susana Gallego, otra militante del PRT que luego sería secuestrada y desaparecida. Luego Delfina se fue a Bernal, donde conoció a Nelfa Suárez y a María Esther Alonso, ambas cercanas a la militancia del PRT. La noche del 13 de noviembre las tres fueron detenidas junto a otros compañeros, como Víctor Taboada y Dalmiro Suárez, y acusados de poseer armamento de guerra. El paso de esos compañeros por el Pozo de Banfield fue relatado en audiencias anteriores de este debate. 

Delfina, que fue llevada a la Comisaría 2ª de Bernal, y embarazada de 9 meses la llevaron a una oficina, donde fue interrogada, torturada, golpeada y le hicieron un simulacro de fusilamiento. En ese lugar los represores le querían hacer firmar un papel de entrega en adopción de -lo que creían- era un bebé: “no sabían que éramos dos dentro de la panza. Trataban de convencerla, que iban a buscar una buena familia, pero ella se negaba constantemente, después empezaban con amenazas: ‘entregálo porque no vas a sobrevivir. No la vas a ver crecer'”, contó la testigo. Como parte del operativo los genocidas se robaron varias cosas de la casa de Bernal, entre ellas una valija con un ajuar con la ropa que Delfina había preparado para sus hijas. “Cuando nosotras nacimos no teníamos nada. Y creo que eso fue lo que más le dolió a ella”, dijo María Ester. En Bernal Delfina estuvo confinada 3 días hasta que un día se descompuso y los policías no tuvieron otra opción que llamar a una médica en la clínica vecina al centro clandestino de detención. Al ver la situación en la que estaba, la profesional recomendó internarla. Ingresó a la sala de parto con un grupo de policías con armas largas. El médico quería echar a los policías del lugar mientras familiares de otros internados se enojaban porque “traían a parir a una subversiva”. “En ese contexto nacimos con mi hermana el 17 de noviembre de 1974”. Ese día Delfina fue trasladada a la Unidad 8 de Olmos con las dos niñas y por una causa de infracción a la Ley 20.840. “Nosotras pasamos el primer mes de vida en Olmos. Ahí mi mamá se encuentra con Nelfa Suárez, que da a luz al hijo de Víctor Taboada. También estuvo con Nelly Ramas, con Susana Mata, que tuvo a Alejandrina Barry, con Laura Franchi, y ahí nació Silvina. Yo la conozco. No sabía que habíamos sido compañeras de guardería en Olmos”, recordó María Ester. En esas condiciones, madre reciente, con custodia armada y amamantando fue llevada a declarar ante el juez Grau. Recién en diciembre del ’74 la pusieron a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, y un mes más tarde la trasladaron a Capital Federal para una rápida expulsión del país a Perú sin sus hijas. En Perú recibió la solidaridad de compañeros que asistían a presos políticos y como pudo se ganó la vida con la costura. Las hijas quedaron a cuidado de  Olga Litural, otra compañera también desaparecida. Delfina pudo volver al país recién en el ’77 y con nombre falso. Pero tras el secuestro de Olga tuvo que rastrear a sus hijas  hasta dar con ellas en casa de una familia de La Plata cercana a familiares de presos políticos. Al principio esa familia no las quería entregar, pero finalmente Delfina las llevó a Santiago del Estero con la abuela materna, que estaba viviendo sus últimos días. “A partir de ahí empieza todo un periplo para ella y para nosotras como hijas. Pasamos por tres escuelas distintas. Estuvimos en un hogar escuela como pupilas. Hasta que en 1984 pudimos volver y en el 85 volvimos las tres a La Plata. Las tres juntas otras vez”, reflexionó.

María Ester también tuvo que hacer un largo recorrido para recuperar su verdadera filiación y buscó la ayuda de Abuelas de Plaza de Mayo en La Plata. Sobre su legajo por filiación, que fue el primero que se abrió en la Comisión por el Derecho a la Identidad, recordó: “Lo presentamos en el Tribunal de Familia de La Plata. Era un reclamo de filiación en común acuerdo con mi mamá y mi abuela paterna. Esto es reparar estos lazos familiares. Soy 99,996 por ciento hija de Jacinto Alonso Saborido. Me preguntaron cómo me quería llamar. Yo pedí Alonso Morales para mantener con mucho orgullo el apellido materno. Así se hizo la inscripción en mi partida de nacimiento”, dijo la testigo, que a esta altura del relato también es sobreviviente del Genocidio.

Los compañeros de Delfina también sufrieron el escarnio del Terror de Estado, esta vez en el Pozo de Banfield. En el caso de Víctor Taboada, apareció muerto en una celda del CCD y, según un expediente por apremios ilegales al que accedió María Ester durante sus investigaciones, su cuerpo fue robado de la morgue del cementerio de Avellaneda. En ese documento figura un croquis del Pozo y declaraciones de los policías Juan Carlos Zamudio, José Félix Madrid (llevado a juicio y canallescamente absuelto en 2018 en la causa por el CCD Puente 12), Mario Raúl Domínguez, Carlos Alberto Verónica y el comisario Juan Miguel Wolk. De ellos sólo Wolk está procesado en esta causa. El hermano de Madrid, Domigo Luis, apropiador de la hija de desaparecidos Elena Gallinari Abinet, fue condenado en 2013 a 10 años de prisión pero goza de una tranquila domiciliaria en La Plata.

Ni ayer ni hoy hubo justicia. En el mismo año ’74 la causa por el asesinato de Jacinto Alonso recayó en el tribunal federal del juez Aquino, que se declaró incompetente y pasó el expediente a la justicia ordinaria, con el argumento de que el homicidio es un delito común. Entonces tomó el expediente al juez de turno en Lomas de Zamora, Carlos Mayón, quien además tiempo después fue profesor de Derecho Constitucional en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UNLP. “Me acuerdo que, cuando la rendí, el comentario era ‘que no te toque Mayón’. Los alumnos lo padecimos, por suerte no me tocó para rendir”, agregó María Ester. Finalmente Mayón también se declaró incompetente y la causa fue elevada a la Corte Suprema, que en 1975 dictaminó que el hecho fue un delito federal, es decir que volvió al juez Aquino, que lo cerró argumentando que no había imputados. “Todo esto salió en la prensa”, agregó la testigo. 

María Ester cerró su exposición leyendo un poema de su autoría titulado “Madurar” y pidió juicio y castigo a los genocidas. El texto que eligió dice: “Nacimos huérfanos, crecimos a la intemperie. Envejecimos de chicos/ Nacimos a la intemperie, crecimos huérfanos, envejecimos de chicos/ Huérfanos de intemperie, envejecimos de chicos”. 






 


TODA LA DICTADURA PRESO

El segundo testimonio fue el de RAÚL ALBERTO MARCIANO, sobreviviente de los CCD Comisaría de Escobar, Tiro Federal de Campana, Ara Murature, Arsenal Naval de Zárate, Mansión Werch y también del Pozo de Banfield, por donde pasó como detenido desaparecido entre el 13 y 18 de abril de 1976 con otro grupo de secuestrados de Zárate y Campana.

Marciano contó que en los ’70 era carpintero y su compañera Eva Raquel Orifici era maestra y delegada sindical. Juntos militaban en la Juventud Peronista de Escobar y él tenía una cercanía al Movimiento de Sacerdotes para el del Tercer Mundo. 

Ambos fueron secuestrados en su casa de Del Viso, partido de Pilar, el 29 de marzo del ’76, cuando un grupo operativo de civil irrumpió de madrugada, mientras dormían con su hijo de 2 años. A él le dieron un culatazo sin explicar nada y luego revisaron toda la casa para robar las pocas cosas de valor que había como cadenas y anillos. Luego los tabicaron y los subieron a dos autos operativos, dejando al niño abandonado en la casa. “Un grupo quedó en la casa. Y los vecinos también refieren el llanto y los gritos de Martín. Esa fue nuestra peor tortura. Saber que nuestro hijo estaba con esa gente”, dijo el sobreviviente y agregó que si bien el niño fue rescatado por la familia, ellos no supieron nada de él hasta que fueron blanqueados como presos políticos. 

A la pareja la llevaron a la Comisaría de Escobar y los pusieron en un camión celular con celdas muy pequeñas que estaba estacionado en un espacio verde al fondo de la dependencia. Desde allí, según Marciano “se escuchaba que había otros compañeros presos sometidos a vejámenes de todo tipo dentro del mismo celular”. Supieron del paso por ese lugar de Gastón Roberto José Gonçalvez y José Enrique Tomanelli, militantes montoneros de la zona desaparecidos. La Comisaría de Escobar operaba plenamente como CCD desde antes del golpe de Estado, y así quedó claron en el debate que se hizo en los tribunales de San Martín en 2011 donde se condenó al genocida Luis Patti y al comisario Juan Fernando Meneghini junto a otros jerarcas de la zona represiva 4. 




De Escobar los Marciano-Orifici fueron llevados a varios CCD de la zona Zárate-Campana: el Tiro Federal de Campana, al buque Ara Murature, el Arsenal Naval de Zárate y la Mansión Güerci, un caserón abandonado de una familia tradicional de Zárate ubicado entre la estación de tren y la sede de Prefectura, tomado por el Ejército y usado como CCD. 

Según el testigo “en el Arsenal Naval de Zárate fuimos torturados con picana eléctrica, golpes y todo tipo de vejámenes. El Ara Murature fue un infierno, el peor lugar donde estuvimos. Éramos sometidos a todo tipo de golpes, torturas y vejámenes, incluso abusos contra las compañeras detenidas. Tuve la percepción de  dos o tres abusos de compañeras detenidas” aseguró Marciano, que estuvo todo el tiempo tabicado en esos CCD. 

Por ese grupo de lugares de muerte pasaron varios militantes detenidos de Escobar, entre los que Marciano recordó a Marta Catalina Velasco y su esposo Hugo Morini, ambos secuestrados el 30 de marzo del ’76, con paso por Banfield la primera quincena de abril del ’76 y finalmente desaparecidos. Marciano también recordó a Luis Alberto Messa, quien en la audiencia 15 de este debate confirmó que por ese circuito pasaron secuestrados con Velazco, Morini y Blanca Buda y que de allí fueron llevados en camión al “Pozo de Banfield” en fecha cercana al 9 de abril del ’76.

Sobre el traslado a Banfield Marciano confirmó que se produjo en grupo, en camiones, cubiertos con lonas y de noche. “Pudimos saber que era el Pozo de Banfield porque cuando declaramos en Conadep hice un croquis del lugar y era totalmente coincidente con el que tenía la Conadep. Luego hicimos reconocimiento del lugar en el marco de un juicio”, dijo el sobreviviente.

Agregó que ya en Banfield los subieron por una escalera angosta a un segundo piso y los ubicaron en la zona de calabozos individuales. Allí pasaron 5 días confinados. “Llegué muy golpeado y lastimado, sobre todo por las ligaduras que se me introducían en las muñecas y principalmente en los tobillos. Otros compañeros estaban peor que yo. Fue el primer lugar donde me retiraron las vendas”, contó Marciano, y agregó que luego de 20 días detenidos fue el primer lugar donde pudo lavarse un poco en un piletón, comer un “guiso infame” y tomar agua. “Pudimos ver el primer lugar donde vemos personal con uniforme policial y gente de civil. Si bien no recibimos tratos demasiado violentos, sí era posible escuchar todas las noches, pegando el oído al piso del calabozo, las torturas”, señaló con firmeza Marciano. En Banfield fue golpeado y sometido a un interrogatorio político-ideológico. Tras 5 días lo llevaron a Coordinación Federal, donde también se escuchaban torturas y “abusaban de algunas compañeras. Es algo muy degradante y muy torturante”, afirmó. Luego lo llevaron con un grupo de detenidos en avión a Azul y de ahí a la cárcel de Sierra Chica. Pasados 3 años los trasladaron a la Unidad 9 de La Plata y tras un mes a Caseros. Luego de 3 años en Caseros en régimen cerrado Marciano recibió la libertad vigilada en agosto del ’82 y por un año. La tragedia familiar no terminó ahí, porque “La policía o los militares nos robaron todo lo que teníamos de valor en la casa. Salimos en libertad y no teníamos nada. Ni casa ni una cama donde dormir”. Tuvo que hacer changas para sobrevivir y recibió apoyo de algunos organismos de derechos humanos, aunque “llevo bastante tiempo hacer la vida normal”.

El sobreviviente afirmó que en 2004 reconoció los lugares donde estuvo detenido y declaró en varios de los procesos por esos CCD. Marciano pasó casi toda la dictadura preso, primero como desaparecido y luego como preso político. Finalizó su testimonio muy emocionado y contando cómo fue el reencuentro con su hijo: “En la cárcel lo veía a través de un vidrio. El primer contacto fue algo enorme, importantísimo para nosotros. Una espera de casi 7 años para poder abrazarlo”.



La audiencia concluyó con el testimonio de un sobreviviente del Pozo de Banfield secuestrado con otros militantes en mayo de 1975, grupo que pasó más de un mes en ese CCD durante el tercer gobierno peronista y fue liberado y puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional por decreto 1335 de aquel año. El testigo solicitó que no se difundiera su declaración.


El juicio continúa con más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio.  Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.




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