miércoles, 19 de mayo de 2021

11 DE MAYO: VIGESIMA SEXTA AUDIENCIA

 LA CONEXIÓN ARANA-BANFIELD-QUILMES

Otra audiencia del juicio por los crímenes cometidos en las Brigadas de Investigaciones de la Bonaerense en dictadura. Las hermanas Nora y Marta Ungaro relataron el calvario vivido por la familia con el secuestro de Horacio, estudiante secundario y militante de la UES desaparecido en la llamada “Noche de los Lápices” de septiembre del ’76, y el de Nora, que pasó por los CCD de 1 Y 60, Arana y “Pozo de Quilmes”. A su vez Walter Docters relató su periplo por los CCD Destacamento de Arana, “Pozo de Banfield”, “Pozo de Quilmes” y Comisaría 3ra de Lanús entre septiembre y diciembre del ‘76. La conexión del Destacamento y Pozo de Arana con las Brigadas de Banfield y Quilmes quedó clara en a partir
de la gran circulación de detenidos desde La Plata hacia esos destinos, de los cuales muchos detenidos jamás regresaron. 

 

Por Espacio de Lucha Nilda Eloy

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NO HAY PALABRAS PARA TANTO DOLOR

El testimonio inicial correspondió a NORA UNGARO, hermana del estudiante secundario desaparecido Horacio Ungaro y a su vez sobreviviente de los CCD de 1 y 60, la casona de Arana y el “Pozo de Quilmes” que relató su propio calvario en los centros clandestinos de La Bonaerense de Ramón Camps y Miguel Etchecolatz y recordó con amor a los jóvenes desaparecidos en la llamada “Noche de los lápices” de septiembre de 1976.

 

La testigo definió con ternura la figura de los pibes secundarios de la UES y los reivindicó al decir que “Los chicos no son un número. Los chicos tenían sueños, tenían proyectos de vida. Daniel estaba en la escuela industrial. Siempre hacía chistes diciendo que quería ser abogado. Jugaban, se hacían cosquillas. Venían a tomar la merienda, les encantaban los panqueques con dulce de leche y después ya empezaban con seriedad sus charlas de política”, rememoró.

La familia Ungaro vivía en dos departamentos separados de los monoblock de calle 116 42 y 43, en el barrio Hipódromo de La Plata, a una cuadra de la sede de la sede de la Décima Brigada Mecanizada X, que coordinaba la represión en la órbita de la Subzona represiva 11, es decir 26 partidos del conurbano sur bonaerense. Pocas personas en La Plata conocen el pasado del lugar, conducido por genocidas de fuste como Antonio Domingo Bussi y Antonio Sigwald en 1975 y por Juan Bautista Sasiain entre el ’76 y el ’79. El edificio de la Brigada, hoy entregado por el Estado a un grupo de ex combatientes de Malvinas, aún no ha sido aun debidamente señalizado de acuerdo a la importancia que ocupó en el esquema represivo del genocidio. Tarea pendiente quizás para el secretario testimonial Matías Moreno.

La madrugada del 16 de septiembre de 1976 Horacio Ángel Ungaro y Daniel Alberto Racero, ambos de 17 años y compañeros del Normal 3 y de la UES, se habían quedado hasta tarde en lo de Horacio. La madre de los Ungaro había viajado a Punta Alta y Daniel se quedó a dormir.

Cerca de las 4 y media de la mañana llegó un grupo que se llevó a Horacio y Daniel, rompió y robó en el departamento y se retiró. Nora dijo que “Ese mismo día, nos fuimos enterando después, fueron secuestrados varios chicos adolescentes, entre ellos María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Claudio de Acha, Víctor Treviño, Francisco López Muntaner”.

Según testimonios de otros sobrevivientes del genocidio Horacio fue visto hasta diciembre de 1976 en el Pozo de Banfield, cuyo jefe era el comisario mayor de La Bonaerense Juan Miguel Wolk, uno de los imputados en este juicio. Nora explicó que la búsqueda de Horacio comenzó al otro día de su secuestro, cuando su madre Olga presentó un primer Hábeas Corpus que redactó su marido Alfredo porque no encontraron abogado que los respaldara.

Sobre Horacio recordó que tenía una relación con María Clara Ciocchini, y que como el menor de 4 hermanos “Fue un hermano amado, esperado, no solo por mis padres sino por sus tres hermanos”. También dijo que era ella y Marta quienes se ocupaban de Horacio, porque su madre trabajaba y estaba separada de su padre, que vivía en Gonnet. “Era una generación solidaria. Todos los chicos hacían lo mismo. El común denominador era querer un país más justo, donde todos tengan las mismas posibilidades”, sostuvo Nora y agregó que Horacio “leía mucho y tenía una biblioteca propia, era muy solidario y algunas veces le vaciaba la alacena a la madre para ayudar a otros o si tenía un pullover y alguien necesitaba, se lo sacaba y se lo daba”.

 

Nora precisó que años después del secuestro de Horacio, y por el informe de la CONADEP la familia supo que el operativo lo efectuó un grupo de la Concentración Nacional Universitaria, la banda de la derecha peronista que había forjado el profesor Carlos Disandro como espacio ideológico fascista, pero que entró en acción al menos desde 1973 secuestrando y asesinando dirigentes de izquierda y del peronismo revolucionario. En Abril del ’76 un sector de la CNU cayó detenido y fue llevado a la Unidad 9 de La Plata, desde donde, lejos de ser presos políticos, siguieron coordinando la represión con los grupos de tareas de la dictadura. Comandado en La Plata por Carlos “Indio” Castillo, según Nora el grupo que actuó contra su hermano y Racero estaba integrado por Néstor “Bocha” Beroch, profesor del Colegio Industrial. A su vez la sobreviviente definió que “los que le ponen ‘Noche los Lápices’ son los represores, porque secuestraron a estudiantes secundarios”.

Sobre su propio secuestro Nora detalló que en el ’76 tenía 22 años, estudiaba veterinaria en la UNLP y trabajaba en un comercio. En su familia la militancia y la política eran buenas palabras: “Todos militábamos desde chicos, y lo digo con mucho orgullo”, señaló la testigo. El 30 de septiembre del ’76, dos semanas después del secuestro de Horacio, Nora fue secuestrada en la casa de la familia Racero en 13 y 38, ya que había ido para conocer el estado de salud de la madre de Daniel. El grupo operativo entró con la hermana de Daniel que venía de la calle reducida. A Nora no le dieron tiempo a nada, le pusieron un arma en la nuca, la tabicaron y la llevaron hasta el piso de un auto que esperaba en la calle.

Primero la llevaron al CCD de 1 y 60, sede de los cuerpos de Infantería y Caballería de La Bonaerense: “Lo reconozco porque era una caballeriza y porque el trayecto no había sido tan largo”, dijo Nora que tenía las herramientas para reconocer el lugar por sus estudios de veterinaria. Nora será testigo en el juicio por ese CCD, que debió empezar en 2019 pero aún sigue demorado. Allí estuvo sola, tabicada y tapada con unas mantas de los caballos. Luego la pusieron en un auto tabicada con otros dos detenidos, un hombre y una mujer, y llevada a la Casona de Arana, donde fue golpeada y torturada con picana eléctrica. “Uno se ahoga en sus propios gritos. Es terrible”, describió Nora la experiencia y agregó que los genocidas se ensañaban con las mujeres. “Creo que al diccionario le faltan palabras para calificar a estas personas”, dijo la sobreviviente. Mientras era torturada escuchó que a uno de los genocidas lo llamaban “Lobo”, y después comprobó que era el comisario Héctor Vides.

Sobre los delitos sexuales sufridos en Arana Nora reflexionó: “Ahí la sangre me chorreaba hasta los tobillos. No es una metáfora. Y aun así te vienen a tocar y a manosear. ¿Quién hace eso? Yo no puedo decir animales porque soy Veterinaria y los animales dan muestras de amor y solidaridad ¿Quién hace eso? ¿Quién los formó para que hagan eso? ¿Quién les permitió que hicieran eso?”. En Arana Nora dedujo que había sido trasladada allí con Ana Teresa Diego, estudiante de Astronomía, y Carlos Gregorio Schultz, estudiante de medicina. A ambos los conocía del bar de Ciencias Exactas. De su paso por Arana también recordó a Ángela López Martín, profesora de Geografía del Colegio Nacional; a Amalia Acosta, de nacionalidad chilena y llamada “Eliana”, viuda de Esteban Badel y estudiante de psicología y medicina. También conoció a un chico apodado “Napo” y a Marlene Kegler Krug, apodada “la paraguaya”. Tras un día en Arana fue llevada al “Pozo de Quilmes”, donde al llegar la subieron por una escalera y también sufrió manoseos de parte de los represores. En Quilmes encontró a Emilce Moler, estudiante secundaria secuestrada en el marco de los operativos contra estudiantes de la UES, que le confirmó que Horacio y Daniel, ambos aún desaparecidos, no estaban allí. “A ellos los bajan en otro lugar cuando nos traen a nosotros acá”, le dijo Moler.

 


Nora se refirió a la coordinación represiva al expresar que “cada uno cumplía su función. Estaban los que secuestraban, los que torturaban e interrogaban y el que se daba vuelta por las celdas. Cada uno cumplía su rol y son todos culpables”. Sobre las condiciones de detención en Quilmes dijo que “No nos pegaron, no nos interrogaron. Dormíamos en el piso en una colchoneta finita que parecía una alfombra. Los guardias nos alcanzaban algo de comida o mate cocido con un pedazo de pan. En todo ese lapso ni en Arana ni en Quilmes nos bañamos”.

Tras 5 días en Quilmes, Nora es llevada nuevamente a Arana. LA sobreviviente recordó especialmente que en Quilmes quedaron “Ana Diego, Eliana, Ángela López Martin, Osvaldo Busetto, Víctor Treviño, Gustavo Calotti, Emilce Moler, Patricia Miranda, todos quedaron con vida en Quilmes”. Salvo Calotti y Moler, el resto continúa desaparecido.

Nuevamente en Arana, ya por el 8 de octubre del ’76, Nora fue ubicada en una celda con cuatro jóvenes, entre ellos uno al que le habían fracturado las manos. Luego en otra celda más chica se encontró con Nilda Eloy, joven estudiante platense de 19 años que había sido secuestrada el 1 de octubre del ’76 que pasó por 7 CCD del circuito Camps y como sobreviviente formó parte de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos e impulsora de estas causas contra los genocidas. En Arana Nora también encontró a Mario Salerno, a dos estudiantes de veterinaria, Rodolfo Torresi y Bernardo Cané, a Inés María Pedemonte, con otra chica, y a Walter Docters, con quien se reencontró años más tarde. “Esto de ser sobreviviente nos va a acompañar toda la vida”, definió Nora.

En Arana fue interrogada por el coronel Ricardo Eugenio Campoamor, que se hacía llamar “Vargas” y que según Nora “era el señor de la vida y de la muerte”. También recordó a otros represores como Omar Grillo y “El Cura”.

Sobre su liberación la sobreviviente dijo que fue cerca del 15 de octubre, cuando la subieron tabicada a un auto de madrugada y la dejaron contra el paredón del Hipódromo, es decir cerca de su casa. “Me arrancaron la cinta adhesiva, me sacaron las esposas y me dijeron ‘no te des vuelta porque perdés’, y sentí que el auto se fue. No sé cuánto tiempo estuve ahí paralizada”.

Después de 18 días en cautiverio Nora volvió con su familia y recordó que “en aquel momento pesaba 52 kilos”. Sus padres la llevaron a casa de una tía para intentar protegerla, y también se encargaron de avisar a la familia de Nilda Eloy y de Emilce Moler que estaban con vida.

La sobreviviente y hermana de desaparecido finalizó su relato con una sentida reflexión al decir que “No hay vocablo en el diccionario que pueda graficar el dolor que sentimos por una desaparición. Para nosotros es cultural velar a alguien. Nos tenemos que despedir. Nos quitaron hasta un lugar donde llevar una flor. Le quitaron los sueños y el proyecto de vida. Nos destrozaron la vida. Éramos cuatro hermanos. Ya dejamos de ser cuatro. Nos faltaba Horacito”. Dirigiéndose directamente a los jueces del TOF 1 platense concluyó con contundencia: “sobrevivientes y familiares esperamos 45 años este juicio. Les pido por favor, es justicia, no es venganza”.


TRAS LOS PASOS DE WOLK

A continuación se escuchó el testimonio de MARTA NOEMÍ UNGARO, la mayor de las hermanas mujeres de Horacio Ungaro. Marta comenzó su relato recordando a los familiares, sobrevivientes y querellantes que no llegaron a participar de este debate por la tardanza del Estado en realizarlo, como Virginia Ogando, Adelina Alaye, Adriana Calvo, Nilda Eloy y Juan Scatolini. Luego hizo una semblanza de su hermano Horacio como un chico muy activo: “jugador de ajedrez en el Club Estudiantes, nadador en Universitario, estudiante de francés y tenía siempre la idea de ser un médico al servicio de las causas populares”, señaló. 

Al igual que otros testigos del debate, sobrevivientes o familiares de desaparecidos, Marta mencionó el impacto que causó en la militancia platense el secuestro y homicidio del referente de la UES Ricardo Arturo “Patulo” Rave, ocurrido en diciembre de 1975, a lo que sumó el secuestro de varios estudiantes del Colegio Nacional a principios del ‘76. Así rememoró la lucha de los estudiantes secundarios por el boleto y mostró la foto carnet de su hermano Horacio. También dijo que vio a su hermano un día antes de que lo secuestren, y que del secuestro en el depto de calle 116, en el quinto piso de uno de los monoblock de barrio Hipódromo, donde Horacio estaba junto a su madre y su compañero Daniel Racero que se había quedado a dormir, se enteró con posterioridad porque no fue testigo presencial.

Marta vivía en el monoblock de al lado con su hermana Nora, y su madre corrió a avisarles. EL padre vivía en Gonnet y Nora fue a llamarlo por teléfono desde un público. Cuando volvieron al departamento de su madre y Horacio las hemanas pudieron comprobar que estaba todo dado vuelta. “Habían robado todo lo que habían podido y se habían llevado lo más valioso, a mi hermano”, dijo Marta.

Al enterarse de los otros jóvenes secundarios secuestrados en la secuencia de operativos de septiembre del ‘76 las respectivas familias se pusieron en contacto y salieron a buscar por la aparición con vida de sus seres queridos. “Si bien a Nora la liberan y sabíamos entonces que había centros clandestinos y que de vez en cuando liberaban a uno, Horacio no apareció más. Recién tuvimos noticias de Horacio cuando es legalizado Pablo Díaz y su hermana Graciela va a la casa de la familia Falcone, y ellos nos vienen a decir que había estado con los chicos”, resumió Marta Ungaro.

La testigo recordó que cuando se llevó adelante el Juicio a las Juntas 1985 el represor de La Bonaerense Carlos Jurts explicó “cómo fueron asesinados los chicos en Banfield” supuestamente en el Tiro Federal de La Plata, y que “el responsable era el mayor Juan Miguel Wolk”, dijo Marta. Agregó que Jurst “reconoció la foto de mi hermano ante la CONADEP y en el juicio. A raíz de ese juicio y de los testimonios pudimos armar el rompecabezas de su secuestro y de su tortura, de los días que estuvo en Arana, del viaje que hicieron con el grupo que queda en Quilmes y que ellos siguen hasta Banfield”.

Para reivindicar la figura de su hermano como luchador secundario Marta exhibió el guardapolvo blanco sobre cuya espalda su hermano había estado pintando la noche anterior a su secuestro un ojo del “Guernica” de Pablo Picasso, que retrata el horror de los bombardeos de los falangistas sobre aquella población y simboliza la barbarie franquista en la Guerra Civil Española. “Quiero que cada uno de ustedes tenga una semblanza de cómo era mi hermano”, sentenció.

La testigo contó que tras el secuestro de Horacio ella activó con su madre en la búsqueda del destino del joven y que en noviembre del ’77 fueron a la Plaza San Martín de Retiro en Capital Federal a una actividad de las Madres de Plaza de Mayo. Sobre ese hecho recordó que “Ahí tuve la oportunidad de conocer a Azucena Villaflor, entregar cartas al periodismo y fue la primera vez que las Madres pudieron hacer un acto más grande”. También reseñó que en el año ’79 realizaron un reclamo ante la OEA con la familia de María Claudia Falcone y la familia de María Gabriela Leguizamón Chiappe, secuestrada junto a María Adela Chiappe y Amanda Pratto en Mar Del Plata en febrero del ’78.

Marta Ungaro dedicó una parte especial de su relato a contar la tarea que se tomó para seguir los pasos que daba impune el represor Juan Miguel Wolk. Dijo que a partir de us testimonio en el Juicio por la Verdad en La Plata de julio del ’99 se enteró que el genocida fiuraba como “fallecido”. Especificó que “siempre le llamó la atención que figurara en el padrón electoral. Entonces hicimos un pedido para que se informe qué viuda cobraba su pensión en la Caja de Jubilaciones de la Policía, y con gran sorpresa me indican que la cobraba él”. Así se pidió que se lo cite y se lo procese. Sin embargo, por ingenuidad e incompetencia del juez Arnaldo Corazza, Wolk se volvió a escapar y estuvo un tiempo prófugo. El juez determinó que vivía en el barrio marplatense de Punta Mogotes y recién lo llamó a rendir cuentas por un pedido de la querella de Justicia Ya! La Plata, que presentó una queja por retardo de justicia e insistió con el llamado a indagatoria de Wolk y de otros 200 represores que continuaban totalmente impunes. Tras indagarlo Corazza le otorgó la domiciliaria, y la querella pidió su revocatoria. Mientras tanto Wolk fue ayudadoa profugarse por su hija Mónica, también policía. Mónica Luján Wolk fue procesada por infracción al artículo 281 del código penal, es decir favorecer la evasión de su padre. Capturado en mayo de 2013 en casa de su hermano en Mar Del Plata, Wolk está procesado en este debate como como Jefe de la división Delitos contra la Propiedad y Delitos contra las Personas, así como también Jefe de la Dirección de Investigaciones “Zona Metropolitana” por 235 secuestros y aplicación de tormentos y 5 apropiaciones en el primer tramo de la causa “Pozo de Banfield”, por otros 140 hechos, incluidos 4 homicidios y 2 violaciones en el segundo tramo. A su vez le pesan 170 secuestros y torturas y 1 apropiación en la causa “Pozo de Quilmes” y 30 secuestros y tormentos y 1 homicidio en el expediente por el CCD “Infierno”. Pero sigue las audiencias desde su casa de Benedeto Crocce N° 3045 de Mar del Plata con prisión preventiva domiciliaria. Sobre el punto Marta fue contundente al afirmar que “todo esto lo conseguimos los familiares, los compañeros, las madres, los hermanos. La Justicia por casi 45 años no nos escuchó, nos apoyó a cuenta gotas”, y pidió que se le retire el beneficio del arresto domiciliario a Wolk.

Por otra parte Marta agregó que su familia aportó su material genético al banco del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) para que llegado el caso se puedan identificar los restos de su hermano, y porque “el delito es permanente hasta que lo encontremos, y después, si lo encontramos, tendrá que ser asesinato”.

Respecto al derrotero del resto de su familia enfatizó que su hermano mayor tuvo que exiliarse, su madre falleció en el año ’84 en un accidente de auto y ella tuvo una pequeña revancha al poder formar una familia y ponerle Horacio a su hijo mayor.

Terminando su testimonial Marta habló directamente al tribunal y dijo a los jueces: “Ustedes saben la dilación que tuvo el juicio de Banfield, elevado hace muchísimo tiempo. Cuando la Justicia tarda tanto, y ustedes que son hombres de leyes los saben, no es justicia”, afirmó y añadió que “es muy difícil declarar después de 45 años con la memoria entera. Todos los días mi hermano me mira y me pregunta qué hago por él y por los 30 mil desaparecidos. Todos los días nos piden que no olvidemos, que no nos reconciliemos, que sigamos exigiendo el juicio y el castigo”. Para finalizar eligió una frase del poeta chileno Pablo Neruda, al decir que “para los que de sangre salpicaron la patria, pido castigo”, y finalizó con la consigna “30 mil detenidos desaparecidos, ¡Presentes! ¡Ahora y siempre!”


ARANA Y LOS POZOS

El último testimonio fue el de WALTER DOCTERS, ex militante del PRT-ERP y sobreviviente de los CCD Destacamento de Arana, “Pozo de Banfield”, “Pozo de Quilmes” y Comisaría 3ra de Lanús. 

 

Docters comenzó aclarando que ingresó a la Policía Bonaerense como militante del PRT, que su padre era policía y parte de un núcleo de apoyo en la DIPPBA cercano al genocida y Director General de Investigaciones Miguel Etchecolatz. “Era un represor, no ejecutor pero pensante”, definió el testigo a su padre. En La Bonaerense Docters fue designado como secretario privado del director de la escuela de suboficiales y tropa, lo que le dio acceso a los ingresantes y aspirantes a agentes y “un panorama concreto de cómo era el manejo de la represión, en general y en La Plata en particular”.

Así contó que el 17 de septiembre del ’76 en una formación habló con los agentes y les expresó que el jefe de policía debía ser policía y no militar, lo que le valió un arresto. Al presentarse en ante el director, éste le dijo que le levantaba el arresto porque era amigo de su padre, pero agregó “Andáte”. “Luego entendí a qué se refería”, dijo Docters. Agregó que desde dentro estaba averiguando el paradero de Osvaldo Busetto, militante del PRT-ERP que había sido baleado y detenido en Plaza San Martín de La Plata el 9 de septiembre del ‘76, y a quien no podían ubicar en los CCD que la militancia ya sabía que estaban en funcionamiento. Así, el 20 de septiembre fue a acompañar y despedir a un primo que estaba de visita y fueron sorprendidos por un operativo en el que los separaron, los tiraron al piso, los tabicaron, a él lo desarmaron, lo subieron a un auto y lo llevaron al Destacamento de Arana. Al llegar le dijeron que conocían a su familia y que colaborara porque si no iba a ser interrogado. Ante la negativa lo ingresaron al Destacamento, de lo cual recordó que “lo primero que me golpeó fue el olor a sangre seca, a carne quemada, a vómito y a desechos humanos”. Entonces lo ataron a un camastro, y mientras lo golpeaban e insultaban lo picaneaban. “Me decían que abriera la mano si quería hablar, pero al no tener nada que decir seguían con la tortura”, relató Docters. También sufrió otras torturas como el submarino mojado, el submarino seco, y la colgadura. Luego lo tiraron en una celda de 2,5 metros cuadrados donde había unas 20 personas amontonadas una arriba de la otra. Allí se dio cuenta que cuando se deshicieron de él lo llevaron a su primo, que tenía 15 años y no era militante, a torturar. Así paso 3 días con sesiones de torturas. Agregó que al otro día de su secuestro se presentó el subcomisario Nogara en casa de sus padres, les dijo que tenían a Walter secuestrado y les pidió revisar sus pertenencias.

De todo su tiempo en Arana el testigo recordó haberse enterado del paso por ese CCD de varios detenidos: Daniel Racero, Francisco López Muntaner, María Claudia Ciocchini, Claudio De Acha, María Claudia Falcone, Néstor Silva, Pablo Díaz, Víctor Treviño, José María Schunk, Emilce Moler, Miranda Horacio y Nora Ungaro, Gustavo Calotti, Osvaldo Busetto, Ana Teresa Diego, Marlene Kleger Krug, Julio y Esteban Badell y Norma Del Missier. Docters agregó que tras las sesiones de tortura un día lo bañaron, lo vistieron y le cambiaron la venda, lo subieron a un auto sentado y lo llevaron en un trayecto corto con la cabeza entre las piernas. Cuando llegaron lo bajaron y lo golpearon, lo destabicaron y lo metieron en una oficina repleta de policías de civil. Al reaccionar vio que era la Jefatura de Policía y que al lugar entraron su padre, su madre y su hermano, a los que pudo abrazar. Entonces por una puerta entro el genocida Etchecolatz, que le dijo a su padre “¡ahora me vas a dejar de joder, que está vivo!”. Su padre le confió que había hecho gestiones para que lo dejaran con vida. Increíblemente desde esa situación lo separaron de su familia, lo tabicaron y lo devolvieron a Arana en auto. En Arana lo desvistieron y lo llevaron a la sala de tortura para aplicarle más picana, mientras el comisario Héctor Vides le decía “Ahora vas a ver que se terminó la visita”.

Docters se tomó un momento para recordar a dos compañeros. Sobre Marlene Kegler Krug, militante del PRT y estudiante de medicina de familia alemán y origen paraguayo, a quien vio en Arana mutilada con cortes que luego se supo eran de una bayoneta y de quien destacó una posición firme frente a los represores en la definición “con el enemigo no hablo”. Además Docters aportó una reflexión sobre los delitos sexuales en los CCD y destacó que “las mujeres sufrieron un doble castigo, por ser militantes y por ser mujeres. En su condición de mujer eran un bien de uso para todos estos asesinos”. Marlene pasó por los CCD Pozo de Banfield, el Vesubio, Puesto Vasco y Arana, donde fue brutalmente asesinada. Sobre José María Schunk, platense, estudiante de medicina y cadete de la Escuela Vucetich de 18 años, dijo que el compañero quería preservar a los compañeros y pedía en el CCD “que nadie hable, estamos viviendo un infierno, no traigamos a nadie a más a este infierno”. Schunk fue secuestrado el mismo día que Docters, pero en el sur de La Plata y continúa desaparecido.

Docters aclaró que estuvo 2 veces en Arana, la primera vez estuvo 7 días y luego lo trasladaron al “Pozo de Banfield”, donde al llegar un policía le dijo que era la Brigada de Banfield. Allí estuvo un día, el 27 de septiembre del ’76, tras lo cual lo devuelven a Arana hasta el 5 de octubre de ese año. El sobreviviente dijo que dedujo que lo devolvieron a Arana para juntarlo con Osvaldo Busetto y los hermanos Badell, todos militantes del PRT-ERP. Busetto había sido operado y curado de las heridas de disparos en el Hospital Naval dependiente del circuito represivo de la Armada en la FT5, lo “Uno se hace la ilusión de sobrevivir”, dijo Docters, y contó que le dijo a Busetto “si te pusieron un clavo de platino muy caro es porque vas a sobrevivir”. Sin embargo continúa desaparecido. Los hermanos Badell eran policías, trabajaban uno en Jefatura y el otro en la secretaría del Director de Seguridad. Por ello fueron torturados salvajemente con interrogatorios específicos. Julio Badell fue llevado a Jefatura y asesinado arrojándolo por una ventana desde un tercer piso. Esteban Badell quedó en Arana colgado de los brazos con Docters y Busetto, y el testigo contó en el debate que luego se enteró que Esteban fue ahorcado en Arana, pese a que el represor Héctor Bergés quiso hacer pasar el hecho como un suicidio en el “Pozo de Quilmes”. La esposa de Esteban Badell, María Eliana Acosta Velasco, fue desaparecida en el circuito represivo de la FT5, y los hijos de la pareja apropiados por un “tío político” de La Bonaerense hasta 1986, cuando se reencontraron con su familia.

Docters precisó que luego de su segundo paso por Arana fue llevado al “Pozo de Quilmes”, donde estuvo entre comienzos de octubre y fines de diciembre del ’76.

Sobre este CCD Docters relató que los entraron en grupo por un portón grande y los subieron varios pisos por escaleras hasta que los metieron en celdas pequeñas de 3 o 4 personas. “No cabíamos todos acostados, así que no podíamos dormir normalmente”, recordó el sobreviviente. Dijo también que en Quilmes a él no lo torturaron y que por la Brigada de Quilmes pasaron Víctor Treviño, Emilce Moler, Patricia Miranda, Ángela Lopez Martín, Ana Teresa Diego, Gustavo Calotti, José Noviello, Marta Enríquez, José Galván, Nora Ungaro, Santiago Servín y Osvaldo Busetto. Agregó que en Quilmes las celdas eran muy pequeñas y en el primer piso estaban los presos sociales, en el segundo las presas políticas mujeres y en el tercero los varones. Además había una celda más grande donde había más personas. Dijo también que allí se comunicaban con las manos, lo que les enseñó un compañero que había sido preso social, lo que hacían para que no se escuchara desde la guardia. “La comunicación era imprescindible, en lo psicológico y para no sentirse solo. Nos daba cierta esperanza de denuncia, pero también nos daba la posibilidad de ponernos de acuerdo, por ejemplo con la comida que había, guiso o arroz, que la subían en un tacho de pintura y repartían. Y como las necesidades eran cambiantes nos poníamos de acuerdo si se precisaba más o menos, de acuerdo a si había nuevos traslados”. Completó contando que el 23 de octubre del ‘76, día de su cumpleaños, las compañeras del segundo piso le cantaron el feliz cumpleaños para animarlo, lo que motivó que la guardia subiera y le diera una paliza y lo dejara colgado tres días sin comer ni poder ir al baño.

Así fue que un día lo acomodaron un poco y lo llevaron en la Brigada a una visita corta de sus padres, con los que pudo hablar y les contó lo que había vivido. Tras eso lo juntaron e una celda con Busetto, y pudieron hablar y hacer algún análisis político y hasta evaluar la posibilidad de la muerte. “Nosotros hacíamos muchas cosas para poder sobrevivir. Entre ellas hablar de comida, porque comíamos poco y malo. Eran recursos de supervivencia, igual que el humor negro o la solidaridad con los compañeros que caían en un bajón” dijo el sobreviviente.

Luego Docters contó que un día lo sacaron vendado de la celda hacia una oficina y le dijeron que lo iban a poner a disposición de Poder Ejecutivo. Para ello lo fotografiaron e hicieron unas fichas, y lo devolvieron su celda. Recordó que en Arana lo habían obligado a firmar varias declaraciones bajo tortura. Agregó que un día lo sacaron de Quilmes en una camioneta tabicado y atado con Moler, Miranda y Calotti y los llevaron a la Comisaría 3ra de Lanús, en Valentín Alsina.

A este punto el Tribunal Oral 1, presidido por Ricardo Basílico, decidió interrumpir el testimonio y continuarlo en la siguiente audiencia.


El juicio continúa el 11 de mayo con más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio. Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.

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