martes, 8 de junio de 2021

18 DE MAYO: VIGESIMA SEPTIMA AUDIENCIA

PREGUNTAS SIN RESPUESTAS

En una nueva audiencia del juicio por la Brigadas de Investigaciones del conurbano sur de La Bonaerense en dictadura el sobreviviente Walter Docters concluyó su relato iniciado en la audiencia anterior, y Delia Giovanola, relató las desapariciones de su hijo Jorge Oscar Ogando, de su nuera Stella Maris Montesano, la apropiación de su nieto Martín, y la muerte de su nieta Virginia como consecuencia más del Terrorismo de Estado. Los testigos cuestionaron la tardanza de la justicia e interpelaron al tribunal sobre las prisiones domiciliarias de que gozan la mayoría de los imputados en el debate. Preguntas sin respuestas para más de 45 años de impunidad.

 


Por Espacio de Lucha Nilda Eloy

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LANÚS Y EL SERVICIO PENITENCIARIO

El primer testimonio de la jornada fue el de WALTER DOCTERS, ex militante del PRT-ERP, ex integrante de la Policía Bonaerense y sobreviviente de los CCD Destacamento de Arana, “Pozo de Banfield”, “Pozo de Quilmes” y Comisaría 3ra de Lanús. Docters completó su relato iniciado en la audiencia anterior y sintetizó lo que vivió de diciembre del ’76 en adelante, cuando fue llevado del “Pozo de Quilmes” a la Comisaría 3ra de Valentín Alsina en Lanús.

Así contó que tras ese traslado, que compartió con Emilce Moler, Marta Enríquez, Patricia Miranda y Gustavo Calotti, fueron depositados tabicados primero en un calabozo chico de la dependencia y luego de un rato a ficharlos. Describió que en la comisaría había personal uniformado y un escribiente que se presentó como “Comisario Piri” que falseó sus detenciones asentando que habían sido detenidos “en la esquina por la Brigada de Quilmes” y que “por ser el lugar más cercano los dejaron acá”. Además les preguntó si le habían visto la cara a algún represor, para convalidar. “Esto lo cuento para plantear la complicidad del sistema represivo, en el cual no había nadie que no supiera lo que estaba ocurriendo. Sí había personas que optaban por mirar para el costado”, señaló Docters.

La Comisaría 3ra de Valentín Alsina, ubicada aun hoy en Yatay 553 de Lanús, a 10 cuadras del Puente Alsina (hoy Puente Ezequiel Demonthy), fue uno de los más de 33 CCD del llamado “Circuito Camps”. Y fue señalizada en 2018, pero los represores de esa dependencia nunca fueron procesados ni juzgados pese a haber cumplido función como lugar de “pre blanqueo” de detenidos-desaparecidos de las Brigadas de Banfield, Quilmes, como pasó con la Comisaría de Laferrere para los secuestrados de la Brigada de San Justo o la Comisaría 8va para los de La Plata, entre otros circuitos.


Docters recordó que en la 3ra de Valentín Alsina fueron ubicados en celdas separados por género y que supo que también estaban secuestrados allí Rubén Víctor Saposnik, militante platense secuestrado en julio del ’76 que había pasado por el Regimiento 7 como desaparecido, y un médico llamado Néstor, que según Docters “nos ayudó mucho”.

A la 3ra fueron a visitarlo y asistirlo sus padres, hasta que en enero del ’77 fue trasladado a la Unidad 9 de La Plata con Gustavo Calotti. Allí sufrieron la paliza de recibimiento relatada por infinidad de ex presos políticos respecto al chupadero legal que manejaba Abel David Dupuy. Sin embargo Docters contó que su madre pudo relacionarse con otros familiares de presos políticos y estar muy pendiente de la situación. Walter también hizo lo suyo, al denunciar su caso y otros ante la visita al penal de la Cruz Roja Internacional. En el ‘79 fue derivado a Caseros, lugar que definió como “terrible”, con vigilancia constante y luz artificial permanente. En el año ’80 fue llevado nuevamente a la U9 y a los dos años lo derivaron a Devoto. Recién en el ’82 le dieron la libertad vigilada, con prohibición de salir del país y teniendo que ir cada 48 horas a la DIPBA a firmar. Finalmente ante las elecciones de octubre del ’83 le dieron la libertad definitiva. Había pasado casi toda la dictadura preso, sobre lo que reflexionó: “«Me encontré con un mundo que no conocía. Ya habían pasado siete años. Era un mundo que no tenía nada que ver con el que había dejado”.

Respecto a su vida como ex detenido desaparecido Docters refirió que fue “como pude. Cargado de contradicciones. Peleando cada vez que uno ve una injusticia. Preocupándome mucho por la salud de mi madre. No sé si de todos los que estuvimos presos hay alguno que haya salido bien. A todos un cable no nos hace contacto”, definió. Para finalizar el testigo realizó una pregunta que quedó flotando en el aire de la conexión virtual con que el Poder Judicial intenta garantizar la continuidad de los juicios a los genocidas: “¿Hasta cuándo nosotros vamos a permitir como sociedad que esta gente que está siendo juzgada, que comete delitos todos los días cuando nos deja morir a los familiares, que comete delitos cuando no dicen dónde están los restos? ¿No podemos hacer nada para que esta gente esté en la cárcel común, perpetua y efectiva?”. Antes semejante interrogante el presidente del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata, Ricardo Basílico sólo atinó a deslizar un tibio “sería imprudente responder”.



LA FAMILIA OGANDO MONTESANO

La siguiente testimonial fue la de DELIA CECILIA GIOVANOLA, madre de Jorge Oscar Ogando y nuera de Stella Maris Montesano, ambos militantes del PERT-ERP secuestrados el 16 de octubre del ’76 en su departamento de calle 12 y 68 en La Plata, en presencia de su hija Virginia Ogando de 3 años. Stella Maris estaba embarazada de 8 meses y su hijo Martín Ogando fue parido y apropiado en el “Pozo de Banfield”.

La testigo comenzó exhibiendo una foto de su nieta Virginia y dijo que al testimoniar se sentía acompañada por ella porque “es una víctima más de este Genocidio, está conmigo en todo momento”. Luego reseñó que Jorge era su único hijo, era empleado del Banco Provincia y tenía 29 años al momento de ser secuestrado. En el caso de Stella Maris tenía 27 años y era abogada. Dijo que a partir del secuestro de su hijo y su nuera su vida cambió completamente. “Yo era una maestra de grado. Con una familia con esposo e hijo, viviendo una vida tranquila y sin altibajos”, afirmó y dijo que cuando nació Virginia ella tenía 47 años y fue abuela, pero cuando secuestraron a sus seres queridos se convirtió en madre de Virginia. “Ella bajó una cortina y no habló más del padre y de la madre, pero yo me encargué en todo momento de que tuviera conocimiento de lo que había pasado. Recién pudo hablar cuando empezó la búsqueda de su hermano”, señaló la abuela.

Así contó que el 17 de octubre del ’76 la llamó por teléfono la hermana melliza de Stella, Liliana, para avisarle del operativo y secuestro de la pareja y que Virginia había sido dejada sola durmiendo en la casa de sus padres. Dijo que ella era directora de escuela y estaba viviendo en Villa Ballester, partido de San Martín, completamente ajena a lo que sucedía en La Plata. Su primer esposo, padre de Jorge, había fallecido joven y ella se había vuelto a casar. Así comenzó la búsqueda: al otro día fue a La Plata, pero antes fue a pedir ayuda a una compañera de la escuela cuyo esposo era militar. La mujer le pidió que consiguiera más información y Delia notó un cambio en su amiga, por lo cual cortó la relación. Luego vino a La Plata y habló con vecinos, pero tampoco encontró ningún dato. “Nunca pensé que esto iba a ser para siempre. Pensé que por el estado de embarazo de Stella, de 8 meses, la iban a devolver enseguida”, agregó la abuela. Confirmó que Virginia, que había quedado sola durmiendo en el departamento, estaba con los abuelos maternos y se volvió decepcionada a su casa. Cuando llegó su esposo le reclamó por qué no había traído a la nieta, así se comunicó con la familia Montesano y arregló que Virginia se fuera con ellos, porque los abuelos maternos eran muy mayores y no podían hacerse cargo de la niña.

Delia recordó que cuando fue al departamento de su hijo vio que los represores se habían llevado unas armas antiguas que la pareja tenía de colección. Allí recogieron la cuna de Virginia y se fueron a San Martín. También dijo que la niña se familiarizó desde pequeña con el lenguaje judicial porque su madre era abogada y realizaba tareas de derecho familiar y laboral. “Virginia decía que su madre se había ido a declarar”, señaló.

Así, además de hacerse cargo de su nieta, Delia comenzó la búsqueda de Jorge, Stella y Martín, primero con la presentación de decenas de habeas corpus de los que “nunca tuve ninguna respuesta, ni a favor ni en contra», señaló; y luego vinculándose a los organismos de Derechos Humanos.

 


Delia contó que en una ocasión Mirta Baravalle estaba averiguando por familiares de una chica desaparecida y embarazada. “Ahí nací como Abuela de Plaza de Mayo”, dijo Delia. “Fuimos a la casa cuna, a guarderías de bebés, a hospitales donde hubiera una maternidad para tratar de saber algo. Y claro, nuestras hijas o nueras habían parido en cautiverio, no en hospitales públicos. Terminamos presentando un Hábeas Corpus en tribunales de menores. Inventamos la forma de buscar un nieto”, sintetizó. Agregó que una de las primeras tareas que se propusieron fue denunciar sobre las desapariciones y apropiaciones en el exterior, con grupos de apoyo en Francia y otras partes de Europa. Y también recordó que las 12 Abuelas fundadoras, impulsadas inicialmente por María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani, comenzaron a recibir miles de cartas y otras informaciones que, Delia en particular por haberse formado en bibliotecología fue armando a la manera de fichas que aún se conservan en la sede de la organización.

Recién en 1978 tuvo una primera noticia de su nieto: ante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), se dirigió a denunciar ante el organismo la desaparición de su hijo y de su nuera, y en la cola se encontró a Erenia López Osorno, quien le contó que a fines del ’76 habían liberado a Alicia Carminati, quien había compartido cautiverio con Stella en la misma celda en el “Pozo de Banfield”. Además supo que Martín había nacido el 5 de diciembre del ’76, que era rubio como su hermana y que Stella lo tuvo con ella y después la devolvieron sin el niño, con su cordón umbilical, el cual le hizo llegar a Jorge, también confinado en la Brigada de Banfield.

Carminatti era estudiante del Conservatorio en La Plata y había sido secuestrada el 26 de septiembre del ’76 junto a su padre en su casa, en un operativo donde habían ido a buscar a su hermano. Fue llevada a Banfield y recluida hasta el 28 de diciembre del mismo año, período en el que había compartido la celda con Jorge y Stella, así como su padre con Jorge Ogando.

Delia pudo entrevistarse con Carminati hacia 1981 y del encuentro recordó que “Yo llevaba conmigo una lista de preguntas y Alicia me decía ‘Delia, ¿realmente querés que yo te conteste esas cosas?’”. Así la sobreviviente le relató que después de dar a luz, a Stella la obligaron a limpiar el lugar, lo que le provocó una infección pos parto y su muerte. Agregó que tras enterarse esos detalle “bajé la cortina por muchísimos años”.

Sin embargo la tarea en Abuelas continuó y con ello pudieron saber que en las tres Fuerzas Armadas había listas de matrimonios sin hijos que esperaban el nacimiento de esos bebés. “Eso nos dolió muchísimo, porque estábamos esperando que nos entregaran a los bebés. Ahí tuvimos conciencia de que se iban a apropiar de esos bebés», afirmó, y agregó que “algunos fueron entregados a militares, a policías, y otros regalados a quienes conocieran y otros vendidos”.

Ya en épocas de la Conadep, Delia recibió un anónimo de un militar que decía estar arrepentido, quien se identificó como “sargento Larrosa”, a quien encontraron revistando en Campo de Mayo, y le dijo que si le daban garantías diría dónde están enterrados Jorge y Stella. Según la información de ese militar “había víctimas enterradas en el predio de la estancia La Armonía en Arana, donde funcionaba el Regimiento 7 de Infantería”. Según Delia “la Conadep mandó gente al Regimiento 7 en Arana y dijeron que las topadoras municipales no iban a poder dar vuelta ese campo, y se supone que han dinamitado la zona porque los antropólogos forenses también estuvieron, cavaron y encontraron restos irreconocibles”. La Abuela agregó que “ahí acepté que estaban muertos los dos, ya en democracia, y me fui llorando por la calle”.

Sobre la figura de Virginia, a quien muchos conocimos en su militancia en HIJOS La Plata en la década del 2000, participando de las asambleas, la Comisión de Hermanos y los encuentros regionales y nacionales, Delia rememoró que su nieta hizo de todo por buscar a Martín. Virginia había ingresado a trabajar en el Banco Provincia por la vacante de su padre e impulsó la colocación de afiches con los rostros de sus familiares en todas las sucursales de la entidad. Pero pese a tanta lucha no soportó la ausencia y se quitó la vida en agosto de 2011. Por la desidia estatal y como una consecuencia más de los efectos del Genocidio, Virginia murió sin poder conocer a su hermano.



Cuatro años después, en noviembre de 2015, Delia recibió un llamado de Abuelas con novedades del caso de Martín. “Al llegar estaba lleno de gente y no entendía qué pasaba. Allí empezaron a gritar encontramos a Martín”, recordó la abuela. Martín Ogando Montesano, el nieto 118, fue restituido a su identidad biológica por resolución dictada el 30 de diciembre de 2015, en el marco de la causa N° 47.867/2015 del registro de la Secretaría Especial de este Juzgado en lo Criminal y Correccional Federal N° 3 de La Plata. Había sido comprado por la pareja conformada por Armando Julio Berestycki y Juana Krukoer, quienes lo inscribieron como hijo propio como Diego Berestycki. La pareja se separó y Martín terminó viviendo en Estados Unidos con su apropiador. En el caso fue central la participación del médico policial Jorge Antonio Bergés, imputado en este debate, y de la partera Juana Elena Arias de Franicevich, que gestionaba una clínica clandestina en Wilde, a pocas cuadras de la comisaría de la zona. Bergés prestó servicios un tiempo en el área de ginecología del hospital de Wilde. Franicevich murió en 1995. Ambos fueron mencionados en las instrucciones de varios casos de apropiación operando en conjunto para sustraer niños de los CCD y entregarlos a los apropiadores.

En un punto la lucha de Virginia tuvo su efecto, porque fue su ADN resguardado en el Banco Nacional de Datos Genéticos el que ayudó a la constatación formal del parentesco de Martín con los Ogando-Montesano. Martín va a declarar en este debate en la audiencia 28.

Giovanola concluyó su exposición pidiendo juicio y castigo “a quienes nos dieron tantos motivos para tenerlos encerrados de por vida, porque no hubo arrepentimiento de parte de ellos en ningún momento. Seguimos exigiendo justicia, pero justicia verdadera, real. Con la cárcel que se merecen por todos los crímenes de lesa humanidad. Mi hijo y mi nuera siguen siendo desaparecidos y la búsqueda de mi nieto costó la vida de mi nieta. No merecen estar cumpliendo prisión domiciliaria quienes fueron artífices de todo el dolor que vivimos en el país. Por los 30 mil tenemos que hacer justicia en algún momento”.


El juicio continúa el 1 de junio con más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio. Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.



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