martes, 8 de junio de 2021

1 DE JUNIO: VIGESIMA OCTAVA AUDIENCIA


 TRES RELATOS SOBRE EL GENOCIDIO

En una nueva jornada del debate por los crímenes cometidos en las Brigadas de Investigaciones del conurbano en dictadura Martín Ogando, hijo de desaparecidos apropiado desde el “Pozo de Banfield” en el ’76; Emilce Moler, secuestrada en el marco de “La noche de los lápices” y sobreviviente de los CCD de Arana, “Pozo de Quilmes” y Comisaría 3ra de Lanús; y Martín García, hermano del trabajador desaparecido José Silvano García, secuestrado en marzo del ’76 de la empresa San Sebastián en Pilar, aportaron su relato sobre los hechos ocurridos en nuestro país hace 45 años que hoy nadie duda en llamar Genocidio.

 

Por Espacio de Lucha Nilda Eloy

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APROPIADO Y VENDIDO DESDE EL POZO DE BANFIELD

El primer testimonio fue el de MARTIN OGANDO MONTESANO, hijo de Jorge Oscar Ogando y Stella Maris Montesano, ambos militantes del PERT-ERP secuestrados el 16 de octubre del ’76 en su departamento de calle 12 y 68 en La Plata, en presencia de su hija Virginia Ogando de 3 años. Al momento del secuestro Stella Maris estaba embarazada de 8 meses y Martín fue parido y apropiado en el “Pozo de Banfield”.

El testigo se presentó como Diego Martín Ogando y dijo “no siempre fui Diego Martín Ogando, tuve el apellido Berestycki que era el apellido de mi padre de crianza. Resulta que mis padres de crianza no podían tener hijos y me ‘adoptaron’, entre comillas, porque no fue una adopción legal lo que hicieron. Les dieron el dato de una clínica en Wilde, fueron ahí, llevaron dinero y me compraron. Fue un 17 de diciembre de 1976”, inició su relato. Así contó “yo crecí con ellos, siempre me dijeron que no era hijo biológico de ellos. Tuve la suerte de crecer con esa verdad. Y cuando pasaron los años me enteré de más detalles. Me surgieron más inquietudes. Ellos no sabían que podía ser hijo de desaparecidos y yo tampoco. Nunca quise hacerme ninguna prueba ni nada, por si daba positivo que ellos no tuvieran ningún problema con la justicia. Así pasaron los años y después de que fallecieron mis padres, con muy poco tiempo de diferencia, me presenté en Abuelas de Plaza de Mayo con mi partida de nacimiento. Conté mi historia y enseguida pudieron ver que mi partida estaba firmada por la partera Franicevich, que todos saben que tenía vínculos con Bergés, y además había firmado otras partidas de otros nietos recuperados y estaba ligada a la venta de bebés”.

Martín Ogando Montesano, el nieto 118, fue restituido a su identidad biológica por resolución dictada el 30 de diciembre de 2015, en el marco de la causa N° 47.867/2015 del registro de la Secretaría Especial de este Juzgado en lo Criminal y Correccional Federal N° 3 de La Plata. Había sido comprado por la pareja conformada por Armando Julio Berestycki y Juana Krukoer, quienes lo inscribieron como hijo propio como Diego Berestycki. La pareja se separó y Martín terminó viviendo en Estados Unidos con su apropiador desde el año 2000. En el caso fue central la participación del médico policial Jorge Antonio Bergés, imputado en este debate, y de la partera Juana Elena Arias de Franicevich, que gestionaba una clínica clandestina en Wilde, a pocas cuadras de la comisaría de la zona. Bergés prestó servicios un tiempo en el área de ginecología del hospital de Wilde. Franicevich murió en 1995. Ambos fueron mencionados en las instrucciones de varios casos de apropiación, como los de Ana Libertad Baratti-De la Cuadra y Maximiliano Menna-Lanzilotto, operando en conjunto para sustraer niños de los CCD y entregarlos a los apropiadores.


Martín continuó relatando que “así me mandaron a hacerme el análisis al Banco Nacional de Datos Genéticos. La prueba la hice en el consulado argentino en Miami, a través de valija diplomática, y como me habían dicho que el resultado iba a estar en 1 o 2 meses pero pasó mucho más tiempo seguí haciendo mi vida y trabajando. A los 7 meses me llamó la presidenta de la CONADI, Claudia Carlotto, y me contó la historia de mis padres y de mi nacimiento en el Pozo de Banfield, y de mi hermana Virginia. Me dijeron que me habían vendido y que tenía una abuela que me buscaba desde el momento en que desaparecí y que era Delia Giovanola, una de las fundadoras de Abuelas. En ese momento hablé por teléfono con mi abuela y hasta hoy tenemos un vínculo excelente y diario. Además me reencontré con mi tía Liliana Montesano, hermana melliza de mi mamá, que lamentablemente falleció hace 2 años”.

Martín agregó que como sus apropiadores lo recibieron un 17 de diciembre “esa fue la fecha en que siempre festejé mi cumpleaños, porque ellos no sabían la fecha en que yo había nacido. Después por testigos supe que nací un 5 de diciembre del ‘76”.

En la década del ’70 Alicia Carminati era estudiante del Conservatorio en La Plata y fue secuestrada el 26 de septiembre del ’76 junto a su padre en su casa, en un operativo donde habían ido a buscar a su hermano. Fue llevada al “Pozo de Banfield” y recluida hasta el 28 de diciembre del mismo año, período en el que compartió la celda con Jorge y Stella. La abuela de Martín pudo entrevistarse con Carminati hacia 1981 y le relató que Martín fue parido el 5 de diciembre del ’76 en el Pozo de Banfield y que después de dar a luz a Stella la obligaron a limpiar el lugar, lo que le provocó una infección pos parto y su muerte.

En su testimonio del 12 de noviembre de 2003 en el Juicio por la Verdad de La Plata, Carminati dijo que “cuando Stella se descompone, todos comenzamos a gritar y a llamar, vienen los guardias y la bajaron a Stella, supongo que la bajaron a otro lugar, acompañada por una, una partera que estaba que estaba en el otro pabellón, llamada Pujol y Stella vuelve a la celda a los 10 días y ahí es que me cuenta que había tenido un varón, que lo iban llamar Martín y que los represores le prometieron que al bebé lo iban a restituir a la familia”.

En su relato Martín dijo que no habló nunca con Carminati y que por los datos que había aportado la sobreviviente, que era rubio y de ojos claros, lo buscaron siempre su abuela y su hermana. Sobre la figura de Virginia, a quien muchos conocimos en su militancia en HIJOS La Plata en la década del 2000, participando de las asambleas, la Comisión de Hermanos y los encuentros regionales y nacionales, haciendo lo imposible en la búsqueda de su hermano apropiado, Martín dijo que “para mí fue horrible no estar con ella, no haberla conocido. Todo el mundo me cuenta cómo era y que lo que más quería era encontrase conmigo”. Pese a tanta lucha Virginia no soportó la ausencia y se quitó la vida arrojándose de un edificio en Mar del Plata en agosto de 2011. Por la desidia estatal y como una consecuencia más de los efectos del Genocidio, Virginia murió sin poder conocer a su hermano. En un punto la lucha de Virginia tuvo su efecto, porque fue su ADN resguardado en el Banco Nacional de Datos Genéticos el que ayudó a la constatación formal del parentesco de Martín con los Ogando-Montesano.

Martín Ogando Montesano concluyó su exposición diciendo que “espero que haya servido escuchar mi testimonio”.

El caso ilustra sobre la inconveniencia de apostar únicamente a la voluntad individual de las personas apropiadas en dictadura para realizarse los análisis genéticos y restituir su identidad, y sobre las nefastas consecuencias de la combinación de la desidia investigativa de la justicia con la delegación de la búsqueda de las personas apropiadas en el accionar exclusivo de un organismo de Derechos Humanos, porque el derecho a la identidad lo debe garantizar el Estado. En este debate además del médico policial torturador y apropiador Jorge Antonio Bergés, por el caso de Martín están procesados los genocidas Miguel Osvaldo Etchecolatz, Jaime Smart, Federico Minicucci, Guillermo Domínguez Matheu, Carlos Fontana, Ricardo Fernández y Anselmo Palavezatti.

LA EDAD DE LAS VÍCTIMAS NO IMPIDIÓ EL GENOCIDIO

El segundo testimonio de la jornada fue el de EMILCE MOLER, sobreviviente de los CCD de Arana, “Pozo de Quilmes” y Comisaría 3ra de Valentín Alsina.

Moler contó que en los ’70 era estudiante de arte en el secundario de Bellas Artes de La Plata y militante de la UES. A los 18 años fue secuestrada en el marco de “La noche de los lápices” de la casa de sus padres en la zona de 19 y 48 en La Plata el 17 de septiembre de 1976, cuando un grupo de hombres armados y con pasamontañas que se identificó como del Ejército irrumpió en presencia de su padre, que era Comisario Inspector de la Policía Bonaerense. Los represores preguntaron por una "chica de Bellas Artes" y pese a que su padre interpuso su jerarquía policial se llevaron a Emilce. De inmediato su padre hizo gestiones en el Regimiento 7 y en las comisarías de La Plata sin ningún resultado positivo.

Emilce había sido llevada en un auto que continuó realizando detenciones, entre ellas la de Patricia Miranda. Luego fueron llevadas al “Pozo de Arana” sobre el que Moler pidió al Tribunal no brindar otros detalles sobre su cautiverio en “ese infierno” porque “todos los detalles de Arana ya están juzgados y comprobados” en la causa con sentencia en 2012 que, sin embargo tiene una residual cuyo debate comenzará el 30 de agosto próximo.

En una semana en Arana bajo torturas, delitos sexuales y otras condiciones inhumanas compartió la celda de mujeres con Patricia Miranda, Hilda Fuentes, Ana Arroyo Rodríguez de Giampa, y con las militantes de la UES María Claudia Falcone y María Clara Ciocchini. “En Arana también reconocí a Gustavo Calotti y a Horacio Ungaro, que era amigo mío”, dijo la sobreviviente. Luego los trasladaron de noche en un camión, en una escena que Moler relató así: “en un momento el camión se detiene y hacen bajar a Claudia Falcone, a Clara Ciocchini. También me doy cuenta de que en ese camión estaban Francisco López Muntaner, Claudio de Acha y Daniel Racero, todos compañeros de la UES. Nunca iba a saber que en ese momento se estaba determinando la vida y la muerte de distintas personas”. Mientras tanto Moler, Miranda, Calotti, Fuentes y Arroyo Rodríguez fueron llevados a la Brigada de Investigaciones de Quilmes. Al llegar los subieron por unas escaleras y los represores del lugar protestaron porque traían gente cada vez más joven. “Quienes me recibían decían: ‘qué van a traer acá, ¿un jardín de infantes?’, porque era muy menudita y cuando me querían poner esposas, se me salían”, dijo Moler.

En el “Pozo de Quilmes estuvieron vendadas y atadas y con posibilidad cada tanto de tomar agua o ir al baño. Unos días después la llamaron, le dijeron que se peinara porque tenía visitas. “En eso apareció mi padre. Un subalterno le había avisado que su hija estaba ahí. Mi padre vino de madrugada y me vio”, recordó, agregando que ella pensaba que su padre iría a sacarla de allí, pero “me dijo que no podía irme de ahí. Mi vida dependía de Vides y de Etchecolatz, que eran dos personas siniestras», afirmó la testigo. Lo que sí pudo hacer es darle a su padre los nombres de otras personas que estaban secuestradas en el “Pozo de Quilmes”. En este CCD vio o supo del paso por allí de Nilda Eloy, Nora Ungaro, Norma Andreu, Ana Teresa Diego, Ángela López Martín, Marta Enríquez, que estaba embarazada, y Eliana Acosta de Badell. Moler recordó que en este lugar las guardias eran cambiantes: “Siempre recuerdo a uno que me vio el brazo infectado por las quemaduras de cigarrillos y me trajo pancután. Pero había otro que se ensañaba y me golpeaba en la cabeza con un llavero y nos tiraba acaroína pura en la cabeza”, rememoró la sobreviviente. Dijo que a fines de diciembre del ’76 la entrevistaron dos o tres personas, una guardia femenina inclusive, le desataron las manos y tras una serie de preguntas le dijeron que iba a quedar a disposición del PEN. “Me dicen que firme… Tuve que firmar vendada”, señaló Moler. Así el 28 de diciembre la trasladaron con Miranda, Enríquez, Calotti y Walter Docters en una camioneta, tapados con frazadas, a la 3ra de Valentín Alsina. Al llegar encontraron a Mercedes Borra y Cristina Rodríguez, y unos días después “llegó Nilda Eloy en un estado deplorable”. En este lugar el régimen se alivianó, pero seguían estando secuestrados.

 



En enero del ’77 Moler fue llevada a la cárcel de Devoto, donde le leyeron los cargos formales: “me imputaban todo. Tenencia de armas de guerra, tenencia de explosivos, asociación ilícita. Yo con mi inocencia lloraba y decía que no”. En Devoto la visitaban sus padres, y por ellos se enteró del asesinato de Ricardo Cuesta, hermano de su novio, de su primo Daniel Mendiburu y de su otro primo, Patricio Tierno, en la masacre de Margarita Belén ocurrida en Chaco. Moler recibió la libertad vigilada en abril del ’78 y se fue a Mar del Plata con sus padres, hasta que en julio del ’79 tuvo libertad definitiva.

Aunque según ella “Fui libre cuando tuve a mi primera hija porque sentí que mi cuerpo se había recuperado de todo lo padecido. Nunca más me dediqué al arte. Cuando siento olor a óleos no puedo dejar de pensar en tantos compañeros que fueron diezmados”.

Tras mencionar a varios compañeros y compañeras de Bellas Artes y de la JUP que permanecen desaparecidos, Moler reflexionó la decir que “Éramos jóvenes que creíamos en la política. No conocíamos la democracia y nos oponíamos a la dictadura. Creíamos que podíamos construir otro país. El asesinato de ‘Patulo’ Rave fue nuestro presagio para saber que la edad no iba a ser un elemento que impidiera el genocidio”. También recordó a muchos sobrevivientes que militaron para que se realizaran los juicios a los genocidas y por la tardanza del estado no están hoy presentes, como Nilda Eloy, Cristina Gioglio, Adriana Calvo de Laborde, Jorge Wats, Cristóbal Mainer y Julio López. Sobre este último dijo que es “nuestra herida abierta en esta democracia en donde seguimos preguntando ¿Dónde está?”.

Para finalizar se dirigió al Tribunal para decir que “los sobrevivientes, los que vivimos el horror desde adentro, ya dijimos mucho, ya contamos mucho. Simplemente le pido a la Justicia que haga lo suyo porque los tiempos no nos juegan a favor para construir una Argentina sin impunidad, y así permitirnos a nosotros olvidar un poco”.

DE PILAR A BANFIELD

El testimonio final del día fue el de MARTÍN GARCÍA, hermano de Silvano José García, secuestrado el 26 de marzo del ’76 en el partido de Pilar y desaparecido en el “Pozo de Banfield”, por donde pasó por entre el 8 y el 15 de abril de aquel año. En la audiencia 19 de este debate el otro hermano de Silvano, Sixto García, había descripto el secuestro del militante de la JTP y trabajador de la empresa de pollos San Sebastián y la complicidad patronal en su desaparición.

A aquel relato Martín García agregó que él también trabajó para San Sebastián haciendo fletes y que a través de vecinos conoció el operativo que se hizo para secuestrar a su hermano en su lugar de trabajo en la granja de la empresa, ubicada en el pueblo de Zelaya. Dijo que tanto él como su hermano vivían en ese complejo, ya que tras la muerte de su padre en diciembre del ’75 decidió mudarse con su hermano y su cuñada para ayudarlos con los hijos de la pareja. Según contó en la granja había 5 delegados de la FATRE, entre ellos su hermano, que además militaba en la JTP y había tenido varios encontronazos con la patronal en diversos reclamos por condiciones de trabajo. “Un día el secretario general del gremio, que era Orlando Ubideo, lo tuvimos en casa escondido porque lo estaban buscando. Después nos fuimos un fin de semana con Ubiedo a Merlo a la casa de mi hermana. Volvimos el domingo. Ese día a la noche vino la señora de Ubiedo a avisarnos que habían llegado a su casa preguntando por Orlando y por ‘un muchacho de la camioneta roja’, y habían revuelto todo”, aseguró Martín. Silvano utilizaba una camioneta F100 roja para su militancia, que casi siempre manejaba Martín, y realizaban volanteadas y pintadas por su militancia política. “Esa noche cargamos en la camioneta lo imprescindible y nos rajamos. Volvimos a lo de mi hermana en Merlo. A los 2 días se da el golpe”, dijo el testigo. Pese a la situación Silvano debió volver a trabajar porque se le vencía una licencia médica y pese a la recomendación de su hermano regresó a la tarea. Antes quedaron en que si no volvía al día siguiente fueran a buscarlo. Era el 26 de marzo del ’76 y ese día fue secuestrado en la sede de la granja de San Sebastián. A los 2 días Martín fue hasta el lugar y el portero del predio, de apellido Ortiz, le dijo que habían entrado con vehículos, y fueron directo a la casa de Silvano a secuestrarlo. Martín habló con vecinos que le contaron que cerca de las 3 de la tarde habían visto un Torino blanco, un rastrojero y vehículos militares cercando la casa de Silvano. “Buscamos a los testigos y uno solo quiso declarar. El miedo todavía sigue en Zelaya. Un miedo que ya es incomprensible”, apuntó Martín.

En la audiencia 16 de este debate Orlando Ubiedo relató el caso de su hermano de Valerio Salvador Ubiedo, trabajador del Molino San Sebastián en el partido de Escobar y delegado de la Unión Molinera, que fue secuestrado dos veces: la primera semana de marzo del ’76 por un grupo al mando del policía Luis Abelardo Patti, torturado y luego liberado en la ruta 4, luego el 2 de abril del mismo año fue nuevamente secuestrado y llevado al “Pozo de Banfield” donde, antes de ser puesto a disposición del PEN y blanqueado en la cárcel de Mercedes, vio a varias personas secuestradas, entre ellas José Silvano García. Martín agregó que Orlando le dijo que Valerio también había visto a Silvano detenido y torturado en un intercambio de detenidos a la vera de una ruta en ese traslado de Escobar a Banfield.

Sobre la situación posterior al secuestro de Silvano, Martín dijo que “la familia quedó destruida y desparramada. Mi cuñada tenía 3 chicos y estaba embarazada de 5 meses. Mi sobrino nació con Síndrome de Down, nos fuimos de la granja y no teníamos adonde ir. Algunas familias nos ayudaron para poder sobrevivir”. José Silvano García, apodado “Nito” en la familia y “Larga” entre sus compañeros de trabajo, continúa desaparecido, y se presume que estuvo secuestrado en el Pozo de Banfield entre abril y agosto del ’76.

Martín contó que en mayo del ’76 realizaron un hábeas corpus por Silvano, presentado en el juzgado de San Isidro. Agregó que con su cuñada fueron hasta la colonia Montes de Oca en Torres, partido de Luján, porque habían recibido datos de que allí abandonaban personas liberadas de los CCD de la dictadura, pero no encontraron nada. 


 

La empresa avícola San Sebastián estuvo gerenciada por la familia de Manuel Gurmendi, que también tenía una empresa de acería y chapas en Avellaneda, y fue la primera en el país en integrar la producción avícola desde la crianza hasta la faena. En su auge concentraba cerca del 20% del mercado argentino de pollos. Tras la apertura de la importación de pollos desde Brasil en los ’90 la firma cerró, pasó a manos de una cooperativa que no pudo ponerla a producir, se decretó quebrada en 2006 y fue comprada por Granja Tres Arroyos en 2010. Tal como se escuchó en este debate referido a la firma de termotanques Saiar de Quilmes, queda claro con el caso de Silvano José García secuestrado dentro de la planta de la empresa San Sebastián, la participación de firmas líderes del mercado argentino en la desaparición de sus delegados durante la última dictadura.

Para finalizar Martín García dijo que “yo pretendo saber dónde está el cuerpo de mi hermano. Y quisiera que lo que pasó se sepa en la sociedad, que se enseñe en las escuelas la historia del país, y se sepa quiénes manejan los hilos de la política, para que cuando los chicos sean grandes tengan conciencia y estén politizados, para que no sea tan simple engañarlos y pedirles el voto. Y para que no ocurran más estas cosas”.



El juicio continúa el 8 de junio con más testimonios de familiares de las víctimas y sobrevivientes del Genocidio. Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.

 

 

 

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